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‘Brotes verdes’ en la economía agraria

Planta de tomate en un cultivo canario

Román Delgado

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Brotes verdes es, sin duda, la expresión más acertada para el planteamiento que ahora nos ocupa, para la entrada inmediata en cuestiones propias de la macroeconomía, al menos en una primera parte de este análisis. Y digo brotes verdes porque quizá esta forma de exponer las cosas sea la más común, la que han puesto de moda muchos políticos, para afirmar algo con leve contundencia y clara apariencia de bueno; también para decir poco o casi nada. Verdad es… Pero ya se sabe que “el que no se consuela es porque no quiere”, y ahora toca tener una alegría, y hasta con razones, aunque estas se hayan agarrado con pinzas.

El campo canario, y seguimos en el ámbito de la macroeconomía, ha cerrado un ejercicio de 2016 algo mejor que el de 2015, y ya acumula dos años seguidos mirando hacia arriba, levantando la cabeza. Falta hacía. El año pasado, según datos oficiales de Contabilidad Regional de España servidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en su primer avance, el sector primario de las islas, lo que incluye la agricultura, la ganadería, la pesca y las actividades forestales, dio un pequeño estirón que hay que reconocer y hasta enmarcar, sobre todo por lo que significa de cambio de tendencia tras la amplia secuencia de años horrorosos servidos desde el estallido de la crisis, allá por 2008.

En 2016, el sector agropesquero de las islas, y esto ha coincidido con el mandato en la Consejería de Agricultura de Narvay Quintero (que todo hay que decirlo), ha roto una racha muy negativa y así ha conseguido, al fin, mejorar su participación en el producto interior bruto de Canarias (PIB regional). El avance es mínimo, pero escalada al fin y al cabo, y además (y aquí se subraya otro logro) se consigue gracias a una mejora absoluta en la generación de riqueza en el sector dedicado a la producción de alimentos frescos, mínima, pero registro que da mucha moral.

Después de la atonía agraria que tuvo su expresión más fatídica durante la gestión en la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias de Juan Ramón Hernández, de CC, palmero y entonces con Paulino Rivero de presidente, el sector primario de las islas ha subido un pequeño escalón y, en el ejercicio en que toda Canarias ha recuperado su PIB absoluto de antes de la crisis (en 2016, medido a precios de mercado, nominales), se puede decir que las actividades productivas del campo y la pesca locales han contribuido un poquitín a ese hito, algo que hacía mucho tiempo que no se daba por estas ínsulas.

El sector agrario isleño, y ya hacía falta que se conociera un registro macroeconómico en verde, ha pasado de acaparar el 1,5% del PIB canario, el valor relativo de 2015, a llegar al 1,6% al cierre de 2016. Es la nada, pero también representa algo. Y es verdad que ese pírrico ascenso tiene gran valor sobre todo por el regalo que ahora concede: el cambio de tendencia. Y a este clavo ardiendo uno se agarra.

Dicho lo anterior, lo referido a la existencia de brotes verdes en el sector primario de las islas, pasemos al siguiente punto: a intentar dar respuesta a varios interrogantes… ¿Y esto?, ¿por qué ahora?, ¿qué ha cambiado?, ¿qué se ha hecho bien y qué falta aún? Vayamos por partes, que la cosa se las trae y entrar en todos los orificios de este enjambre no es tarea fácil. Hacerlo en este espacio, además sería asumir un imposible.

¿Qué se ha hecho y se está haciendo bien, o quizá solo mejor?

Sin duda, la gestión de las ayudas directas al sector agrario (no se puede decir lo mismo con las de pesca y acuicultura, que esto también se debe reconocer) integradas en el marco del Posei comunitario, este siempre mejor engrasado, y en su versión adicional o de ayudas de Estado (ambos modelos nacidos en 2009).

En este último caso (la parte adicional), los avances han sido notables, y claro que tienen que ver con el impulso político-presupuestario del consejero Narvay Quintero. Parece que los impagos del Posei adicional van a pasar a la historia, pues, poco a poco y no sin dificultades, se han transformado en ingresos para los agricultores y ganaderos locales, con la esperanza de que incluso se abonen todas las cantidades pendientes del ejercicio 2011, algo que hasta ahora parecía imposible. Los pagos de 2015 y 2016 ya están garantizados, y los ejercicios anteriores, menos el de 2011, transferidos. Esta es una primera clave de que la economía agraria ahora vaya mejor.

Pero hay más. También se avanza, lento pero muy lento, en la mejor implantación de las producciones agrarias propias en el mercado interior (para largo con dominio abrumador de lo que llega de fuera), de manera especial en los segmentos de hortalizas y frutas subtropicales. En este último apartado, en gran medida gracias a que se han apretado las manijas de las barreras fitosanitarias a las importaciones, casi se consigue el pleno autoabastecimiento, algo inédito. También lo enmarcamos.

En cambio, en el plano de los derivados de la leche, sobre todo de la elaboración de quesos, solo hay una leve mejoría, por decir algo. Está casi todo por hacer, de manera especial en la modificación del apoyo a las importaciones del REA de esos mismos productos, una demanda que por histórica no ha terminado de cuajar. Este es un claro ejemplo de que las buenas voluntades políticas a veces sirven de bien poco.

Y aquí queda la cosa por ahora, que la papa del país se vende, sí, pero no como se quiere ni cuando se quiere, y las carnes propias brillan por su ausencia. En esto también tiene mucho que ver el sistema comunitario del REA.

Los cultivos de exportación, el plátano, el tomate, y las flores, plantas y esquejes, siguen estando en la nómina, pero el que mejor se mantiene, principalmente porque cuenta con un sistema de protección público mejor engrasado y peleado por sus agricultores (141 millones al año en ayudas directas), es el plátano, que duerme en una fase de estabilidad destructiva.

El tomate se ha caído casi por completo (50.000 toneladas enviadas a Europa en la última zafra, casi todas desde Las Palmas), y la actividad exportadora de flores, plantas y esquejes (por cierto, ¿qué fue del cultivo de próteas, la excelencia para las medianías?), más o menos lo mismo. A la recuperación de algunas de estas actividades agrícolas contribuirán, seguro que sí, los cambios introducidos en el Posei, pendientes de aprobación por parte de la Comisión Europea (Bruselas), con aplicación desde 2018 y con el pago de las nuevas ayudas, de forma general, antes del 30 de junio del año siguiente (2019).

¿Qué sigue faltando y cómo ir a conseguirlo de una vez por todas?

Faltan muchas cosas, si el discurso lo queremos pesimista y a la vez cercano a la realidad, pero también hay algunas sendas abiertas que pueden conducir a sentencias más pegadas al optimismo. Una de ellas es la apuesta por el relevo generacional, clave en la consolidación del campo isleño y en el avance futuro de esta economía dentro de la regional. En este ámbito, las convocatorias de subvenciones están haciendo su trabajo como nunca, con hasta 300 solicitudes de jóvenes que apuestan por el sector primario en esas líneas abiertas de apoyo. Muy buena noticia.

A ese extremo, de gran relevancia y que debe tener continuidad, habrá que añadir la mayor apertura del mercado interior a las producciones locales (una de las iniciativas que a ello contribuye es el programa Crecer juntos); la aún pendiente diferenciación de la oferta agraria local de la importada; la mejora extrema de la comercialización; la reducción de costes de producción (ojo con el agua y otros insumos) en todas sus facetas; la adaptación continua de los sistemas de apoyo público directo (y de las subvenciones) a los cambios que se producen en el mercado canario y en los externos aún visitados (oferta-demanda); la consolidación de normas que actúan como barreras fitosanitarias; la fortaleza de la compensación al transporte de mercancías en su versión actual, la de cubrir el 100%, pero revisando los subcostes que entran en el cálculo; el desmantelamiento sin pausa del REA en su parte dañina para el avance de las producciones locales, y la negociación dentro de la UE de un marco jurídico que recoja las necesarias e imprescindibles exenciones y singularidades de aplicación en el territorio canario, que ya esto toca en breve.

Son muchas cosas, claro que sí, pero, a diferencia de otros años, por lo menos ya tenemos los brotes verdes con que hacer un buen guiso. El verde es vida, y la vida, esperanza. También un buen apoyo para construir el mejor futuro en el campo canario, en el medio rural de las islas. Falta nos sigue haciendo.

*Artículo que también se publicará en el número de septiembre de 2017 de la revista Agropalca.Agropalca.

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