El turista indignado ante el olvido del Parador de León como campo de concentración: “Debería dejar de ser un hotel”

Elena Cabrera

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Wilfried Stuckmann prendió la llama. Lo hizo con la gasolina de la sorpresa y la indignación del extranjero que con tanta frecuencia carece el español. El principio de esta historia habría que situarlo en las vacaciones de Semana Santa de un turista alemán en el mes de abril del año 2014. Wilfried y su esposa recorrían la cornisa cantábrica y decidieron pasar dos noches en San Marcos, el impresionante Parador Nacional de León. ¿Qué es lo que sabían los Stuckmann de aquel lugar antes de llegar? Lo que habían leído en la central de reservas Booking: la exaltante belleza renacentista del edificio, su concepción original como convento, la decoración dotada de fastuosos muebles y tapices, y las habitaciones con wifi gratuita. Ni una sola mención a lo que, una vez allí, les despertó una profunda repulsa.

En su primer día en la ciudad vieron las procesiones y, al caer la noche, tomaron una copa en la Plaza Mayor y se fueron a dormir. A la mañana siguiente, visitaron el claustro del antiguo monasterio y leyeron la información que se les proporcionaba sobre el edificio, como por ejemplo que en el siglo XVI, fue la prisión en la que estuvo encarcelado el ilustre poeta español Francisco de Quevedo. No fue hasta que rebuscaron más, fijándose como solo se fijan los visitantes ociosos, que en la parte de atrás del claustro encontraron unos carteles en los que se explicaba que aquello había sido un campo de concentración entre 1936 y 1940, durante la Guerra Civil española y algo más allá.

“Nos quedamos en shock”, confesó en aquel momento a este diario, que contó que su enfado ante la ausencia de un dato tan relevante como aquel en la plataforma de reservas, le movió a escribir un comentario de queja. La sorpresa siguió en aumento al comprobar que se rechazaba la publicación del comentario porque la política de uso del sitio prohíbe dejar comentarios que hagan alusiones a las guerras. Stuckmann siguió poniendo reclamaciones, pues aseguró que jamás se habría alojado en un lugar donde se hubiera humillado y maltratado a personas de aquella manera, de haberlo sabido. La empresa prefirió devolverle el dinero de su alojamiento antes que publicar sus palabras. El turista decidió donar esos 396 euros a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).

El pequeño gesto de Wilfried hizo su historia grande y mucha más gente, no los que van y vienen sino los que cada día pisan el mismo suelo que se pisó hace ochenta años, comenzaron a ver lo que estaba delante de sus narices: el Parador de Turismo de León había sido un campo de concentración y nada parecía recordarlo. Los que sí lo recordaban, se estaban muriendo, y a menudo callaban. Siete años después, se ha instalado un panel explicativo que antes no existía y se ha rendido homenaje a los presos de esos muros, con la presencia del más longevo de ellos, Josep Sala, de 101 años. No obstante, ni la página de Booking ni la de Paradores advierte a los viajeros que por allí pasaron alrededor de 20.000 presos republicanos y que entre 1.500 y 2.900 murieron por enfermedades, maltrato o asesinato.

Por otro lado, la placa que solicita la ARMH no es tal, sino el mencionado panel explicativo, que el presidente de la asociación, Emilio Silva, valora que es demasiado pequeño y está mal ubicado. “Esa placa es microscópica y está detrás de una puerta que está cerrada, por lo que solo se visita si específicamente lo pide un cliente”, dice. Silva recuerda que Antonio Gamoneda escribió un manifiesto para la recogida de firmas que se titulaba Una puerta para la memoria, “pero han puesto una puerta cerrada”, añade. Tras esa puerta cerrada, está también la escultura formada por piedra de talco y una chapa de hierro que hasta ahora era el único recuerdo del campo de concentración. Forma parte del Museo de León y está acompañada del texto de Quevedo: “Vivo en conversación con los difuntos y escucho con los ojos a los muertos” y una dedicatoria a “quienes sufrieron prisión, tortura y muerte en San Marcos durante la Guerra Civil (1936-1939)”. Un homenaje que tampoco gusta a Emilio Silva, cuya asociación nació en León, en Ponferrada: “Ni dice quiénes sufrieron prisión ni quiénes los reprimieron, y habla de Guerra Civil pero en León no hubo Guerra Civil”, como recordaba la periodista Olga Rodríguez en su intervención: “No hubo Guerra Civil porque el golpe triunfó a pocas horas del inicio ni hubo bandos enfrentados. Se produjo una persecución sistemática contra quienes pensaban de forma diferente a los franquistas, un plan estudiado para eliminar a quienes tenían unas ideas políticas determinadas y asesinadas por no apoyar el golpe”. Por todo eso, la ARMH va a realizar una queja ante Paradores para que el tablón informativo se sitúe en un lugar de paso, para que sea más visible y que se incluya un párrafo sobre el campo de concentración en la web oficial de este hotel de lujo.

En este tiempo, Wilfried ha seguido las actividades de la ARMH y volvió a saber que nada había cambiado en el Parador de León cuando elDiario.es se puso en contacto con él en diciembre de 2020. En ese momento, dijo que estaba dispuesto a hacer otra donación para conseguir que se instalara la placa que la Asociación llevaba tiempo pidiendo, incluso con una recogida de firmas encabezada por literatos de alta fama. “Supe que el Parador iba a ser renovado y que se estaba intentando borrar el recuerdo de los crímenes fascistas”, explica a elDiario.es desde Berlín tras la celebración del homenaje .

“Es una gran pena que el Parador no haga referencia oficial a su pasado”, dice Stuckmann al respecto de la ausencia de información en la web de Paradores. En el acto de esta semana en San Marcos, en el que además de Josep Sala asistió el poeta Antonio Gamoneda, el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, el director del Instituto Cervantes Luis García Montero y los periodistas Olga Rodríguez y Carlos Hernández, hizo la presentación Óscar López, presidente de Paradores. López dijo: “En Paradores no ocultamos la historia”. Que se recoge la información al respecto del campo de concentración en la web es una petición que también viene haciendo en este tiempo la ARMH. “Nunca nos habríamos alojado en un lugar como ese, de haberlo sabido”, dice Wilfried. Hay información que no es fácil de obtener, como dijo Carlos Hernández durante el homenaje, “la historia de San Marcos es muy conocida en León pero muy desconocida en el resto de España”, pero tampoco tan difícil, pues Hernández es el autor del libro Los campos de concentración de Franco: Sometimiento, torturas y muerte tras las alambradas. Fueron más de 300.

En su presentación, que fue seguida por los medios por streaming ya que se realizó únicamente para un pequeño grupo de invitados, Óscar López habló de que aquel era “un acto para reconocer a las personas que sufrieron por lo que sufrieron”, en un edificio “que tiene mucha historia y por lo tanto no toda ella es positiva, evidentemente”. “Hoy se dedica a cosas mucho más positivas de las que se dedicó en el pasado”, añadió. Y se despidió dedicando el acto “a la memoria de Josep Sala y de los miles como él que vivieron lo que vivieron en estas cuatro paredes”. Unos minutos después, en su intervención, Carlos Hernández pidió a la gente que se aloja en el Parador que “disfrute pero con memoria” y que “no se esconda nunca más la historia, y mucho menos la historia de las víctimas de lugares como este, debajo de la alfombra”.

Carlos Hernández califica el campo de San Marcos como uno de los más “letales y terribles” de los 300 que existieron. Zapatero, en su intervención, le contestó diciendo que lamentaba que España “no reparase en que existieron cientos de campos de concentración”, con “personas que estuvieron presas, que fueron fusiladas o que simplemente desaparecieron”. Hernández, contundente en su intervención, indicó que había que “sacar del olvido una página ignorada en los libros de historia y los educativos y es que en España hubo un sistema de campos de concentración, lo cual no es una definición subjetiva, si no que así lo llamaban las tropas franquistas y así lo llamaba la dictadura cuando terminó la guerra”. Un sistema de campos y batallones por el que pasaron cerca de un millón de prisioneros, en su mayor parte hombres. “Hubo exterminio selectivo, investigación a los prisioneros para que ninguno quedara sin purgar, explotación laboral para realizar trabajos forzados por toda España”, añade. San Marcos “era un sitio punitivo y reeducación, donde querían lavarles el cerebro después de haberles derrotado en el campo de batalla”.

Wilfried Stuckmann está aprendiendo español y espera volver pronto de viaje. Ha seguido las reacciones a su pequeña cruzada y también los comentarios en Twitter de familiares de presos que han visibilizado las historias poco a poco olvidadas. “Por otro lado, sigo siendo de la opinión de que el Parador de León no debería ser un hotel, sino exclusivamente un lugar de recuerdo”, señala Stuckmann cuyo ojo está entrenado no solo por la distancia sino también por ser alemán. “Puede ser que en Alemania nos importe más que en España la revalorización histórica de los crímenes fascistas”, dice. “Tal vez, pero también en nuestro país vuelven a sonar voces retrógradas que trivializan los crímenes de los fascistas. Todos, en todos los países del mundo, no debemos cejar en el empeño de mantener viva la memoria de los crímenes”, señala.