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Un urbanismo con visión de género para que la ciudad facilite la vida a la mujer

La profesora de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Madrid, Inés Sánchez de Madariaga, durante la entrevista.

EFE

Madrid —

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Acabar con espacios inseguros donde puedan cometerse asaltos sexuales, crear viviendas que faciliten la corresponsabilidad, el cuidado de dependientes y la vida de personas con discapacidad y conectar mejor trabajo y hogar son algunas de las aportaciones de la perspectiva de género al urbanismo y la arquitectura.

“Hombres y mujeres vivimos de manera distinta, usamos la ciudad de manera distinta sobre todo por las actividades de cuidado: estadísticamente son las mujeres las que mayoritariamente se ocupan de estas tareas”, explica en una entrevista con Efe la profesora de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Madrid, Inés Sánchez de Madariaga.

La arquitectura y el urbanismo con perspectiva de género pretenden que las ciudades y los edificios respondan mejor a las necesidades de tanto de hombres como de mujeres, poniendo especial énfasis en la accesibilidad y las tareas de cuidados.

El diseño de las ciudades, sostiene Sánchez de Madariaga, incide en que la combinación de empleo y tareas de cuidados se haga con mayor o menor dificultad.

Y puede llegar a limitar la trayectoria profesional de los cuidadores -cuidadoras, en la mayor parte de los casos- e incluso provocar que sea “imposible hacerse cargo de una familia y al mismo tiempo trabajar a tiempo completo”.

La arquitectura ha sido una actividad “muy masculinizada” construida con “un sesgo desde la experiencia vital masculina”, pero la incorporación a este oficio en las últimas décadas de mujeres arquitectas está impulsando “un cambio significativo” a la hora de entender las necesidades específicas de las mujeres que debe satisfacer la ciudad.

“¿Cómo hacemos para que la ciudad nos permita vivir mejor la vida cotidiana, en particular la de las mujeres, que son quienes de manera mayoritaria se ocupan del cuidado de otras personas?”, reflexiona la profesora de la Universidad Politécnica de Madrid.

CIUDADES SEGURAS CONTRA LAS AGRESIONES SEXUALES

Mejorar no sólo la seguridad, sino la percepción de seguridad que tienen las mujeres de la vía pública es uno de los objetivos del urbanismo con perspectiva de género: “La percepción de seguridad es muy importante porque las mujeres dejamos de ir a determinados lugares cuando percibimos que puede haber riesgo de asalto sexual. Lo sabemos todas por nuestra experiencia personal”.

La posibilidad de ver y ser visto, de oír y ser oído, de poder huir, de que haya personas en la cercanía y orden o desorden son elementos que influyen en la percepción de seguridad.

Así, los túneles sin visibilidad, las paredes ciegas o los bordes de unas vías de tren pueden suponer riesgos potenciales para las mujeres. Por ello, los nuevos trazados intentan dar respuesta a esta realidad y evitar estos diseños.

Sánchez de Madariaga indica que desde los años 80 se realizan marchas exploratorias en las que participan mujeres residentes en los barrios y arquitectas y urbanistas para identificar las condiciones de seguridad y mejorar la ciudad en este sentido.

EDIFICIOS ACCESIBLES Y PARA LA CORRESPONSABILIDAD

La perspectiva de género no sólo se fija en el diseño de las calles y espacios públicos, también en el de los edificios.

El estilo de vida ha cambiado, incide Sánchez de Madariaga, y las viviendas han de adaptarse a los distintos ciclos vitales de los individuos: personas que envejecen y necesitan cuidados, familias que tienen hijos pequeños que tardarán en independizarse...

Sánchez de Madariaga, asesora de la ONU en urbanismo con perspectiva de género, ha participado precisamente en la elaboración del borrador del proyecto de habitabilidad y normas de diseño de las viviendas del País Vasco.

Entre las medidas recogidas en el decreto, se encuentran habitaciones más grandes -de un mínimo de 10 metros cuadrados- para adaptarse a la evolución personal de las personas que viven en el hogar -ya sea un niño que se hace adulto o una persona que empieza a ser dependiente- y cocinas más amplias en las que quepan dos individuos para fomentar la corresponsabilidad y comunicadas con el comedor.

“Hay que pensar en estas nuevas situaciones que antes no se daban porque antes la familia extensa convivía bajo un mismo techo. (...) Esto prácticamente ya no existe y es una de las razones que hace tan difícil tener hijos en la ciudad”, subraya la experta.

Además, el texto elaborado por el gobierno vasco también exige que los espacios comunes de los edificios velen por la integridad de sus moradores al evitar la existencia de ángulos muertos, retranqueos, esquinas, zonas oscuras “y demás espacios que puedan poner en peligro la seguridad de las personas usuarias, especialmente en lo que se refiere a garantizar la seguridad desde el punto de vista de género”.

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