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Reconstruyen el aspecto de los denisovanos a partir del ADN de un meñique

Ilustración facilitada por el Instituto de Biología Evolutiva (IBE-UPF-CISC) de la reproducción de una niña perteneciente a los homínidos de Denísova, denominados denisovanos, cuyo aspecto ha sido reconstruido por investigadores del IBE, a partir de los datos moleculares del ADN extraídos de la punta de un hueso meñique. El estudio, que publica este jueves la revista "Cell", que ilustra su portada con la reproducción de la niña denisovana, proporciona por primera vez con un novedoso método de análisis genómico, una reconstrucción de hasta 56 rasgos físicos de esta población humana aún muy desconocida.

EFE

Barcelona —

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El ADN de un dedo meñique ha permitido reconstruir el aspecto físico que tenían los homínidos de Denisova, según un estudio que publica hoy la revista Cell, que publica en su portada la reconstrucción de la cara que tendría una niña.

El estudio, que parte de los datos moleculares del ADN extraído de la punta de un hueso meñique, proporciona, por primera vez, con un novedoso método de análisis genómico, una reconstrucción de hasta 56 rasgos físicos de esta población humana aún muy desconocida.

El trabajo ha abierto una ventana para comprender cómo estos homínidos se adaptaron a su entorno y arroja luz sobre los rasgos de esta población que se extinguió hace menos de 50.000 años.

El descubrimiento científico ha sido liderado por la Hebrew University of Jerusalem (HUJI), con la participación del grupo de investigación de Tomàs Marquès-Bonet en el Instituto de Biología Evolutiva (IBE-UPF-CISC).

Los denisovanos “se parecen a los neandertales, por ejemplo, en su frente inclinada, cara alargada y pelvis grande”, según los investigadores.

“Sin embargo, otros rasgos resultan particularmente fascinantes, como su gran arco dental y su cráneo muy ancho, únicos entre los homínidos”.

Masquès-Bonet, coautor del trabajo, ha explicado que hace 50.000 años, el humano moderno convivía con otras poblaciones de homínidos, como los neandertales, de los que se conocen bastantes cosas gracias a sus numerosos restos fósiles encontrados en Europa y Asia.

Sin embargo, el homínido de Denisova, descubierto hace apenas una década, es mucho más misterioso. De él se sabe que vivió en Siberia y Asia Oriental y que se extinguió hace menos de 50.000 años.

Mientras que las demás poblaciones humanas han sido identificadas a través de los restos fósiles, los denisovanos se han descubierto con el análisis genético del ADN.

“El motivo principal es que los restos fósiles de los denisovanos encontrados son demasiado escasos como para proporcionar información sobre su apariencia (comprenden solo una falange de dedo meñique, tres dientes y una mandíbula inferior), y de ahí que aún sean un misterio”, ha detallado el investigador del IBE, que ha participado en reconstruir el aspecto de los denisovanos a partir de cambios químicos en el ADN.

El equipo de investigación aplicó una nueva técnica de análisis genómico para revelar por primera vez 56 rasgos que caracterizan al homínido de Denísova.

Este método permite asociar cambios en la actividad de regulación genética en fósiles con cambios anatómicos entre grupos humanos para predecir su apariencia física.

El método ha permitido al equipo predecir cuál era el aspecto del homínido de Denísova solo analizando el ADN de un hueso meñique.

“Por primera vez podemos hacernos una idea de cómo eran los denisovanos, solo a partir de datos moleculares”, ha comentado el profesor Marquès-Bonet.

“Además, -ha añadido- este trabajo es un ejemplo de cómo el conocimiento biomédico puede aplicarse a la evolución para ayudarnos a descifrar cómo eran nuestros ancestros”.

Hasta ahora, el análisis del ADN había revelado que los denisovanos se aparearon con los antepasados ??de los humanos modernos que viven hoy en Australia, las islas del Pacífico, el este de Asia y el sudeste asiático.

El ADN denisovano probablemente habría contribuido a la capacidad de los tibetanos para vivir en grandes altitudes, y a la capacidad de los inuits para vivir en regiones polares, al cruzarse con las poblaciones de estas regiones hace decenas de miles de años.

Ahora, este estudio, financiado entre otros por La Caixa, “abre una ventana para comprender cómo estos homínidos se adaptaron a su entorno, y arroja luz sobre los rasgos que son exclusivos de los humanos modernos y que nos separan de esta otra población extinta”, según Marquès-Bonet.

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