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De la pandemia “leve” a mortalidad récord: antes y después en Europa del Este

Seis países europeos insisten en quejas de reparto desigual de vacunas en UE
Viena —

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Viena, 17 mar (EFE).- La falta de previsión de los Gobiernos, la tardanza en tomar medidas, la expansión de la cepa británica y la mala situación de los sistemas sanitarios se han combinado para que cuatro países de Europa central y oriental encabecen los índices de mortalidad por la covid-19 en la Unión Europea (UE).

Eslovaquia, la República Checa, Hungría y Bulgaria, que durante la primera oleada de la pandemia registraron algunas de las tasas de mortalidad más bajas de Europa, están sumidos ahora en una grave crisis, con hospitales al borde del colapso y cifras de fallecimiento cuatro o cinco veces superiores a la media de la UE.

CHEQUIA, MODELO FRACASADO

La República Checa tiene actualmente las tasas más altas del mundo de contagio y mortalidad por cada millón de habitantes en los últimos siete días, según los datos del observatorio Our World in Data, vinculado a la Universidad de Oxford.

Si en mayo la tasa era de 28 muertos por cada millón, ahora se sitúa en 2.183. En comparación, por ejemplo, la de España, muy afectada por la primera oleada, ha pasado de 589 entonces a la actual de 1.549.

Los expertos atribuyen esa evolución a la falta de previsión y el populismo que determina la gestión del Gobierno en Praga.

El país abandonó el estado de emergencia en mayo y relajó a partir de julio todas las medidas contra la epidemia, lo que muchos ciudadanos interpretaron como una victoria sobre el virus.

El símbolo de esa actitud fue una cena al aire libre con miles de personas en una mesa de 500 metros de largo desplegada el 30 de junio en el famoso puente de Carlos de Praga, sin distancia ni mascarillas y compartiendo alimentos y bebidas. Al encuentro se le llamó “Una fiesta de despedida de la pandemia”.

“Eso fue un error capital, y también que en julio y agosto se descuidara la preparación para un posible empeoramiento de la situación en otoño”, explica a Efe Vaclav Horejsi, de la Academia de Ciencias en Praga.

Esa relajación se extendió hasta entrado el otoño, cuando se anunciaba la segunda ola, por el miedo del Gobierno de perder apoyo popular de cara a las elecciones regionales y al Senado en octubre, afirma Hosejsi.

El actual confinamiento, en vigor hasta el 21 de marzo, con el cierre de colegios, comercios no esenciales, así como de locales de ocio y gastronomía, tampoco es suficiente.

Este experto exige del Ejecutivo, dirigido por el populista liberal Andrej Babis, limitar el funcionamiento de las empresas y de los transportes públicos, y campañas masivas de test PCR.

ESLOVAQUIA: LOS TEST NO BASTAN

La presencia dominante de la mutación británica, un sistema ineficaz de rastreo de contagios y un tardío confinamiento nacional han hecho que Eslovaquia sea ahora el segundo país del mundo en fallecimientos por covid-19, con casi 18 muertos por millón de habitantes en los últimos siete días.

Las cifras envidiables de la primavera 2020 se han convertido ahora en estadísticas negativas y han eclipsado al que fuera el primer país del mundo en realizar, en noviembre pasado, un test masivo a toda la población.

La estrategia de localizar y aislar a los positivos, como alternativa a detener toda la actividad económica, no funcionó.

Los expertos achacan parte de la crisis a la expansión de la variante del virus SARS-CoV-2 detectada inicialmente en el Reino Unido, que poco después de llegar al país a finales de 2020, reemplazó totalmente a las otras cepas.

HUNGRÍA: PROBLEMA EN LOS HOSPITALES

También en Hungría el aumento de los contagios y las muertes se achaca a la presencia de la variante británica y a que el Gobierno no ha tomado medidas a tiempo.

“Las restricciones que estaban en vigor desde noviembre ya no eran suficientes cuando llegó la cepa británica y el Gobierno, en lugar de hablar de cierres, defendió las aperturas”, señala a Efe Gabriella Lantos, una economista experta en gestión sanitaria.

Pese a que el Gobierno reconoció en febrero que esa variante estaba ya en el país, la experta acusa al Ejecutivo del primer ministro ultranacionalista Viktor Orbán de “no haber hecho nada durante semanas”.

El Gobierno húngaro impuso el pasado 3 de marzo, y hasta el 22, el cierre del comercio no esencial y los locales de ocio y gastronomía; mantendrá la educación a distancia hasta el 7 de abril; ha establecido la obligatoriedad de las mascarillas y sigue en vigor el toque de queda nocturno.

Hungría acumula 1.768 muertes por millón de habitantes desde el estallido de la pandemia, una subida del 3.800 % desde las buenas cifras de mayo pasado.

En este contexto, en el que varios hospitales dicen no tener capacidad para atender a pacientes, la vacunación avanza un poco más rápido que en otros países: el 13,8 % de la población ha recibido al menos una dosis, frente a la media europea del 11,4 %.

BULGARIA: POBLACIÓN ENVEJECIDA

En Bulgaria, a la falta de previsión o la cepa británica se suma, según las propias autoridades, una población envejecida, el 22 % tiene más de 65 años, y la elevada presencia de ciertas enfermedades crónicas.

Varios expertos consultados por Efe culpan de la situación al Gobierno, una coalición de populistas y ultranacionalistas, y a decisiones como permitir la reapertura de restaurantes y bares el 1 de marzo, además de su negativa a cerrar escuelas y guarderías.

Petar Markov, un destacado epidemiólogo de la London School of Hygiene and Tropical Medicine (LSHTM) afirma que será inevitable aplicar nuevas restricciones.

“La diferencia es que si se tarda días en tomarlas, varios centenares de nuestros compatriotas habrán perdido la vida”, alertó a Efe a principios de marzo y exigió realizar más test.

El porcentaje de test positivos oscila entre el 13 y 24 %, lo que, para algunos analistas, muestra que la tasas de infecciones que no se detectan es muy elevada.

De hecho, pese a tener una tasa de contagio por debajo de la media de la UE, el índice de mortalidad es uno de los más altos del mundo.

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