CRÍTICA DE CINE

Construyendo referentes equivocados

Fotograma del filme 'Purasangre'

Fer D. Padilla

Santa Cruz de Tenerife —

- Título: Purasangre (Thoroughbreds) (2017)

- Dirección: Cory Finley

- Guión: Cory Finley

- Reparto: Olivia Cooke, Anya Taylor-Joy, Anton Yelchin, Paul Sparks

La pasada semana llegó a las salas el debut como director del neoyorquino Cory Finley: Purasangre, publicitado como un thriller con tintes de comedia negra a caballo entre películas como Escuela de asesinos (Ferland, 2002) y American Psycho (Harron, 2000). El resultado es cuando menos, inquietante.

Partiendo de la base de ser una ópera prima, da resultado. Pero su éxito no es más que una repetición de fórmulas estéticas y temáticas muy recurridas en los últimos años, fruto de su propio contexto, claro está. En Purasangre la fotografía es muy cuidada, sí, pero por momentos acompaña a una narrativa que no dice nada, o peor, que nos sitúa en un plano completamente estúpido.

Su guión, arrogante y de tendencia a un humor básico, ni consigue enganchar al espectador ni mucho menos hacerlo empatizar con unos personajes repulsivos, cuando no miserables.

Con todo, lo peor de esta cinta es su mensaje impertinente, el cual pretende reafirmar su credibilidad en la llamativa inexperiencia de la mano detrás de este largometraje, queriendo convertir por momentos a esos personajes en referentes morales completamente ridículos.

Elementos básicos que constituyen al personaje, como pueden ser sus problemas, se convierten en un patético chiste al examinar la serie de vidas completamente satisfechas que pueblan el elenco. Esas vidas ya parten quebrantadas por culpa de sucesos o tomas de decisiones con los que no podemos empatizar -en cuyo caso el guionista pretende continuamente que nos caiga bien el personaje en escena- o, directamente, son irrisorios.

Una pena que en los próximos días no haya muchas mejores propuestas a este thriller en el que lo que más resalta es la interpretación de sus protagonistas (Olivia Cooke y Anya Taylor-Joy) retratando a unas odiosas niñatas y, por supuesto, la aparición del joven fallecido Anton Yelchin -y sus macabras líneas de diálogo, pasado el tiempo-.

Purasangre desearía haber resultado heredero de largometrajes como Stoker pero termina quedándose en las antípodas de su calidad.

Para los de domingo de película y manta, vaya.

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