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La vida suspendida entre los escombros del Wilton Paes

La vida suspendida entre los escombros del Wilton Paes

EFE

Sao Paulo —

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Mientras decenas de bomberos recogen los escombros del edificio Wilton Paes de Almeida, algunos de sus inquilinos siguen refugiados a las puertas de una iglesia de Sao Paulo, un día después de que parte de sus vidas se viera ferozmente consumida por las llamas.

El predio de 24 plantas, una antigua sede de la Policía Federal, se desmoronó la madrugada del martes durante un incendio e hizo añicos las pertenencias de más de 400 personas de escasos recursos que vivían irregularmente en su interior.

Tras la tragedia, varias familias levantaron un campamento a cielo abierto a pocos metros de la zona cero del desastre a la espera de que las autoridades les ofrezcan un lugar “digno” donde vivir.

Natali lo “perdió todo”, al igual que el resto de sus vecinos, y tan solo consiguió “salvar” a su hijo de 3 años. Ahora, en medio de la incertidumbre sobre su futuro, la joven de 19 años aguarda a las puertas de la iglesia Nuestra Señora del Rosario de los Hombres Negros, convertida en un almacén improvisado de donaciones.

Sin empleo, Natali pagaba hasta ayer 100 reales (unos 28,7 dólares) por vivir en este edificio en decadencia construido en la década de 1960 y que llegó a ser uno de los grandes exponentes de la arquitectura moderna de Sao Paulo, la mayor y más poblada ciudad de Brasil.

Esta megalópolis, el corazón financiero del país, cuenta con un déficit de 358.000 viviendas, mientras que 830.000 familias viven en “asentamientos precarios, que necesitan en algún tiempo mejoras”, según datos de la Secretaria Municipal de Vivienda de Sao Paulo.

La escasez de viviendas y sus exorbitantes precios han empujado a miles de personas a invadir edificios y terrenos abandonados en Sao Paulo, donde hay registradas 206 ocupaciones en las que viven 46.000 familias.

Tan sólo en la región central de la ciudad, unos 70 edificios están habitados irregularmente por 4.000 familias con escasos recursos que ven en las ocupaciones una forma de esquivar los elevados alquileres de la capital paulista.

En el imponente edificio revestido de cristal, ahora convertido en cenizas, vivían desde hace años más de 150 familias, entre ellas la de Jusara, de 16 años, quien dormía en una habitación junto a su hermana, sus sobrinos y su cuñado.

Jusara cuenta que las llamas consumieron todas sus pertenencias, incluidos los libros de colegio, y ahora comparte un colchón en la calle junto al resto de su familia, que se ha negado a ir al albergue municipal ofrecido por la Alcaldía con el fin de presionar a las autoridades para conseguir una nueva vivienda.

Aglomerados en una céntrica plaza de Sao Paulo, los antiguos inquilinos del Wilton conviven con decenas de periodistas y mendigos, mientras se acumulan las donaciones a las puertas de la iglesia y se denuncia el robo de algunas pertenencias.

“Están cogiendo pañales y revendiéndolos”, cuenta una de las mujeres que perdió su vivienda.

En medio de la confusión, el padre Reni Nogueira dos Santos, capellán de la iglesia de los Hombres Negros, ha recomendado a los líderes de la antigua ocupación a que presionen a las autoridades para conseguir un “lugar para estar”, porque en los “albergues no hay estructura”.

“En los albergues se mezcla a una señora con 3 hijos con personas con sida o personas que están dejando el alcohol”, señaló el capellán, mientras cerca de un centenar de bomberos prosigue con la retirada manual de los escombros.

El derrumbe del edificio dejó una víctima confirmada, Ricardo, quien según relatos de algunos vecinos regresó al edificio para salvar a otros vecinos, pero murió pocos segundos antes de ser rescatado por un bombero.

“Si hubiese tenido 30 o 40 segundos más, lo habría conseguido”, contó el sargento Diego, quien desde la escalera del vehículo de los bomberos vio a Ricardo desplomarse junto a la torre en menos de un minuto.

Otros 49 inquilinos siguen en paradero desconocido más de 24 horas después del suceso, aunque las autoridades y los familiares no han precisado si se encontraban en el interior del edificio durante el incendio o simplemente no se presentaron para el recuento posterior.

El padre Nogueira, encargado de custodiar las donaciones en el interior de su iglesia, asegura que las víctimas del derrumbe cargan el sufrimiento a sus espaldas, pero mantienen la “esperanza”, reflejada en las palabras de una madre que también lo perdió todo: “Sólo hemos salvado la vida. Gracias a Dios”.

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