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Los vecinos de la Vega Baja empiezan a tomar conciencia de los enormes daños

Imagen aérea de la ciudad de Dolores (Alicante) inundada a causa del desbordamiento del río Segura por la Gota Fría, cuyas consecuencias siguen afectando gravemente a las provincias de Alicante y Murcia, especialmente a la Vega Baja del Segura.

EFE

Almoradí (Alicante) —

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Los vecinos de la Vega Baja del Segura, la comarca alicantina que ha quedado inundada tras el paso de la gota fría y el desbordamiento del río Segura, empiezan a tomar conciencia de cómo han quedado dañadas sus viviendas y pertenencias tras la marcha del agua y la limpieza del barro.

“Estamos comprobando cuál ha sido realmente el desastre”, comenta a Efe Javier Moya, vecino de Orihuela: “Ahora es cuando vienen los días de los sustos”.

Moya lo cuenta mientras ayuda a sacar barro de un despacho de una familiar: “Ya no llueve y parece que el nivel del río está controlado, pero estamos todos sacando barro, esto es un desastre”.

A la clínica veterinaria de su mujer todavía no se puede entrar porque está toda inundada, por lo que se ocupan de colaborar con los demás afectados.

Tras tres días incomunicados en casa, a los habitantes de Orihuela les llegan las jornadas “de trabajo y solidaridad” aunque Moya, no obstante, quiere transmitir un mensaje de esperanza: “Al final, todo acabará quitándose, el barro y el agua, y saldremos adelante”.

También en Orihuela está Carola Sigüenza, quien confiesa que comienza a “liberar los nervios” acumulados durante estas duras jornadas.

El jueves a mediodía salió de su trabajo en Torrevieja y su regreso se convirtió en “una odisea”, recuerda. “Pensé que no lo contaba”.

Fue dando rodeos por diferentes accesos hasta que por fin pudo entrar a casa de su familia ya que su domicilio, en el centro de la ciudad, estaba incomunicado.

Duramente estos días, ha estado atrapada en la vivienda: “La fachada era una ciénaga”, manifiesta: “Solo se podía salir a nado”.

Hoy, ya con más libertad de movimientos, ha podido “comprar una barra de pan en un pequeño comercio”, ya que las grandes superficies están cerradas.

“Estoy como loca”, bromea antes explicar que también ha visitado la pedanía de La Matanza para tratar de rescatar a las cinco mascotas que se habían quedado en casa de una amiga: “Hemos podido salvar a cuatro”.

Las pedanías rurales de Orihuela y el resto de localidades situadas en la comarca son las que se han llevado la peor parte de la crecida del Segura.

En Molins reside Ricardo Sááez, quien tuvo que “salir de allí corriendo el viernes” y está en Orihuela, en casa de sus padres.

“He hablado con vecinos y la gente va por allí en barca”, afirma antes de explicar que en la ciudad la sensación actual es de “normalidad extraña”.

“Es muy impactante, todos los parques están llenos de coches amontonados”, indica.

Una vecina de una vivienda cercana al ayuntamiento, Begoña, protesta por la falta de ayuda del municipio para desatascar las calles anegadas y limpiar su casa.

“No nos ha ayudado nadie. Entiendo que se centren en rescatar a la gente de la huerta, pero siento impotencia, rabia y desasosiego porque estamos así y parece que otros a los que no les ha llegado el agua están como de fiesta”, se queja Begoña, quien confía en que sea verdad el anuncio de las ayudas económicas a los damnificados.

Hoy la atención está puesta en Almoradí, donde una nueva rotura del muro de contención del Segura se ha roto a la altura de la pedanía de Heredades, de la que han sido desalojados los habitantes.

Daniel Morata vive en la zona de El Bañet, una urbanización construida “en zona inundable”.

“Todos estamos expectantes por la nueva subida de las aguas”, indicado. Ahora dependen totalmente del reparto de agua y víveres por parte de las unidades del Ejército desplazadas a la localidad.

“No tenemos agua potable”, cuenta. Por ello él y su mujer están racionando unos botellines de agua que pudo comprar antes del temporal; para el uso doméstico del agua están “tirando de la piscina” de la urbanización.

A su juicio, el problema de Almoradí estriba en que a medida que se reparan las roturas en el muro del río se devuelve presión al cauce, y este “se rompe más abajo”, que es lo que ha sucedido en Heredades.

“Habrá que ir llenando el cauce de retales hasta que toda el agua llegue hasta el mar”, augura.

Una mujer con un huerto cerca del cámping de Crevillent, que ha sido desalojado, relata a Efe que uno de los gatos que tiene ha muerto ahogado y que el resto estaba en el tejado de una caseta cuando llegó al lugar al rescate.

“La situación es complicada y duele mucho ver a tus animales así y que el campo está en esta situación tan lamentable”, protesta.

En una casa de campo de los alrededores de Catral vive desde hace diez años un matrimonio británico de unos 60 años que tuvo que marcharse rápidamente ayer por la subida del agua.

La pareja ha aprovechado que dispone de una autocaravana para trasladarse con ella a un polígono industrial cercano para pasar la noche, aunque la mujer asegura que se siente “desolada” por este “desastre”.

El matrimonio espera que baje el agua para regresar y ver el estado en que se hallan sus pertenencias, incluido un coche aparcado en los bajos.

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