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La vibrante noche de Bangkok, entre la normalidad y la bancarrota

La vibrante noche de Bangkok, entre la normalidad y la bancarrota
Bangkok —

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Bangkok, 23 oct (EFE).- La vibrante noche de Bangkok, referente del ocio nocturno de Asia, se enfrenta a la pandemia con dos realidades opuestas: los bares cerrados o desiertos de las zonas turísticas contrastan con la aparente normalidad de los establecimientos frecuentados por una clientela local.

El cierre de las fronteras internacionales ha impactado a esta industria del entretenimiento, que en 2018 movió en todo el país casi 5.500 millones de dólares (o 4.640 millones de euros), conforme a cifras oficiales, con Bangkok -la ciudad más visitada del mundo por cuarto año consecutivo- como la joya de la corona.

Centenares de miles de turistas viajaban cada año a la caótica megaurbe para disfrutar de juergas sin fin y noches desenfrenadas cualquier día de la semana.

La pandemia, sin embargo, ha sumido en un profundo letargo los recintos de entretenimiento nocturno en barrios turísticos, antes abarrotados hasta la bandera, por el cierre de fronteras decretado desde marzo y todavía vigente.

Mientras, otros establecimientos a los que acudían en su mayoría tailandeses o residentes en el país retoman la normalidad, después de las semanas en las que estuvo vigente el toque de queda nocturno o la prohibición de venta de alcohol entre abril y junio.

El 3 de septiembre, las autoridades confirmaron el positivo por la COVID-19 de un disyóquey que trabajó en varios locales mientras estaba infectado, pero no se detectaron más contagios.

Aunque más de 1.000 casos han sido detectados en un brote reciente en un mercado de abastos, Tailandia continúa con cifras relativamente bajas, con más de 4.900 contagios acumulados, incluidos 60 muertos.

DE LA MECA DE LOS MOCHILEROS, A LAS CALLES VACÍAS

El bullicio de Khao San, la calle del casco histórico afamada por ser una de las mecas de los mochileros, ha desaparecido al secarse la afluencia de turistas ávidos de fiesta.

Los puestos ambulantes se han marchado, decenas de hostales han cerrado y solo algunos locales de ocio subsisten con parroquianos y confiando en la llegada de tailandeses con ganas de fiesta.

Elle, dueña del bar-restaurante Moonshine en una calle paralela a Khao San, comenta a Efe que este es “el momento más bajo de la zona” en más de 20 años, desde que estableció su negocio.

La propietaria, cuyo local está jalonado por establecimientos que cerraron durante la pandemia, explica que se mantiene gracias “a la base de varias generaciones de universitarios” tailandeses que frecuentaban el local durante sus estudios y que de manera esporádica continúan viniendo “junto con las nuevas generaciones”.

A pesar de que el Gobierno estudia planes para una progresiva apertura al turismo, responsable de cerca del 20 del PIB y que en 2019 atrajo a 39,8 millones de visitantes, la empresaria se muestra escéptica y apunta que los visitantes extranjeros tardarán en regresar.

PRÁCTICA NORMALIDAD EN LOS BARES DE CLIENTELA LOCAL

En la otra punta de la ciudad, media docena de coches de lujo permanecen aparcados ilegalmente en el arcén de la avenida Thong Lor, un céntrico barrio acomodado de la metrópoli, mientras sus dueños festejan en algunos de los locales de moda de la ciudad que han retomado la práctica normalidad.

Numerosos grupos de juerguistas se reúnen alrededor de pequeñas mesas repletas de alcohol y en locales con la música electrónica a todo volumen, una imagen similar a la que se vivía hace meses cuando se desconocía el peligro de la COVID-19.

En Patpong, una de los barrios rojos de la ciudad, también la situación se acerca a la normalidad en los pequeños bares y locales decanos, si bien cerca de la mitad de sus lupanares mantienen las persianas bajadas.

“El impacto que (el coronavirus) ha tenido en Patpong es menor a otras áreas, si bien el negocio en la zona sufre una caída desde hace varios años”, explica a Efe Michael Messner, quien ha regentado media docena de bares en la zona aunque actualmente está centrado en el Museo de Patpong.

El empresario austríaco resalta que la pandemia puede tener un resultado positivo para el barrio “forzando cambios que necesita el área para reinventarse y atraer nuevas ideas”.

ABRIR DURANTE LA PANDEMIA

El descenso en el número de clientes ha empujado a varios locales a cerrar, ya sea temporal o permanentemente, aunque empresarios como la drag queen Pangina Heals han apostado por abrir nuevos establecimientos a pesar de la crisis.

“Sentí la necesidad de decir que 'la vida continúe' (...) quiero que la gente luche por sobrevivir y no se rinda, que tengan ganas de bailar, tocar a quien ame, que vengan y disfruten la noche como hacía antes (...) Quería crear un ambiente seguro para los clientes, así que decidí continuar con mi viaje hacia mi propio negocio”, apuntó a Efe la dueña de House of Heals.

El glamuroso bar, donde hay actuaciones musicales y de baile, abrió por primera vez tras las semanas de cuarentena parcial y cuenta como clientes a grupos de locales y residentes extranjeros.

“Estoy convencida de que una vez se reabra al turismo, vamos a ser un éxito”, asegura la empresaria con determinación.

Noel Caballero

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