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Lydia Villa-Komaroff, de revolucionar la Biología a marchar contra Trump

Lydia Villa-Komaroff, de revolucionar la Biología a marchar contra Trump

EFE

Washington —

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La científica hispana Lydia Villa-Komaroff tuvo que derribar innumerables barreras para revolucionar la Biología con un crucial descubrimiento sobre la insulina en 1978 y hoy, casi 40 años después, volvió a dar un paso al frente para defender a la Ciencia ante Donald Trump.

Villa-Komaroff, de 70 años, copreside hoy la “Marcha por la Ciencia” en Washington porque le inquietan los recortes que ha propuesto Trump para importantes agencias científicas, como la NASA y la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), encargada de estudiar el cambio climático.

“Me preocupa el desprecio a la evidencia científica, existe un sentimiento de que la Ciencia no es tan importante a la hora de tomar decisiones sobre el medioambiente, sobre la salud. Y eso es algo muy peligroso para nuestra sociedad, estamos cerca de un punto de no retorno”, alertó en una entrevista con Efe.

La científica de origen mexicano cree que Trump ha agravado una tendencia de desprecio a la Ciencia que comenzó hace medio siglo, cuando empezó a disminuir la proporción del presupuesto que el Gobierno de EE.UU. destinaba a investigaciones científicas.

Comenzaba entonces a adentrarse en un áspero mundo científico, al que le extrañaba que una mujer hispana y nacida en Santa Fe (Nuevo México) quisiera ser científica.

“Decidí que quería ser científica con 9 o 10 años. Era muy curiosa y mi tío hizo algo que me marcó mucho. Él tenía un máster en Química y un día me enseñó un artículo que había publicado en una revista, un texto largo, indescifrable, y me dijo que eso era más fácil de escribir que un trabajo de lengua inglesa y, claro, me quedé intrigadísima”, cuenta.

Llegó el momento de ir a la universidad y eligió estudiar Química en el estado de Washington, en la costa oeste, pues tenía otro tío que vivía en la ciudad de Seattle.

Villa-Komaroff encontró dificultades en algunas clases, se vio en apuros y, entonces, decidió pedir consejo a un profesor que la despachó diciendo: “claro que tienes problemas, la Química no es una carrera para mujeres”.

Muchos años después, se ríe y se burla de lo incrédula que ella misma era, pues aceptó la idea del profesor -al fin y al cabo él era un profesor y ella una alumna- y dejó la carrera de Química para pasar a Historia, una disciplina que acabó abandonando para estudiar Biología.

Fue en la carrera de Biología donde halló su pasión por el desarrollo biológico y por las incógnitas sobre cómo, de una sola célula, se crea, por ejemplo, al cabo de nueve meses un ser humano.

Guiada por ese entusiasmo y siguiendo los pasos al que sería su marido, se trasladó a la costa este para estudiar primero en la Universidad Goucher, en el estado de Maryland, y luego en el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), donde hizo su doctorado.

Completó su doctorado en 1975 y se convertió en una de las primeras hispanas en alcanzar ese nivel de estudios en el campo de la Ciencia.

“Mi familia estaba encantada, vinieron a la ceremonia. Todos estaban orgullosos, incluso uno de mis tíos que al principio se opuso a que siguiera estudiando porque creía que debía estar en casa con mi madre. Él estaba muy orgulloso y, de hecho, llevó una foto mía en su cartera hasta el día de su muerte”, narra.

Sin embargo, no era fácil ser mujer e hispana, estaba rodeada por un mar de científicos hombres y blancos. Entonces, en 1973, mientras participaba en una conferencia en Atlantic City, ayudó a crear la Sociedad para el Avance de los Chicanos/Hispanos y los Nativos Americanos en las Ciencias (SACNAS, por su sigla en inglés).

“Miré alrededor y me di cuenta de que éramos muy pocos, ¿por qué? Necesitábamos ser más”, cuenta.

Después de su doctorado, probó el sabor del fracaso al no lograr sacar adelante un proyecto de investigación en Harvard, pero la suerte quiso que uno de sus amigos, Argiris Efstratiadis, le pidiera que se uniera a un proyecto para clonar insulina que estaba desarrollando con Walter Gilbert, premio nobel de Química en 1980.

En 1978, a la edad de 31 años, la científica se convirtió en la autora de un importante artículo científico que detallaba cómo producir insulina a partir de bacterias, en vez de a través del páncreas de cerdos y caballos, que era el método que se utilizaba entonces.

Este nuevo método se instauró en todo el mundo y resolvió un posible problema de desabastecimiento de insulina, pues el ganado del que se obtenía esa sustancia no crece al mismo ritmo que los pacientes de diabetes.

Aunque ahora más mujeres hispanas logran hallazgos científicos tan importantes como el de Villa-Komaroff, ella misma cree que aún queda mucho por hacer y que, por ello, la “Marcha por la Ciencia” de hoy puede ayudar a avanzar en la buena dirección.

“Espero -dijo- que hoy mucha gente escuche nuestros argumentos y, además, que los científicos se atrevan a hablar con sus vecinos y explicarles qué ocurre cuando votas por un candidato y no por otro”.

Beatriz Pascual Macías

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