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Velocidad y tocino

José Miguel González Hernández

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Las políticas de estímulo, desde la perspectiva de la minimización de la presencia de la Administración pública en la sociedad, únicamente dejan nichos de mercado lo suficientemente apetecibles para que sean sustituidos por la iniciativa privada. Dicho procedimiento no es malo por esencia. El problema surge cuando la iniciativa privada aplica los criterios puros de rentabilidad y deja fuera del sistema a un determinado número de personas que, con sus propios recursos, no tendrían acceso al servicio.

Es obvio que la Administración pública es parte de la economía. Muchas veces la seguridad jurídica se explica poco y pareciera que se muestra como un impedimento, sobre todo cuando se nos ahoga con cargas burocráticas incomprensibles para el administrado de a pie. En nuestra economía, la canaria, la presencia pública alcanza en algunas islas el 50% del PIB. Cifra nada desdeñable que debe y puede ser utilizada y, en algunos casos, modulada. El problema es cuándo.

Si nuestro PIB creciera el 4% anual, el arrastre que ejerce la demanda privada será lo suficientemente alto como para que nadie tenga la necesidad de ser estimulado por la iniciativa pública. Es en ese momento cuando hay que disminuir déficit (incluso eliminarlo) y contener el endeudamiento. Por el contrario, cuando la situación viene torcida (decrecer o crecer por debajo del 1%), hay que generar un esfuerzo inversor superior por aquella parte de la sociedad que es capaz de hacerlo, de forma que, si uno solo no puede, todos juntos sí. Aquí es donde entra la Administración como factor económico a la hora de representar a todos los administrados. Por desgracia, el animal spirit que todos tenemos dentro nos hace actuar de la forma contraria. Solo conducimos despacio después de ver un accidente. Y después de cinco kilómetros todo se olvida.

Desde la perspectiva de los criterios de estabilidad presupuestaria impuestos por la Unión Europea, se ha podido comprobar la inconveniencia de estos debido a que ha provocado un mayor retraso en los niveles de recuperación.

Desde hace tiempo se ha defendido, con los procedimientos de contrastación técnica que la formación otorga, la discutida efectividad del recorte por el recorte, aunque se intente enmascarar detrás del ahorro, sobre economías con baja o ninguna vitalidad productiva. Por ello hay que insistir en que puede ser una medida idónea otorgar una velocidad diferente en lo que al cumplimiento de la estabilidad presupuestaria se refiere, dilatándolo en el tiempo en aquellas regiones europeas con determinadas micro y macromagnitudes, como pueden ser la tasa de paro o el crecimiento económico medido por el PIB, que se alejan negativamente y de forma preocupante de la media europea. Eso no significa que se reprenda a los países despilfarradores reforzando los controles. La idea visual es la de participar en una carrera de Fórmula 1 con nuestro utilitario. O bien decidimos no competir, o bien forzamos tanto la máquina que terminamos rompiéndola. Con la salvedad de que aquí no estamos hablando de coches ni siquiera de instituciones. Aquí estamos hablando de personas.

José Miguel González Hernández

Economista

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