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El santuario de Meiji cumple cien años honrando la memoria del Japón moderno

Fotografía del 18 de enero del santuario sintoísta de Meiji, en Tokio, que celebra este año cien años desde su fundación como centro religioso consagrado a la figura del emperador Meiji, la figura que a partir de 1868 sacó a Japón de su tradicional aislamiento. Gran parte del complejo religioso fue destruido por unas 1.600 bombas que cayeron durante la II Guerra Mundial, y se tardó trece años en reconstruirlo. Meiji Jingu o santuario de Meiji es uno de los centros sintoístas más visitados por los turistas que acuden a Japón, pero para los nipones es el símbolo de una época con enormes cambios en la historia del país y también por las heridas que dejó la guerra.

EFE

Tokio —

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Enclavado en el corazón de Tokio, el santuario de Meiji cumple este año un siglo desde su fundación, honrando la memoria de una era que acabó con el aislamiento de Japón y recordando los destrozos que sufrió durante la II Guerra Mundial.

Meiji Jingu o santuario de Meiji es uno de los centros sintoístas más visitados por los turistas que acuden a Japón, pero para los nipones es el símbolo de una época con enormes cambios en la historia del país y también por las heridas que dejó la guerra.

Entre el 9 y el 10 de marzo de 1945, unas 1.600 bombas lanzadas por aviones estadounidenses cayeron sobre Meiji Jingu y dejaron en cenizas el santuario.

No era un objetivo militar estratégico, pero sí clave para minar la moral de los japoneses durante el conflicto armado.

“Las bombas que cayeron acabaron quemando y destruyendo todo el edificio principal”, dice a Efe el portavoz de Meiji Jingu, Munetoshi Hirao, teniendo a su espalda la “torii” o puerta de acceso al santuario, uno de los pocos elementos del complejo que quedaron en pie.

Y es que Meiji Jingu es uno de los pocos lugares religiosos en Japón con un profundo simbolismo político, porque fue levantado en medio de una enorme movilización nacional para honrar la memoria del emperador Meiji (1852-1912), el artífice de la era que sacó a Japón de su aislamiento y lo vinculó al resto del mundo.

El emperador Meiji “hizo un cántico que hablaba de respetar las cosas que existen desde el tiempo remoto, pero buscando la modernización del país introduciendo lo que se aprende en Occidente”, recuerda el sacerdote.

La construcción del santuario, en un área que se extiende por 700.000 metros cuadrados, comenzó en 1915, tres años después de la muerte del emperador Meiji, y quedó completada en 1921.

El 1 de noviembre de 1920 fue cuando se decidió dedicarlo a la memoria del emperador y de la emperatriz Shoken, en unas celebraciones a las que asistieron medio millón de japoneses.

Eran tiempos en los que se mantenía el carácter divino de los emperadores, y se respetaban como dioses de la misma forma que el culto sintoísta venera el espíritu divino de elementos de la naturaleza como los árboles o el viento.

“Meiji Jingu es el lugar en donde son venerados (el emperador Meiji y la emperatriz Shoken), pues fueron el símbolo de la modernización del país”, insiste el sacerdote.

El complejo arquitectónico está rodeado de un parque en el que se plantaron 100.000 árboles donados desde todos los rincones del país y en cuyos trabajos participaron 110.000 voluntarios.

Sólo algunas bombas de la II Guerra Mundial cayeron en ese parque, porque la mayoría se concentró en los edificios del complejo. La humedad del suelo y el tipo de árboles plantados (una mayoría de hoja perenne) impidió que se desatara un incendio que destruyera el pequeño bosque.

Para celebrar la consagración del santuario, los responsables ya han montado unos paneles en el camino de acceso donde se recuerda la construcción del lugar y se hace un recuento de la Era Meiji, iniciada en 1868, un año después de que ese emperador llegara al Trono del Crisantemo, a la edad de 14 años.

Aunque ya desde el inicio de este año han comenzado las ofrendas, los actos más importantes se van a desarrollar entre el 30 de octubre y el 1 de noviembre próximos. Incluirá la decoración con 5.000 lámparas dentro del complejo.

Anualmente visitan Meiji Jingu unos diez millones de personas, de las cuales los responsables del santuario calculan que el 40 % son extranjeros.

Han llegado al centro religioso jefes de Gobierno y de Estado de muchos países, y también han recibido visitas imperiales. También se ofician periódicamente bodas notables en las que participan celebrantes vestidos con ropas tradicionales elegidas con esmero.

Medio centenar de sacerdotes y sacerdotisas están vinculados a este santuario, a los que se unen dos centenares de personas encargadas de su conservación..

El complejo original fue diseñado por el arquitecto Chuta Ito, uno de los fundadores de la arquitectura nipona. La reconstrucción, que duró trece años a partir de 1945, estuvo dirigida por el arquitecto Takashi Sunami.

“Los edificios de Meiji Jingu usan maderas al natural, que no están lacadas. Ello refleja la imagen de la vida sencilla de los emperadores Meiji”, dice el portavoz.

La reconstrucción de Meiji Jingu fue unos mayores emprendimientos del Japón posterior a la II Guerra Mundial. Si las bombas intentaron minar el espíritu de los japoneses, su reconstrucción se convirtió en una especie de revancha moral.

“Se fundó un comité de reconstrucción en aquel entonces, y los políticos y empresarios defendían lemas como 'Sin la reconstrucción de Meiji Jingu no hay reconstrucción de Japón'”, recuerda el sacerdote.

Agustín de Gracia

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