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Cuando los riñones no se pueden poner en cuarentena

Un paciente renal recibe su tratamiento de diálisis.

EFE

Mérida —

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Unas 55.000 personas en España se ven obligadas a abandonar el confinamiento en sus casas tres días por semana para poder continuar los tratamientos de hemodiálisis (HD), ya que sus riñones no entienden de cuarentenas ni de estados de alarma por el coronavirus.

Eso le ocurre a Catalina Jiménez, una mujer de 50 años, residente en la localidad cacereña de Torreorgaz, que habitualmente acudía a su clínica de diálisis en Cáceres lunes, miércoles y viernes, y que el pasado día 13 de marzo dio positivo en COVID-19, después de que “una simple tos” llevara a los médicos de este centro a realizarle una análitica, una placa y el test por coronavirus.

Y es que ni siquiera los enfermos renales contagiados, dos de ellos en la provincia pacense a fecha de 30 de marzo, según el jefe del Servicio de Nefrología del Complejo Hospitalario Universitario de Badajoz, Nicolás Roberto Robles, pueden olvidarse de sus sesiones de HD, por lo que se han habilitado salas especiales para ellos en estos centros, que son desinfectadas a diario.

Catalina fue la primera que estuvo en una de estas salas en Cáceres, en principio ella sola, rodeada de médicos y enfermeros con Equipos de Protección Individual, una imagen que asusta, tal y como reconoce en declaraciones a Efe, a pesar de que ella prácticamente ha estado asintomática, a diferencia de los otros cuatro contagiados que actualmente y “por desgracia” ya comparten con ella este espacio aislado para diálisis, que presentan fiebre y en algunos casos necesitan hasta oxígeno.

Según Robles, la enfermedad renal crónica no es en sí como tal una patología que agrave el contagio por coronavirus, aunque muchos de los pacientes que la sufren son mayores de 60 años y presentan otras dolencias, como diabetes e hipertensión, que les hacen ser un colectivo de riesgo.

Por ello, al inicio de la crisis por COVID-19 Extremadura diseñó un plan de contingencia que establecía ya que todas las personas que acudieran a diálisis lo tenían que hacer siempre con mascarilla y que el transporte sanitario colectivo se realizaría solo para ellos, sin mezclarse, como es habitual, con pacientes de otras dolencias.

De hecho Alcer Badajoz, una entidad siempre activa y en comunicación continúa con sus asociados, hasta tal punto que en estos tiempos de pandemia llega a enviar al día unos 600 WhatsApp, según su presidente Melchor Trejo, recomienda en su Facebook, la plataforma que más usa para mantener informado a su colectivo, que el traslado a las unidades de diálisis se haga, siempre que se pueda, en vehículos familiares.

Según el doctor Robles, todas las unidades de hemodiálisis existentes en la región, la mayoría en clínicas concertadas, como en el resto del país, cuentan con las medidas de protección suficientes para que profesionales y enfermos puedan seguir sus tratamientos sin riesgo de contagio, ya que, a su juicio, este colectivo ha ido tomando las medidas y las precauciones a tiempo para que no haya ningún peligro añadido a su ya delicada salud.

De hecho, tal y como explica, los dos contagiados en Badajoz que han obligado a poner en cuarentena a una clínica de hemodiálisis en la ciudad, lo más probable es que tuvieran contacto con el virus fuera de estas instalaciones porque el centenar de pacientes que acudían a ella han dado negativo en COVID-19.

Catalina Jiménez, que no sabe cómo se pudo contagiar y que por fin el pasado sábado dio negativo en un nuevo test de coronavirus, puede salir ahora ya de su habitación, después de 16 días de encierro, y “andar por casa con guantes y mascarilla”, una experiencia que no ha sido la más dura de su vida pues en 2014 un trasplante fallido de riñón le llevó prácticamente a estar dos años ingresada en el hospital.

Aunque reconoce que ha pasado miedo al saberse infectada por coronavirus, no se cansa de repetir que “ojalá todos los contagiados no hubieran tenido síntomas como yo, porque entonces no hubiera fallecido nadie”, y lanza el mensaje de que si algo le ha enseñado su experiencia como enferma crónica de riñón es que, a pesar de todas las dificultades, “nunca hay que perder la esperanza”.

Jero Díaz Galán

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