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Los peritos confirman que Asier pudo sufrir abusos sexuales en el colegio del Opus Dei en Vizcaya

El padre del menor víctima de abusos en Gaztelueta dice que su hijo"está mal"

Jesús Bastante

Asier -su nombre ficticio- tiene 19 años, pero hace nueve sufrió abusos sexuales por parte de su profesor en el colegio Gaztelueta, gestionado por el Opus Dei en Vizcaya. Y su vida cambió para siempre. Ahora, Asier busca un nuevo comienzo, basado en la justicia. eldiario.es ha tenido acceso a las pruebas periciales ordenadas por el Juzgado de Instrucción número 5 de Getxo, que investiga los abusos, y que demuestran que el testimonio de la víctima “es coherente y lógico” y que sus declaraciones “contienen criterios propios de realidad”.

Es decir, añade el informe, “tienen elementos de las declaraciones compatibles con situaciones experimentadas personalmente” (propias, señalan los psicólogos y médicos forenses, de baja autoestima, incomodidad respecto al sexo, inseguridad con los iguales, abusos en la infancia y temor al rechazo social).

La exploración ha sido señalada como “más que válida”, pese a que Asier no otorgó el consentimiento para llevar a cabo la exploración física, que el informe considera normal atendiendo a los abusos declarados y al impacto que éstos tuvieron en el menor, quien llegó a intentar suicidarse en varias ocasiones.

“Huella psíquica compatible” con los abusos

“Presenta una huella psíquica compatible con la que originan hechos como los denunciados. Actualmente, su conducta es disfuncional a nivel escolar, social y personal, con ruptura de la trayectoria vital previa a los hechos denunciados”, concluye el informe pericial, que diagnostica “trastorno de estrés postraumático, el cual ha cursado con periodos de agravación reactivos y periodos de estabilización”, que “es compatible con la vivencia de hechos como relatados”. “En la actualidad presenta como secuelas la sintomatología residual del propio trastorno de estrés postraumático”.

Las periciales servirán al Juzgado para reactivar un caso que, en el ámbito eclesial, parecía lamentablemente cerrado. El Obispado, por el momento, guarda silencio. Y la familia del joven encuentra consuelo a través de los jesuitas de Vizcaya y de la mediación que, en privado, está llevando a cabo el nuevo arzobispo de Barcelona (y encargado por el Papa de profundizar en la lacra de los abusos en España), Juan José Omella, quien siempre ha estado cerca del Asier.

El Opus Dei, por su parte, mantiene la tesis -ahora desmentida por las pruebas periciales- de que no hay caso. Es más, amparándose en una fugaz investigación realizada por Doctrina de la Fe (obligada tras la carta enviada por el Papa Francisco a la familia), el centro subraya que los hechos denunciados “no han sido probados y, en consecuencia, se debe restablecer el buen nombre y la fama del acusado”.

El director del centro, Imanol Goyarola, iba más allá y pedía que “junto con el restablecimiento de la fama del profesor, y de su buen nombre personal y profesional me parece importante que se repare de alguna manera el daño hecho a nuestro colegio, que se ha visto expuesto y cuestionado de forma injusta”. En ninguna de las dos cartas -que ya publicó este diario- Goyarola hacía la más mínima referencia al chico, quien -como aseguraron sus padres en diversas entrevistas- ha intentado suicidarse hasta en tres ocasiones.

Asier, que asegura haber sufrido abusos por parte de un profesor a los doce años -ahora tiene 19-, no ha recibido en este tiempo el más mínimo apoyo por parte del centro escolar -que se limitó a enviar un año al docente, numerario del Opus Dei, a Inglaterra con el pretexto de ampliar sus conocimientos de inglés-, ni del obispo de Bilbao, Mario Iceta. Acosos, burlas e intentos de suicidio.

Los presuntos abusos sexuales por parte del profesor se cometieron en los cursos 2008-09 y 2009-10, cuando su hijo cursaba primero y segundo de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) y tenía 12-13 años, aunque la familia no percibió que algo ocurría hasta la primavera de 2011, cuando el menor se negó a ir al colegio y empezaron las indagaciones.

Además, el profesor, a su vez, promovió, supuestamente, que el resto de compañeros acosaran y se rieran de la víctima con el objetivo de que le aislaran del grupo, “lo que consiguió”, según precisó el padre.

La familia había decidido no denunciar los hechos, ya que el estado anímico del menor le iba a impedir afrontar un proceso legal. “Los médicos dicen que un proceso así le provocaría un retroceso en su estado, pero cuando mi hijo esté preparado, lo denunciaremos, sin duda”, comentó en 2013. Ahora, tal y como demuestran los informes, ha llegado el momento de que se sepa la verdad.

La Fiscalía Superior del País Vasco incoó diligencias de investigación sobre este caso tras escuchar las declaraciones del padre, si bien éstas se archivaron. Según se argumentó entonces, los hechos tenían visos de realidad pero se procedió al archivo ante la imposibilidad de profundizar en la investigación. Ahora, el caso se ha reabierto, y es el juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 5 de Getxo, dirigido por Emilio Lamo de Espinosa, el encargado de llevar a buen término la investigación.

Bullying en el Munabe

Por otro lado, otro centro escolar del Opus Dei en Euskadi, el Munabe, está a punto de alcanzar un acuerdo extrajudicial que evite que el profesor acusado por un caso de acoso escolar no se siente en el banquillo. Tal y como adelanta Deia, el educador de Munabe fue denunciado por supuestos delitos contra la integridad moral (artículo 173.1 del Código Penal), por lesiones psíquicas (artículo 147.1) y por omisión del deber de impedir o denunciar la situación (artículo 450.1 y 2), penas que conllevan desde seis meses a tres años de prisión.

El caso discurrió por el Juzgado de Instrucción número 8 de Bilbao, que acordó continuar con las diligencias, y por la Audiencia Provincial de Bizkaia, que emitió un auto de desestimación del recurso interpuesto por el profesor ante la decisión de iniciar el juicio. Este último documento, al que tuvo acceso DEIA, recoge, entre otras cuestiones, que tanto el estudiante como su familia habían alertado de los sucesos al docente y al centro escolar, que no hicieron caso.

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