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El relevo generacional, el principal desafío de la ciencia polar española

El relevo generacional, el principal desafío de la ciencia polar española

EFE

Punta Arenas (Chile) —

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Hace tres décadas, los investigadores españoles comenzaron a adentrase en la Antártida, apoyados por Chile y Argentina. Hoy, situada en la vanguardia de la ciencia polar, España devuelve la mano a países como Portugal y se apresta para llevar a cabo el relevo generacional de sus equipos.

“La ciencia española dio un paso de gigante al establecer sus infraestructuras de investigación en la Antártida”, explica a Efe Miguel Ramos, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares.

Vinculado a la investigación en el continente helado desde hace treinta años, Miguel aguarda en la ciudad chilena de Punta Arenas junto a otros integrantes de la XXX Campaña Antártica Española la partida hacia el archipiélago de las Shetland del Sur.

Allí trabajará durante mes y medio en las dos bases que España tiene en la zona, la Gabriel de Castilla, situada en isla Decepción, y la Juan Carlos I, emplazada en isla Livingston.

“La ciencia polar española ha avanzado extraordinariamente, sobre todo en el área antártica, donde hemos centrado los esfuerzos de inversión y apoyo a la investigación”, subraya.

Ahora el reto es dinamizar los equipos “para que entren nuevos científicos que rejuvenezcan una plantilla de investigadores que lógicamente ha envejecido”, señala este experto en el estudio de la capa que aisla el suelo antártico.

En estas tres décadas “se han desarrollado proyectos muy importantes, como los estudios en materia de oceanografía, glaciología y variabilidad vegetal en función del acoplamiento climático”, destaca Ramos.

El Hespérides, el buque insignia de la investigación antártica española, también necesita un recambio. Este barco, diseñado para investigación científica multidisciplinar en todos los océanos del planeta, está en su último tercio de vida.

“España se enfrenta a una nueva inversión en los próximos diez años para disponer de un nuevo buque de investigación oceanográfica que nos permita mantener los niveles que hemos alcanzado”, señala este geólogo.

“Cualquier inversión que se haga es productiva siempre y cuando haya controles de calidad para la aprobación de los proyectos y la asignación de fondos”, añade.

“Y esos controles en España son muy rigurosos”, asegura Ramos, quien participa también en el proyecto Curiosity, un robot de la NASA que opera en Marte.

Entre científicos, técnicos y dotaciones de las bases y barcos, en la Campaña Antártica Española que ahora comienza participan alrededor de 200 personas, de las cuales unas 40 son investigadores. Pero no estarán solos en el continente blanco.

“La colaboración internacional en la Antártida es básica, el intercambio de conocimientos e infraestructura es constante”, subraya Miguel Ramos.

“De hecho, el propio tratado nació (en 1959) de una colaboración entre los países sin precedentes, porque era un acuerdo de apoyo a la investigación y sin reparto territorial.

Como sus compañeros, Susana Fernández, investigadora y profesora del Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo, llegó a Punta Arenas el mismo día en que se conmemoraba el 25 aniversario del Protocolo de Madrid.

Este acuerdo, firmado por los 37 países del Tratado Antártico, designó la Antártida como reserva natural para incrementar la protección de su medio ambiente y ecosistemas dependientes.

Susana Fernández forma parte de un equipo de investigación que desde hace 15 años estudia el calentamiento global, concretamente el permafrost, una capa subterránea con materia orgánica que puede permanecer congelada ininterrumpidamente durante millones de años.

“El cambio en el régimen de precipitaciones y de estacionalidad de la cubierta influye en el espesor y la temperatura de la capa congelada, algo muy importante para estudiar el clima global del planeta”, explica.

La Antártida registró el año pasado la temperatura más alta de su historia, pero esta geóloga asturiana se muestra cautelosa a la hora de hablar del fenómeno.

“No me gusta lanzar mensajes alarmistas. Los cambios ocurren de forma cíclica, pero hace falta más investigación para saber cuáles serán las consecuencias a largo plazo”, puntualiza.

“La Antártida es un ecosistema muy sensible y cualquier pequeña variación puede servir como un indicador válido para todo el planeta”, asegura.

Durante seis semanas, esta profesora registrará la temperatura, la humedad y todas las variables climáticas que detectadas por múltiples sensores instalados en unas parcelas de observación.

“Son un tesoro de datos”, enfatiza.

Para Miguel Ibáñez, técnico del Observatorio del Ebro que lleva veinte años recogiendo datos en la Antártida, el tiempo se queda corto, y sobre todo este año, que va a instalar un sofisticado sensor geomagnético robotizado.

Durante tres meses, Miguel trabajará siete días a la semana doce horas al día.

“No habrá tiempo para el aburrimiento ni la melancolía”, asegura.

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