Sobre este blog

Espacio de opinión de Tenerife Ahora

Clandestino

indra

Indra Kishinchand López

“¿Recuerdas aquel día que llegué tarde al trabajo?”, me preguntó. “Esa noche soñé cinco veces y las recuerdo todas. En una de ellas aparecías tú y me perseguías. Pensé que no te conocía y sentí miedo”, dijo.

Mi pesadilla de entonces fue otra, pero yo no consigo recordarla. Me desperté con la angustia propia de quien no sabe lo que quiere y vive el final de cada mes todos los días 13. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que hacía unas horas había estado en un bar en el que no conocía a nadie.

Así fue como vino a mi mente aquella vez en la que fui a un concierto sola y alguien me invitó a una cerveza. Confesó que le habían puesto dos por error y yo, por supuesto, no le creí. Sin embargo, la acepté con gusto. También la cena de un domingo. Y los halagos de un desconocido.

Le hice caso porque hablaba en otro idioma y yo no tenía ganas de entender a nadie. No quería ni sus copas ni sus piropos y, sin embargo, durante semanas no fui capaz de escapar(me). Lo conseguí solo cuando me inventé a otro. Era tan real que él no pudo más que sospechar que se trataba de una mentira; rebuscó en mi tiempo y solo encontró excusas. Las mismas que le puse a un extraño me las ponía yo cada noche.

Después de aquello no pude volver al bar. No fui capaz de enfrentarme a la puerta que me había visto atravesarla fingiendo. A veces buscaba la calle entre el laberinto de la ciudad y me quedaba en la esquina, observando con detenimiento el rostro de una pared sucia y estrecha. Y siempre lo hacía con el sol a cuestas, porque haber vuelto de noche hubiera sido una doble traición y Martín estaría esperando para preguntarme por la última vez que estuve allí; cuando le acompañé a fumarse un cigarrillo y casi comparto cena y noche con vidas ajenas; cuando me presentó a su amiga fotógrafa pero no fue capaz de decir mi nombre.

Ahora que han pasado los años ya no deambulo por los bares como si fuera una forastera. A día de hoy me limito a observar desde la distancia pero de noche y descubro siempre a alguien que podría ser yo en una situación similar. Juego a pensar si mi hallazgo también falseará una existencia y regreso a casa con una inexplicable sensación de tranquilidad mientras me repito: “Yo ya no soy esa”.

“¿Recuerdas aquel día que llegué tarde al trabajo?”, me preguntó. “Esa noche soñé cinco veces y las recuerdo todas. En una de ellas aparecías tú. Nos conocíamos en un bar. Te invité a un cerveza y no supiste decir que no”, me contó.

Sobre este blog

Espacio de opinión de Tenerife Ahora

Etiquetas
stats