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Cuando la mujer rural agredida halla el apoyo preciso para romper su silencio

Cuando la mujer rural agredida halla el apoyo preciso para romper su silencio
Valencia —

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Valencia, 22 nov (EFE).- Mujeres de pequeños municipios, maltratadas durante años, incluso décadas, por maridos o parejas, en la mayoría de casos con el conocimiento de todo el pueblo, han podido ya poner fin a ese calvario gracias a los Centros Mujer Rural itinerantes que creó el Gobierno valenciano hace algo más de un año.

Algunas de esas mujeres recibían palizas y vejaciones constantes por parte de maridos o parejas, quienes, a veces, les curaban las heridas en casa para que no acudieran al centro de salud, otras les impedían comer determinados alimentos e, incluso, las ataban a sillas.

Muchos de estos casos eran conocidos por todo el pueblo, pero nadie fue capaz de hacer nada por ellas hasta que las trabajadoras de los centros itinerantes Mujer Rural, que atienden a un total de 17 comarcas de toda la Comunitat Valenciana en colaboración con los servicios sociales y sanitarios y los agentes de policía o Guardia Civil, pudieron poner freno a estas situaciones.

Así lo relata a Efe la coordinadora de uno de estos centros, Almudena de Benito, que recuerda algunos casos de forma especial, por su crudeza, pero también otros muchos atendidos desde que, en marzo de 2019, se puso en marcha esta red de centros que atiende a poblaciones rurales y de interior.

LAS PARTICULARIDADES DEL MUNDO RURAL

Aunque la percepción y el rechazo frente a la violencia machista es similar en los entornos urbanos y rurales, en estas zonas el control de la comunidad es mayor, por lo que el “qué dirán” y la “vergüenza” tienen un mayor peso a la hora de denunciar o pedir ayuda por parte de las víctimas.

En estos entornos existe, también, una menor percepción de formas discriminatorias y de violencia debido, en parte, a que hay una mayor presencia de los roles tradicionales de género, según el estudio encargado en 2017 por la Generalitat sobre las mujeres valencianas en el ámbito rural.

Esto, unido a que hasta 2019, las víctimas, muchas de ellas sin independencia económica, debían desplazarse al Centro Mujer 24 horas de referencia provincial, ubicado en Valencia, Alicante y Castellón, hacía impensable para muchas plantearse pedir ayuda.

“Cuando una señora de un pueblo tiene que coger tres transportes públicos para acudir al Centro Mujer, ni se plantea la posibilidad de ir un día”, señala De Benito, quien destaca la “dificultad añadida” para muchas de ellas de justificar frente a su agresor, normalmente su marido o pareja, tantas horas de ausencia del domicilio.

MULTIPLICACIÓN DE ATENCIONES

La puesta en marcha por parte de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas de este servicio itinerante -fruto del Pacto Valenciano contra la Violencia Machista de 2017- ha permitido que las víctimas no tengan que salir de su municipio para recibir ayuda.

“Van, por ejemplo, al centro de salud o a los servicios sociales municipales, donde nadie tiene por qué saber que van a ser atendidas por violencia machista, y dentro estamos nosotras”, destaca esta trabajadora, abogada especialista en violencia de género.

La necesidad de este recurso la muestra el crecimiento exponencial que han tenido las cifras de atención a mujeres desde su puesta en marcha. Mientras en 2019 (desde abril) se atendió a un total de 628 mujeres víctimas, entre enero y octubre de 2020 la cifra ha ascendido hasta las 2.630, según los registros de la Conselleria de Igualdad a los que ha tenido acceso Efe.

Según De Benito, desde su centro atienden a una media de 30 mujeres nuevas al mes. Eso supone, teniendo en cuenta que no trabajan domingos ni festivos, “una mujer nueva al día”, una cifra tan alta como para darse “una voz de alerta”.

COLABORACIÓN CON OTROS SERVICIOS

Almudena de Benito destaca la importancia de la colaboración que mantienen con los centros de salud y servicios municipales, que son muchas veces quienes les alertan de situaciones de maltrato, así como con las policías locales, Guardia Civil y Policía Nacional, fundamentales en estos casos.

“Nosotras las acompañamos en el proceso de recuperación, les damos pautas, pero no podemos protegerlas del agresor”, eso es función de los cuerpos y fuerzas de seguridad y de la justicia, señala De Benito, quien reconoce que dar el paso de denunciar es una de las cosas que más cuesta a las víctimas.

En este sentido, valora que la colaboración entre todos estos servicios esté siendo “fenomenal”, pues “pedían a gritos” la existencia de estos centros itinerantes.

LABOR DE PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA MACHISTA

Junto con la atención a las mujeres víctimas, los Centros Mujer Rural ejercen también una importante labor de visibilización y prevención de la violencia machista, con charlas en colegios e institutos, pero también a nivel social y profesional, con agentes, profesores, personal sanitario y población en general.

“En muchos pueblos nadie había oído hablar de los micromachismos”, afirma esta trabajadora, quien añade que se siguen adoptando prácticas y roles “que socialmente están aceptados, pero que pueden desencadenar en el futuro situaciones de violencia de género”.

Le llama la atención lo poco que ha avanzado en este campo la juventud, tanto de zonas rurales como urbanas, que en muchas ocasiones “no tiene conciencia de la violencia de género” y aún confunde actitudes machistas de control con “amor”.

“Están tan establecidos los mitos del amor romántico”, lamenta De Benito, que todavía hoy en día hay chicas de 20 años que piensan que si a su pareja “no le gusta que lleve una falda corta es porque le quiere”.

Ve por ello muy positiva la labor que realizan desde los Centros Mujer Rural, pues cree necesario “concienciar” a todo el mundo sobre esta problemática y hacer entender que hay cosas que no se pueden permitir “en ningún sentido” y que las mujeres maltratadas, ya sea física, psicológica, económica o sexualmente, “son víctimas y no culpables” de esa situación.

Carla Aliño

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