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Salamanca en fotos durante la pandemia: asombro, dolor y solidaridad

Salamanca en fotos durante la pandemia: asombro, dolor y solidaridad
Salamanca —

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Salamanca, 1 oct (EFE).- Tensa pugna entre fantasía y realidad librará el ánima del visitante que a partir de este jueves se acerque hasta la Filmoteca Regional al reclamo de “La vida a la deriva”, cien fotografías con las que José Manuel García 'Jota' ha tallado la memoria de Salamanca durante el estado de alarma.

Doble carga ha sobrellevado este reportero gráfico, colaborador de la Agencia EFE: por una parte la de dar fe de un episodio tan inédito como impredecible, y de otro lado tratar de convencer de que no es ficción, de que las fotografías responden a una realidad totalmente ayuna de retórica.

Congoja, sinsabor y amargura son algunas de las sensaciones que dejó la covid en Salamanca entre el 15 de marzo y el 22 de junio, “99 noches y 99 días” de una pandemia moderna “nunca vista, jamás esperada, que trastocó los resortes de una ciudad, de un país, del mundo”, en palabras del periodista Justino Sanchón, colaborador de la Agencia EFE, que ha puesto letra a ese devocionario de Pasión.

Fueron días de penumbra en la ciudad dorada por el reflejo de la arenisca de Villamayor en todos sus monumentos, incluida la antigua Casa de las Viejas, desde hace años sede de la Filmoteca Regional y que hasta enero de 2021 alojará esta exposición que ha presentado Sanchón junto a la directora del centro, Maite Conesa, y al director de Políticas Culturales de Castilla y León, José Ramón González.

Levantada en el siglo XVII, esa casa fue el primer asilo de caridad de España y ahora cobija la memoria audiovisual de Castilla y León a través de fondos permanentes que custodia la Filmoteca Regional, pero también de exposiciones temporales como “La vida a la deriva”.

“Fueron cerca de cuatro meses en los que Salamanca se transformó, como otros miles de ciudades. Se volvió silenciosa, a veces tétrica, otras muchas se convirtió en una ciudad triste, como otras tantas”, apunta Sanchón en el pórtico literario de esta “memoria confinada”.

Cien imágenes en color -treinta y cinco expuestas y sesenta y cinco proyectadas-, testimonian la fragilidad de la condición humana, rebajan la insolencia del mundo globalizado, abren interrogantes sobre el futuro como sociedad y revisan valores que se insinuaban periclitados.

La Plaza Mayor salmantina, reloj vitalicio de la ciudad, clavó sus manecillas en la soledad y desolación que refleja una de las primeras imágenes que recibe al visitante, acaso la más impactante y que marcó la medida de la pandemia, con un solitario viandante engullido por la geometría de arcadas y balcones.

Al vacío y el silencio le siguieron las dudas de los ciudadanos sobre las medidas de seguridad personal y de movimientos en la calle, la vigilancia policial y el retorno al primer plano de figuras como el Ejército en una de sus misiones: la solidaria a través de desinfecciones y ayuda a los más necesitados.

De todo ello da cuenta el fotógrafo en una ciudad como Salamanca, de amplia nómina de fedatarios gráficos de su tiempo e historia como han sido Luis González de la Huebra, Venancio Gombau, Primitivo Carvajal, Cándido Ansede, Eustaquio Almaraz, Ángel Quintas, José Núñez Larraz y Luis Cortés, entre otros.

Los sanitarios ocupan un lugar preferente en este bajorrelieve de una época junto a los voluntarios, a los trabajadores de las residencias de mayores, pero también los ancianos doblemente confinados por la pandemia y la soledad de sus habitaciones de las que con frecuencia partían hacia la eternidad sin el consuelo de la familia.

José Manuel García de Porras “buscó y encontró, escudriñó cada rincón, cada gesto, cada paso de los ciudadanos, porque a su manera, a la manera que marcó el confinamiento y el estado de alarma, la vida continuó de forma pausada”, apunta Justino Sanchón al abrochar esta gavilla gráfica, aleccionadora pero preñada de esperanza.

Roberto Jiménez

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