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Desde mis pantalones apretados

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Verónica Martín

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He vivido mi vida adulta como profesional consciente de mi ropa femenina. Muchas veces me he preocupado más del tamaño de mi escote que de otra cosa cuando me enfrento a un evento público. Esto es debido a que, desgraciadamente, soy consciente de que seré juzgada más por mi indumentaria que por el contenido de mi charla.

Es realmente penoso que esto sea así. He notado la mirada en mi cuerpo en mi ámbito laboral más allá de lo aceptable. Incluso, una vez recibí la llamada de uno de los colaboradores del periódico donde trabajaba y me contaba que había llegado a concluir (es una anécdota real) que yo no era la amante de mi jefe porque él se había ido de vacaciones esa semana y yo estaba trabajando. ¿Por qué motivo iba a ser yo la amante de mi jefe? ¿Porque me había nombrado?

Hoy estoy indignada porque he escuchado un fragmento de un programa de radio en el que dos comunicadores -José Carlos Alberto y Gonzalo Castañeda- desacreditan a compañeras que se dedican a la información gastronómica. Dicen cosas como “esas cortesanas de la gastronomía” y aluden a que van con sus “pantaloncitos” todas “apretaditas” y con “sus escotes” para justificar que es así como han ascendido en sus trabajos.

En el mundo laboral hay competencia y competitividad. Eso es sano. La cortesía profesional nos debe llevar a vivir esa competencia sin entrar en desagravios y en descalificaciones personales. Es así como se trabaja profesionalmente. Decir que una mujer ha llegado a donde ha llegado por contonearse es directamente machista y repugnante. Intentar justificar esa visión con que “otras mujeres también lo opinan” no le quita ni un ápice de repugnancia machista.

De ese grupo de mujeres que se dedican a la información gastronómica en Tenerife, hay algunas que son íntimas amigas mías. Al resto, las conozco como compañeras de profesión. No conozco ningún escándalo al respecto. Es decir, todas trabajan y cobran sus sueldos de sus trabajos o las facturas de sus clientes. Sin más. Ir a una feria internacional de gastronomía, como Madrid Fusión, pagando el viaje de su bolsillo para estar en contacto con la actualidad gastronómica es un signo de profesionalidad. No hay más que discutir al respecto.

Lo digo desde mis pantalones apretados, desde mis tacones y desde mi escote. Lo digo, también, desde mi formación (una licenciatura y dos másteres) y desde mis 20 años de experiencia como periodista. Lo digo como mujer. Lo digo como madre. Lo digo como pareja. Lo digo como persona. Rechazo cualquier forma de machismo. ¿Quién más se apunta a mi rechazo?

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