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The Guardian en español

Corea del Sur vuelve a encender su arma fronteriza: altavoces gigantes y propaganda

Fotografía de archivo tomada el 16 de junio de 2004 que muestra a un soldado surcoreano que retira altavoces de la zona desmilitarizada.

Justin McCurry

Mientras el mundo asimila la declaración de Corea del Norte sobre su entrada al club de los Estados nucleares, la tranquila frontera que separa al país de su vecino del sur se ha vuelto a convertir en escenario de una forma de guerra diferente.

Corea del Sur, animado por la deserción de un soldado norcoreano el mes pasado, ha intentado agravar el bochorno de Pyongyang informando sobre la deserción a las tropas y a los civiles al otro lado de la zona desmilitarizada (DMZ, por sus siglas en inglés). Se trata de una zona de seguridad de cuatro kilómetros que ha dividido a las dos Coreas desde el final de la guerra de 1950-53.

En emisiones difundidas a través de un altavoz que se pueden escuchar a una distancia de 24 kilómetros por la noche y a 10 kilómetros durante el día, los norcoreanos no se han perdido ningún detalle: desde el arriesgado vuelo a la libertad y su recuperación de las heridas infligidas por las balas de sus camaradas, hasta los gusanos que parasitaban su estómago y que le sacaron los cirujanos.

Lo mensajes, emitidos desde Corea del Sur a un volumen ensordecedor desde 11 puntos diferentes de la frontera, son una mezcla de noticias, propaganda y música para fomentar el desencanto con la dinastía de los Kim. El contenido abiertamente político a veces deja paso a informaciones meteorológicas, noticias internas e internacionales, dramas radiofónicos, música pop y discusiones optimistas sobre la vida en la rica y libre Corea del Sur.

Seúl reanudó brevemente las emisiones en agosto de 2015 –poniendo fin a un silencio de 11 años– después de que dos de sus soldados resultasen gravemente heridos en la frontera a causa de minas colocadas supuestamente por la vecina del norte.

Arrancaron de nuevo en enero de 2016 en respuesta a la cuarta prueba nuclear de Corea del Norte. Ello provocó que el entonces ministro de Exteriores, Philip Hammond, advirtiese al sur de “no caer en la provocación”. Corea del Norte ha denunciado las emisiones y ha amenazado con destrozar los altavoces gigantes, cuya localización exacta es un secreto.

¿Pero cuán efectiva es la ofensiva auditiva de Seúl? La furia que provocan las emisiones en Pyongyang sugiere que hacen mella en la moral entre los tropas desplegadas en la frontera. La mayoría de los norcoreanos vive demasiado lejos de la zona desmilitarizada como para escucharlas, pero algunos desertores han hablado de haber cuestionado internamente el régimen tras escuchar la “voz de la libertad” de Corea del Sur en la radio de alta frecuencia y tras ver vídeos de contrabando de los dramas televisivos del país.

Corea del Norte también se dedica a hacer emisiones transfronterizas denunciando a Seúl y a su aliado estadounidense. Dadas las consecuencias potencialmente catastróficas del enfrentamiento nuclear entre Pyongyang y Washington, quizá deberíamos estar agradecidos de que la confrontación entre las dos Coreas se limite a las ondas radiofónicas –por molesto que pueda ser escuchar durante mucho tiempo a Apink–.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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