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Las ciudades mexicanas temen nuevos cierres en los cruces fronterizos con EEUU: “Somos una comunidad”

Durante la visita de Trump a San Diego se produjeron varias detenciones

Amanda Holpuch

Tijuana y San Diego —

El cruce de San Ysidro es el cruce fronterizo terrestre más transitado del mundo, una fortaleza de hormigón, acero y alambre de púas por el que cada día pasan 70.000 coches y 20.000 personas andando.

La cifra incluye turistas, migrantes, camioneros de larga distancia, pero también personas que van y vienen a trabajar. Algunos de estos comienzan y acaban su jornada en San Diego, con un viaje a Tijuana para comer con su familia, otros cruzan por San Ysidro todos los días para trabajar en Estados Unidos.

Y, mientras Donald Trump aumenta la tensión de la frontera sur de Estados Unidos, ellos se preguntan si la embestida del presidente contra la migración afectará su estilo de vida.

Andrea Guerrero, directora ejecutiva de un grupo comunitario llamado Alliance San Diego, le dijo a the Guardian que Tijuana y San Diego son “una comunidad, con un solo corazón”. “Nuestro futuro y nuestro potencial está ligado y nos sentimos unidos”, dijo Guerrero. “Estamos unidos en el dolor y estamos unidos en la esperanza”.

Guerrero afirmó que el Gobierno de Trump ha generado una crisis en la frontera que ha perjudicado a las personas que llegan a solicitar asilo y a los migrantes, pero también afecta la vida cotidiana de los residentes de San Diego y Tijuana.

“Cuando añades armas y odio a la ecuación, estás acabando con la compasión y estás socavando nuestra humanidad”, remarcó Guerrero. El 26 de noviembre, Trump cerró el cruce fronterizo de Tijuana-San Diego durante cinco horas, cumpliendo la amenaza que había hecho varias veces desde que más de 6.000 centroamericanos llegaron a Tijuana huyendo de la violencia, la intimidación política y la pobreza.

Cerrar la frontera permanentemente es imposible, ya que tiene una extensión de más de 3.200 kilómetros desde San Diego hasta Brownsville, Texas, y en algunos sitios ni siquiera está marcada. Pero cerrar un cruce de la frontera, incluso por unas horas, genera un caos en las comunidades fronterizas.

“Siempre he cruzado, toda mi vida”, dijo tras el cierre del cruce Janeth Bezada, una ciudadana estadounidense que vive en Tijuana pero trabaja en Estados Unidos, en el centro comercial Las Américas.

Este centro comercial de San Diego, ubicado a sólo metros del cruce de San Ysidro, tuvo que cerrar sus puertas por el cierre de la frontera por primera vez desde que fue inaugurado hace 20 años, perdiendo ventas por unos 4.7 millones de euros durante un fin de semana de puente clave para el comercio.

Mientras un helicóptero de la patrulla de frontera volaba ruidosamente sobre su cabeza, Bezada afirmó que cuando cerró la frontera no se preocupó demasiado porque tiene amigos y familiares de ambos lados.

Sin embargo, solo la amenaza de que pueda suceder otra vez acecha las vidas de aquellos que dependen diariamente de cruzar la frontera. “Lo que vuelve loca a la gente es no poder controlarlo”,señaló Bezada. Desde el centro comercial, el helicóptero era el único indicio de que a pocos metros había una crisis humanitaria.

Del otro lado de la frontera, miles de personas están apiñadas en refugios y tiendas de campaña, desesperadas por una oportunidad de solicitar asilo en Estados Unidos.

Huyen da las pandillas y de la homofobia

En las últimas semanas, más de 6.000 centroamericanos llegaron a Tijuana en una serie de caravanas migratorias, dándole a Trump la justificación para “endurecer” la frontera. Muchos de ellos huyen de la violencia de las pandillas, los funcionarios corruptos, violencia machista u homófoba, y esperan poder solicitar asilo en Estados Unidos.

Pero incluso antes de esta reciente ola migratoria, el Gobierno de Trump ya había reducido el número de solicitantes de asilo que pueden entrar cada día a Estados Unidos para ser registrados, generando un cuello de botella en México.

En Tijuana, las autoridades locales han luchado por manejar la creciente población de migrantes, que al principio fue alojada en un centro deportivo abandonado cerca de la frontera.

La misma dinámica sucede a una escala menor en otras ciudades mexicanas a lo largo de la frontera.

Estas situaciones han preocupado a las personas que viven cerca de cruces muy transitados, como el que conecta Nogales, Arizona y Nogales, México. La Patrulla de Aduana y Frontera de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) ha estado realizando simulacros parecidos a los que se hicieron antes de cerrar San Ysidro, y los residentes locales le advirtieron a la CBP que un cierre similar tendría consecuencias “catastróficas” para la región.

Estas consecuencias son mayormente económicas: el estilo de vida codependiente de las ciudades fronterizos hace que los negocios locales sean especialmente vulnerables a las provocaciones del presidente.

La región de Tijuana-San Diego, donde viven 4,9 millones de personas, ha sido un núcleo fronterizo de comercio y turismo desde hace más de un siglo. Durante la Ley Seca, los estadounidenses cruzaban la frontera hacia el sur para comprar bebidas alcohólicas. Ahora, todavía muchas personas viajan a Tijuana a comprar bebidas, pero también buscan sanidad y medicamentos a precios más bajos.

Por momentos, parece que hay tantos coches con matrícula de California como de Baja California. En la zona turística de la ciudad, las tiendas aceptan tanto pesos como dólares, y se habla inglés en todos los lados.

Oved Téllez, un dentista de Tijuana, dijo que el cierre tempopral de la frontera podría tener consecuencias a largo plazo para su trabajo. “La mayoría de los pacientes que vienen de Estados Unidos ya no quieren venir porque no saben qué sucederá con la frontera mientras estén aquí”, afirmó Tellez. “Tiene miedo de que cierren otra vez la frontera y no poder regresar”.

Guerrero, de Alliance San Diego, advirtió que las medidas agresivas de Trump no tienen en cuenta la realidad de las personas que viven y trabajan en ambos lados de la frontera. Guerrero dijo: “El presidente está jugando con la vida de gente real, utilizando consecuencias reales como si fueran piezas en un tablero”.

Traducido por Lucía Balducci

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