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Día tras día

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José Miguel González Hernández

Santa Cruz de Tenerife —

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En el día a día tenemos prioridades. En la actualidad, parte de estas se centran en provocar un importante descenso de la tasa de paro, a través de la incorporación hacia la ocupación de la población activa, así como la satisfacción de las necesidades colectivas sometidas a restricciones. Pero lo que, semánticamente, pudiera parecer sencillo, desde el punto de vista operativo se convierte en la existencia de limitaciones que impiden una mayor rapidez a la hora de solucionar los problemas que nos acontecen.

Una de las restricciones procede de la productividad. Si el crecimiento económico deseado para el futuro se fundamenta en la rentabilidad que se deriva de la productividad, debe pensarse que la intensidad de empleo será más moderada que en el pasado. Otra restricción son las externalidades negativas derivadas del crecimiento económico. La consideración de determinados costes de diferente naturaleza dejará por debajo del umbral de rentabilidad proyectos de inversión hasta ahora rentables, lo que condiciona el crecimiento. La tercera restricción que podemos insertar en la ecuación se refiere al mantenimiento de la demanda agregada interna que requiere una postura solvente hacia los bienes y servicios de consumo y fundamentada en el ahorro. Esto implica combinar empleos, salarios y rentas mixtas, con la oferta de crédito suficiente en términos de riesgo y tipos de interés.

El crecimiento económico deberá permitir generar empleo suficiente para reducir la tasa de paro, pero también debe ofrecer ocupación y formación a las personas e instituciones que se incorporarán a la sociedad en los próximos años. En este sentido, la formación debe ser parte de la vida activa de las personas, durante cuyo proceso se debe facilitar para alcanzar un proyecto digno de vida. De ahí que se insista en que no se trata solo de un requisito anterior a la ocupación, máxime cuando los requerimientos formativos de los puestos de trabajo serán cambiantes durante toda la vida laboral.

De igual modo, es ineludible proponerse la incorporación de conocimiento a todos los ámbitos de la sociedad y no solo en los centros de trabajo, de tal forma que la elevación del nivel de conocimiento de la población se conforma como objetivo imprescindible, con la finalidad de poder plasmar claramente las preferencias y demandas sociales para que se atiendan.

En las sociedades contemporáneas, la incorporación de conocimiento a la vida cotidiana, tanto al trabajo como al ocio, introduce constantes cambios y todos ellos destinados hacia el desarrollo. Combinar las limitaciones de la dimensión del mercado con las posibilidades que ofrece la acumulación de conocimientos y los cambios que impulsan requiere un nivel de reflexión sostenido por información y capacidades de alto valor estratégico.

Teniendo en cuenta todas esas consideraciones, las soluciones unidireccionales no parece que sean las que muestren una mayor eficacia, de ahí que, tal y como nos demuestra la historia día tras día, sea la vertiente poliédrica y multidisciplinar la que dote de mayor consistencia y estabilidad la toma de decisiones. De ahí también que, teniendo claro el objetivo común, en lugar de alegrarse del mal ajeno, mejor echar una mano si se piensa que se tienen soluciones mejores. Seguro que todas serán bienvenidas.

*Economista

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