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Tres cosas hay en la vida…

José Miguel González Hernández

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Con los diferentes procedimientos en materia de conjuntos podremos resolver algunas situaciones que, de otro modo, tendrían una mayor complejidad a la hora de alcanzar una solución satisfactoria. Las operaciones de intersección, de forma concreta, definen un nuevo conjunto formado solamente por aquellos elementos que estén presentes y sean comunes en todos ellos.

La llamada a esta rama de la lógica matemática se debe porque, aunque no es como dice la popular canción, pienso que tres cosas hay en la vida: talento, formación y vocación. De las diferentes formas en las que las conjuntemos, las dosifiquemos o las alimentemos, podremos alcanzar metas profesionales (e incluso personales), de forma que, en aquel lugar en que vamos a estar más tiempo que en nuestra propia casa, y estamos hablando del trabajo, no del bar (con be), podamos alcanzar la realización como “personas humanas” que somos.

El talento se define, según la Real Academia de la Lengua Española, con las siguientes y diferentes acepciones: inteligencia como capacidad para entender; aptitud como capacidad para el desempeño de algo; persona inteligente para una determinada ocupación, o, la más importante, a mi juicio, moneda de cuenta de los griegos y de los romanos. Y, en serio, digo la más importante, porque el talento es un valor que hay no solo que explotar sino saber cómo hacerlo, empezando por nuestro propio comportamiento y actitud (con c) y acabando por lo que el resto del mundo quiere extraer de nuestra compañía.

Por otro lado, está la formación. Qué decir de la formación que ya no se haya dicho. En primer lugar, deberíamos aclarar que la formación no es un paso previo a un empleo. Es un hecho consustancial a la vida misma que nos debe acompañar hasta que la muerte nos separe. La formación construye, en contraposición a la ignorancia, que aísla. Es por ello que debemos sobreponernos al denominado sobaco ilustrado (llevar siempre papeles debajo del brazo) y ponérselos enfrente y empezar a leer (más si cabe) y comprender.

Y, por último, está la vocación. Volviendo al diccionario, debemos sobreponernos a su primera acepción, que nos dice que es la inspiración con que dios llama a algún estado, especialmente al de religión, y nos centramos en la inclinación a una profesión o una carrera como convocación o llamamiento. En este sentido, debemos dedicarnos a los que más nos gusta, lo que nos enriquece y nos hace felices, lo que hace que nos sintamos perfectamente realizados, expresado en palabras con menos connotaciones científicas.

En definitiva y haciendo un resumen conjuntado de los tres términos, si nos formamos y/o terminamos trabajando en algo que no nos gusta de sobremanera o no nos entusiasma, difícilmente podremos sacar todo nuestro talento. No obstante, puede que el trabajo solo lo utilicemos como una mera circunstancia para poder obtener una determinada cantidad de renta que nos permita hacer cosas con las que realmente disfrutamos, aunque a la satisfacción le quedará poco recorrido.

Está claro que cada uno de los ítems descritos tendrán diferente tamaño e intensidad, incluso puede que ni lleguen a tocarse, de ahí que la meta es encontrar las cosas que nos apasionan, disponer de destreza para habilitarlas y formarnos para ello y disfrutar hasta que el talento, la formación y la vocación lleguen, incluso, a confundirse. Ese podría ser un buen reto, nada sencillo ni aburrido, para el nuevo curso.

*Economista

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