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The Guardian en español

Los habitantes de la isla de Ambae huyen como pueden de un volcán en erupción

El Gobierno de Vanuatu ha ordenado la evacuación completa de la isla de Ambae

Dan McGarry

Ambae y Espiritu Santo (Vanuatu) —

Vanuatu está muy familiarizado con los desastres naturales. La ONU señaló en 2016 a este archipiélago del Pacífico Sur como el país bajo mayor riesgo. Situado en pleno “callejón de los huracanes”, Vanuatu está compuesto por 83 islas que bordean el “Cinturón de Fuego del Pacífico”, conocido por su alta actividad sísmica y volcánica.

A pesar de que esta precaria situación es el pan de cada día en Vanuatu, la amenaza de erupción del volcán situado en el centro de la isla Ambae ha llevado al primer ministro, Charlot Salwai, a tomar medidas extremas: ha dado la orden de evacuar la por completo la isla. “Nuestra principal prioridad tiene que ser proteger la vida de las personas”, dice Salwai. “Todo el mundo tiene que irse”.

Vanuatu ha llevado a cabo su propia versión de la evacuación de Dunkerque, llevada este año a la gran pantalla por Christopher Nolan. Incluso antes de que Salwai diese la orden, la población ya se organizaba. Los miembros de la comunidad de Ambae en Port Vila, la capital, empezaron a movilizarse desde que se anunció el estado de emergencia. Han aprendido a no esperar a que el gobierno, con poca liquidez y escasos recursos, acuda a su rescate, así que rápidamente improvisaron un centro de respuesta al desastre en una iglesia. Comercios locales comenzaron a donar todo tipo de bienes. Pronto tenían grandes reservas de agua, comida, ropa de cama y otros elementos esenciales preparados para ser enviados.

Y entonces fletaron un barco.

El buque motorizado Makila fue una de las primeras embarcaciones en llegar a Ambae con suministros, parte de una improvisada flota compuesta por lanchas interinsulares y barcos costeros. El Makila navegó entre Ambae y Espíritu Santo, una isla vecina, descargando provisiones y poniendo a salvo a 100 pasajeros en cada viaje.

Sin tiempo para dudas ni observaciones de ningún tipo, la comunidad juntó fuerzas y se volvió autosuficiente. Los barcos tenían que ser rápidos.

En la isla indonesa de Bali los rugidos de un volcán también amenazan a la población, pero allí las autoridades se enfrentan a que demasiados evacuados: alrededor de la mitad de las 140.000 personas que huyeron a refugios están siendo devueltas a sus hogares. La situación en Ambae no puede ser más diferente: sus 11.000 residentes deben ser evacuados en masa.

El volcán Manaro se sitúa en la cima del Monte Lombenben, en un pequeño islote en el centro del lago Voui. Hasta la semana pasada, el cráter sólo emitía una pequeña columna de humo y ceniza que a veces llegaba a cubrir la isla de Ambae. El escritor James Michener [premio Pulitzer en 1948] se inspiró en estas vistas para escribir la leyenda de Bali Ha’i, una isla visible en el horizonte pero imposible de alcanzar, en su obra debut Sucedió en el Pacífico (Tales of the South Pacific).

Evacuaciones por mar y aire

La apariencia tranquila de Manaro esconde una amenaza inminente. Su forma suavemente inclinada está causada por la corteza de la tierra, que se dobla bajo presiones insondables debajo de la superficie. La semana pasada comenzó a demostrar su fuerza cuando aparecieron dos nuevos respiraderos. El eco de las repetidas explosiones resonó por toda la isla y el resplandor de un nuevo lago de lava podía ver a 30 kilómetros, desde la Isla de Pentecostés. Al llegar el fin de semana, la evacuación, organizada por civiles, tiene que doblar sus esfuerzos.

Nadia Kanegai ha sido asistente personal del primer ministro, y candidata política ella misma. Entrenada en esquivar la caótica burocracia de Vanuatu, no le tembló el pulso ante las dificultades para poner a salvo a cientos de los habitantes más vulnerables.

Kanegai alquiló un avión y le ordenó al piloto hacer viajes hasta que todo el mundo estuviese fuera de la isla. Este tipo de vuelos suelen costar el equivalente a unos 1.120 euros por cada ida y vuelta. Sólo durante el primer día, el avión de Kanegai hizo 18 viajes.

Moli, de 14 años, tiene síndrome de Down. Ya a salvo sobre la pista de aterrizaje de la isla de Santo, se da cuenta de que la cámara le enfoca y sonríe con naturalidad, haciendo un símbolo de la paz con su mano. Sin embargo, al preguntarle cómo está lidiando con la situación, repite una misma frase una y otra vez: “sólo quiero llorar”.

Escasez de medios

El transporte aéreo del dispositivo civil de evacuación consiste en dos aviones de diez plazas cada uno que hacen viajes durante todo el día. Aviones más grandes no pueden aterrizar en la isla. Pero no es suficiente. Nancy Garae ha traído a su suegra al aeropuerto de Longona desde Lolovenue, en el noroeste de la isla.

“Tiene casi 100 años”, dice Garae de su anciana suegra. “Cuando llegamos nos encontramos con que el avión ya estaba lleno. Seguimos esperando. Es probable que tengamos que esperar a mañana”. No tienen dónde quedarse en Longana así que no tienen más opción que regresar a su pueblo y volver a intentarlo al día siguiente.

El éxodo desde Ambae va en aumento. Ahora hay 10 embarcaciones involucradas en la evacuación y Australia ha anunciado que el HMAS (Buque Australiano de su Majestad) Choules, un buque de suministro, se encuentra de camino en el mar del Coral.

Los habitantes de Ambae tienen que cuidarse entre sí. “Esta gente me ha hecho ser como soy”, dice Kanegai. “Sólo estoy devolviendo lo que ellos me han dado”.

Dan McGarry es el director del Vanuatu Daily Post.

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