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García del Muro: Somos víctimas de la posverdad, pero también algo culpables

García del Muro: Somos víctimas de la posverdad, pero también algo culpables

EFE

Barcelona —

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El filósofo Joan García del Muro considera que “todos somos víctimas de la posverdad” cuando nos llegan mensajes que distorsionan la realidad para tratar de influir en nosotros, pero al mismo tiempo “también somos un poco culpables de ella, porque en el fondo ya nos va bien oír lo que queremos oír”.

Joan García del Muro Solans (Lleida, 1961) acaba de publicar su último libro, “Good bye, veritat” (Pagès editors), ganador del 34 Premio de Ensayo Josep Vallverdú, en el que analiza el concepto de la posverdad, una forma de apelar a las emociones y a las propias creencias para convencernos de una determinada “verdad”, aunque los hechos objetivos la desmientan.

García del Muro, profesor en la Facultad de Filosofía de la Universitat Ramon Llull, explica en el libro que con la posverdad se puede transformar en 'verdad' “aquello que te interesa que sea verdad” si “eres capaz de defenderlo con éxito” en la esfera social.

Esta capacidad de proyectar la posverdad está relacionada con la dimensión política, pues “aquel que ostenta el poder ostenta también la facultad de construir la realidad”, indica el ensayista.

Para el autor, la capacidad de deformar la realidad tiene implicaciones directas sobre el sistema democrático, que es, asegura, “incompatible con la mentira” y “se fundamenta en una información veraz sobre la realidad de los hechos” por lo que, si esta es falseada o manipulada, “todo el sistema se ve distorsionado en su esencia”.

Al prescindir de cómo son los hechos, la posverdad favorece a “quien tiene más poder de comunicación, al que es mas hábil enviando mensajes emocionales y lo que la gente quiere oír”, ejerciendo una influencia que “para mí es una perversión de la democracia”, indica el filósofo.

El libro recoge diversos experimentos en el campo de la psicología social que prueban que “somos más dados a aceptar y valorar lo que confirma nuestras posiciones y creencias, y lo demás ni lo percibimos”, unos mecanismos que las administraciones y partidos “conocen perfectamente y los explotan de una manera muy hábil”.

A la pregunta de si cree que hay una única verdad objetiva, García del Muro responde que “no hay una sola manera de interpretar o explicar la verdad, pero sí que tenemos que establecer que hay unos hechos que son objetivos, aunque nuestra manera de verlos no sea objetiva”.

“Pero si no reconocemos estos hechos, si no somos capaces de reconocer una injusticia, nunca podré denunciarla o luchar contra ella. Desde el mundo de la posverdad o del relativismo, cuando diga que 'esto es una injusticia' y que se están transgrediendo derechos humanos, me podrán replicar: no hay una sola manera de verlo, tu lo ves así, pero yo lo veo de otra manera”.

Explica que los orígenes de la posverdad surgen de la reacción de una corriente filosófica en contra de la búsqueda de una “verdad” absoluta que derivó en el dogmatismo y la intolerancia totalitaria, como en el caso del nazismo, por lo que apareció un movimiento de oposición a la verdad objetiva, de cariz progresista, que “quizás nos ha llevado al resultado contrario” al que preveían estos pensadores.

“Una creencia dogmática en una sola verdad nos lleva a declarar herejes, pero una ausencia absoluta del valor de la verdad nos lleva a una situación en la que no hay principios que defender o ideales por los que luchar”, advierte en este sentido el autor.

Respecto a la capacidad que las nuevas tecnologías ofrecen para divulgar informaciones falsas e influir en las personas, García del Muro avisa que constituyen “una herramienta de manipulación como nunca se había soñado antes, y los seres humanos difícilmente nos resistimos a usar un arma cuando está a nuestro alcance”.

Alerta, en este sentido, que el sistema democrático puede verse afectado por “un totalitarismo suave que se ha adaptado maravillosamente bien a los tiempos que corren” y que se extiende a través de “algoritmos, tuits y 'alternative facts'”.

Por ello, entiende este profesor de filosofía que es necesario “empezar a educar a las nuevas generaciones para que sean capaces de discriminar las fuentes, de comparar unas fuentes con otras, y de leer y pensar de una manera critica”.

“Todavía no hemos adaptado la educación a esta nueva situación y me parece que lo más urgente es poder hacerlo tanto en las familias como en los colegios, pues aunque la situación es delicada y preocupante, tampoco es desesperada”, concluye Joan García del Muro.

Hèctor Mariñosa

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