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La mejor inversión

José Miguel González Hernández

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Como si un consejo paterno fuera, todo lo que inviertas en formación siempre será más rentable que la consecuencia de no tenerla. Además, la formación no es un hecho único que precede al trabajo, sino un estado continuo de generación de conocimiento que nos hace mejores hora tras hora. Entendiendo que cualquier grandilocuencia genera reservas, lo cierto es que las sociedades cultas muestran con mayores signos de desarrollo.

Si aplicamos el concepto formativo a las relaciones laborales, independientemente de poder acceder a escalas de responsabilidad de más altura y, por lo tanto, a retribuciones más cuantiosas, podremos acudir a promocionar en aquellos puestos de trabajo donde la destreza necesaria para su desarrollo sea superior. Una vez que se consiga una dote formativa determinada, aparece la experiencia y el grado de especialización como variables adicionales que modifican nuestras ganancias.

No obstante, no confundamos cualificación con formación. No es lo mismo. La primera está adscrita al puesto de trabajo, mientras que la segunda a la persona. Ciertamente están relacionadas, pudiendo hacer acto de presencia el subempleo. Y está ubicada justamente aquí la sensación que hace que muchas personas no se sientan plenamente satisfechas con la retribución que reciben respecto a la titulación que ostentan o a la exigencia que se les presenta.

De esa forma, en términos salariales, desde finales del siglo XX se ha visto como poco a poco la participación de la retribución de las horas de trabajo en el rendimiento total generado ha ido disminuyendo, con el consiguiente incremento de la productividad, a la vez que se generan procesos de acumulación de la renta. Este hecho se ha ido gestando independientemente del ciclo en el que se haya instalado la economía, aunque se agudiza en los procesos de caída al ser el coste laboral una variable primaria de ajuste.

Pero no es solo lo que se gana, sino para qué se gana, teniendo que hablar, obligatoriamente, del poder adquisitivo y este, en el contexto actual de actualización de los precios al ritmo creciente de la economía, puede verse comprometido debido a que la velocidad de transferencia de rentas no es homogénea. Es ahí donde hay que modular de forma eficaz la ubicación de las diferentes variables de referencia, porque, mientras miramos hacia la ganancia de competitividad, estamos sustrayendo posibilidades a una demanda que aspira a evolucionar. Y viceversa, por supuesto.

En definitiva, la tozudez de la estadística nos indica que a más formación, mejor empleo y mayor retribución. Ahora bien, de nada vale incrementar nuestros conocimientos si no hay un lugar en el que desarrollarlos, bien porque no hay un tejido productivo suficiente capaz de absorber la sabiduría generada, o bien porque no existe la cultura y el entorno del emprendimiento necesarios, teniendo como reto transformar el riesgo y el fracaso en una virtud de mejora y no en un estigma.

Sea como sea, apostar por el conocimiento es apostar por un desarrollo continuo en el tiempo, sabiendo que no han de esperarse frutos en el corto plazo, sino que se trata de una carrera de fondo donde la parte más importante hay que centrarla en no desfallecer.

*Economista

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