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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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Sprint Final

Noemi Galván, periodista.

Noemi Galván

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Estamos en la semana de la fiesta de la democracia. Vayan preparándose porque van a oír esta frase de aquí al domingo una media de 50 veces diarias. Estamos en los últimos días en los que los partidos políticos están como en las barbacoas, avivando el fuego y echando toda la carne al asador como si fuera una bacanal.

Durante estos días hemos vivido momentos gloriosos como el pelotón de verano azul pidiendo el voto en bicicleta, a Esperanza Aguirre remando o haciendo campaña con su perro Pecas. En Canarias, también hay protagonistas de estas anécdotas electorales, entre ellos el que se lleva la palma, al menos en originalidad, es el candidato a la alcaldía de Telde que acudió a la pegada de carteles a lomos de su caballo y que, luego, fue abducido por el espíritu de John Lennon para terminar cantando, que no contando, su programa electoral a ritmo de Imagine.

Todo esto llena páginas de periódicos y ha proporcionado imágenes impagables para los informativos de las cadenas de televisión, pero hay un fantasma que, a medida que se acerca la cita con las urnas, se va ocultando en la esquina como el niño del Sexto Sentido, la abstención. Ésa es la que puede dar el susto de muerte a unos partidos que están en los toriles esperando a entrar en el Parlamento como los toros en la plaza en los Sanfermines. Decía el dúo Sacapuntas aquello de “¿Cómo estaba la plaza? abarrotadaaaaa”. Pues así, queridos electores, estarán los parlamentos a partir de ahora. Como en el dúo cómico habrá un pulga y un linterna, uno que tendrá altura de miras y otros que no levantarán un palmo del suelo.

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