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El presidente egipcio no está para bromas

Un manifestante muestra una página del Corán durante una movilización a favor del presidente egipcio, Mohamed Mursi / EFE

EFE

El Cairo —

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Más de un disgusto se han llevado los artistas y periodistas egipcios que, por criticar o satirizar la política del presidente del país, Mohamed Mursi, han acabado recibiendo denuncias judiciales, amenazas y otras presiones.

La exposición esta semana de una serie de viñetas de personalidades políticas tampoco se ha librado de la polémica, ante la protesta de una asociación de caricaturistas que se oponía a la exclusión de dibujos críticos con Mursi.

Las paredes de la sala destinada para la muestra en el centro cultural Sawy, en El Cairo, han aparecido, no obstante, con algunos retratos del mandatario en los que no sale precisamente muy bien parado.

Las imágenes del islamista intentando auparse a un sillón presidencial mucho más grande que él o moviéndose bajo el control de varios mandos a distancia sugieren algunos defectos que se le achacan, como su supuesta falta de preparación o fuerte dependencia de los Hermanos Musulmanes.

Para el organizador de la exposición Tarek Sayed, la controversia suscitada “no está basada en la realidad”.

“Recogimos obras de muchos artistas y solo tuvimos pequeñas diferencias sobre la forma en que debíamos descartar algunos trabajos”, destaca a Efe.

Las caricaturas sobre el mandatario se extienden también al papel o a los muros de las calles. Incluso en las últimas protestas, los islamistas intentaron sin éxito borrar con pintura los grafiti que poco después volvieron a las paredes del palacio presidencial.

Pero no siempre la sátira escapa de control. El humorista televisivo Basem Yusef, conocido por sus comentarios mordaces contra los Hermanos, está siendo investigado por la Fiscalía a petición de un abogado que ve en sus programas un trato “humillante” hacia Mursi.

Una larga lista de letrados ha salido últimamente en apoyo de los islamistas en los juzgados, mientras la Presidencia egipcia dice estar al margen de esas acciones, aunque hace unos días demandó al periódico independiente Al Masry al Yum por difundir “mentiras” sobre la agenda del mandatario.

Mona Nader, especialista del Instituto de El Cairo para los Derechos Humanos, afirma a Efe que es “normal que se critique a Mursi como figura pública que es”, si bien los demandantes no lo entienden así y suelen recurrir al delito de la difamación.

“Se intenta censurar a cualquiera que levante un eslogan de la oposición”, sostiene esta defensora de derechos humanos, que recuerda las amenazas vertidas el mes pasado contra los periodistas en la llamada Ciudad de la Producción Mediática, a las afueras de la capital.

A las puertas de ese complejo acampó un numeroso grupo de salafistas que, además de sacrificar animales para comérselos y construir sus propios retretes, se dedicó durante días a exigir la “limpieza” de los medios de comunicación, en concreto los de corte laico y contrarios a la ideología islamista.

Ningún medio parece escapar de la censura, según Nader, que alude al caso de blogueros, columnistas e intelectuales perseguidos como el conocido escritor Abdel Halim Qandil.

Incluso destacados opositores como el premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei están denunciados ante la Fiscalía por un supuesto intento de derrocar a Mursi.

A veces la simple cobertura de un asunto delicado puede llevar a juicio. Es lo que le pasó a Walid Ismail, del periódico independiente Al Tahrir, que con otros informadores se enzarzó en una pelea contra policías en el juicio al expresidente Hosni Mubarak, sentenciado a cadena perpetua.

Por el momento, la reciente condena a un año de cárcel para Ismail va a ser revisada, al encontrar la Fiscalía irregularidades en el proceso.

En su diario, creado al calor de la revolución, son conscientes de lo preciada que es la libertad de expresión.

Uno de los editores de Al Tahrir (liberación), Mahmud Hosam, considera que la situación ha empeorado con la llegada al poder de los islamistas.

Mientras que durante el régimen de Mubarak los periodistas podían ser enjuiciados y se cerraban medios, actualmente la presión también procede de los miles de seguidores que tiene una organización tan arraigada como los Hermanos Musulmanes, sostiene Hosam.

“Es muy fácil que alguno de ellos denuncie a un reportero”, enfatiza el periodista, que cita otras formas de “intimidación” como la retirada de financiación de las empresas, el control estatal de los medios, los discursos incendiarios desde mezquitas o los ataques de radicales islamistas que -según dice- el Estado prefiere ignorar.

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