Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El ataque limitado de Israel a Irán rebaja el temor a una guerra total en Oriente Medio
El voto en Euskadi, municipio a municipio, desde 1980
Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
Noticia de agencia

Noticia servida automáticamente por la Agencia EFE

Esta información es un teletipo de la Agencia EFE y se publica en nuestra web de manera automática como parte del servicio que nos ofrece esta agencia de noticias. No ha sido editado ni titulado por un periodista de eldiario.es.

Rohinyás en Bangladesh y Birmania pierden el sueño por sus desaparecidos

Rohinyás en Bangladesh y Birmania pierden el sueño por sus desaparecidos

EFE

Shamlapur (Bangladesh) —

0

Comunidades de la minoría musulmana rohinyá repartidas entre Bangladesh y Birmania comparten hoy la pesadilla de tener a familiares en paradero desconocido en algún punto del Sudeste Asiático, después de tratar de escapar por mar de una vida de discriminaciones.

Unas 3.000 personas procedentes de ambos países han llegado en mayo a las costas de Tailandia, Malasia e Indonesia desde que se pusiera el foco sobre la crisis regional de inmigración, a raíz de las operaciones contra las redes de tráfico de seres humanos iniciadas por Bangkok.

En Shamlapur, una pequeña población de pescadores en el distrito limítrofe con Birmania de Cox's Bazar, muchos de los habitantes son refugiados rohinyás, una comunidad que cuenta con entre 200.000 y medio millón de miembros en Bangladesh.

Se han asentado en las últimas décadas, en distintos momentos de tensión política y conflicto en suelo birmano, y hoy sufren los estragos del éxodo marítimo de allegados desperdigados en uno y otro lado de la porosa frontera.

A Tohiba Katum se le nublan los ojos al recordar a su hija Sathkira, de apenas 14 años, con quien hace dos meses que no habla después de que marchara en barco a Malasia con el objetivo de “ganar dinero para la familia” y dejando a su madre a cargo de la nieta.

“Un traficante nos ha dicho por teléfono que está en algún lugar de Tailandia, pero no hemos podido contactar aún con ella. Nos ha prometido que la terminarán reubicando, que encontrará su destino. pero tal y como están las cosas...”, narra a Efe.

Tohiba va sumando desgracias a sus espaldas: ella y los suyos llegaron a Bangladesh en 1997 procedentes del distrito birmano de Sittwe, tras un rosario de penurias.

“Nos hicieron marchar por ser rohinyás. No podíamos aguantar más la situación. Los militares obligaban a realizar trabajos forzosos a Yunus, mi marido. Le rompieron los huesos. Ya no puede caminar bien”, lamenta.

Con la cadera visiblemente deformada y el rostro cansado, Yunus asiente cuando la mujer cuenta los malos tratos que sufrió.

Cruzaron desde Birmania a Bangladesh por bote a través del pequeño río Naf, que separa verdes colinas de ambos países y es una ruta de tránsito habitual para quienes sortean clandestinamente la frontera.

Aunque en sentido contrario, también la joven Nur Bibi navegó las aguas del Naf la última vez que visitó a su hermano pequeño Nurul Amin en el distrito birmano de Maungdaw, hace ya ocho años.

Se separaron cuando él era todavía un bebé y ella optó por asentarse en Bangladesh con el que se convertiría en su marido.

“Aunque casi toda mi familia se quedó en Birmania, nosotros vinimos a Bangladesh porque allí no nos dejaban casarnos. Impusieron restricciones. Nos pedían sobornos para registrar el matrimonio alegando que no somos ciudadanos del país”, explica a Efe Nur Bibi.

La distancia no es un impedimento para que la joven esté en contacto regular con los suyos, pero desde hace tres meses y medio no tiene noticias de Nurul.

Con solo 14 años, su hermano también decidió poner rumbo hacia Malasia en busca de mejor suerte.

En el barco matriz -pesquero en mar abierto que los traficantes cargan paulatinamente con gente procedente de botes menores- Nurul se encontró de hecho con Sathkira, que había partido desde Bangladesh unas fechas después.

“La última vez que hablé con Nurul fue cuando subió al barco. Desde entonces no he tenido más información”, asegura Nur Bibi, que agrega que su familia aún no ha entregado el dinero solicitado por los traficantes para llevar al adolescente al destino final.

Pese a todo, tanto ella como Tohiba admiten que sus parientes marcharon por voluntad propia, cansados de una vida llena de obstáculos a uno y otro lado del río Naf.

Etiquetas
stats