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The Guardian en español

Kenia, otra vez al borde del caos tras la denuncia de fraude electoral

La Comisión Electoral de Kenia confirma un intento de "hackeo", aunque no funcionó

Jason Burke

Nairobi —

La tensión entre la policía y los manifestantes ha ido en aumento en Kenia desde que el líder de la oposición afirmara que el sistema informático de recuento de votos ha sido pirateado para manipular los resultados de las elecciones presidenciales del país.

Raila Odinga, el líder de la Súper Alianza Nacional [la alianza de la oposición], ha afirmado que el sistema informático y las bases de datos de la Comisión Electoral han sido pirateados con el objetivo de que “se produzcan errores” y favorecer al actual presidente, Uhuru Kenyatta, en el poder desde 2013.

Odinga ha pedido a sus votantes que conserven la calma pero también ha puntualizado que “no tiene control sobre lo que hagan”. “No pueden engañar a los ciudadanos eternamente”, ha afirmado: “Las elecciones presidenciales de 2017 han sido un fraude”.

Los resultados provisionales, tras el recuento del 96% de los votos, dan a Kenyatta el 54,4% de los votos, seguido por Odinga, con el 44,8% de los votos; una diferencia de 1,4 millones de votos.

Estas elecciones se consideran una prueba de fuego para la estabilidad de uno de los países más importantes de África.

Los primeros disturbios

A lo largo del país, las calles de las principales ciudades estaban este jueves desiertas, la mayoría de los negocios, cerrados, y se podía palpar la tensión. En las primeras horas no se produjeron muchos incidentes violentos, lo cual ha alimentado la esperanza de que sea posible evitar problemas de seguridad o el debilitamiento del Estado de derecho.

En la ciudad de Kisumu, situada en el oeste del país, la policía ha atacado con gases lacrimógenos a un centenar de manifestantes que gritaban la consigna “sin Raila no hay paz”. También se han producido protestas en Mathare, un barrio humilde de Nairobi que es uno de los principales feudos de Odinga.

A las 14 horas, la policía disparó a unos manifestantes que habían conseguido bloquear una carretera. Según el relato de un testigo a the Guardian, dos manifestantes murieron y otros cinco resultaron heridos.

Japheth Koome, el responsable del Departamento de Policía de Nairobi, ha afirmado que los dos hombres muertos son ladrones.

A lo largo de la tarde se han producido otros enfrentamientos entre la policía y los manifestantes en Mathare. Algunos grupos de jóvenes han atacado a los policías con piedras, mientras que estos los han atacado con gases lacrimógenos.

“Queremos que nos escuchen. No lo hacen cuando gritamos, así que les lanzamos piedras. Conocemos nuestros derechos. No nos pueden matar a todos”, ha indicado Kevin Odhiambo, un carpintero de 25 años que vive en Mathare. Sin embargo, otros vecinos calificaron a los manifestantes de “alborotadores”.

La policía mató a un tercer manifestante en el condado de Kisii, situado a 300 kilómetros al oeste de la capital.

Se han paralizado hasta nueva orden los viajes en tren entre Mombasa y Nairobi. Las vías que conectan a ambas ciudades fueron inauguradas recientemente y son un proyecto insignia en el país.

Odinga ya mostró su indignación tras conocer los resultados de las elecciones de 2007, marcadas por las irregularidades. Esto dio lugar a disturbios por parte de sus seguidores y represalias por parte de la policía, y el país se sumergió en la peor crisis vivida en décadas. Más de 1.200 personas murieron como resultado de los enfrentamientos étnicos.

Un muerto, un código

Esta es la cuarta vez que Odinga, un político que produce sentimientos muy encontrados en el país, se presenta como candidato a la presidencia. Además de afirmar que las elecciones de 2017 han sido amañadas, también ha indicado que existe un vínculo entre el asesinato del director de telecomunicaciones de la comisión electoral, Chris Msando, y el pirateo del sistema informático. Msando fue hallado muerto en un bosque situado a las afueras de Nairobi, con signos de estrangulamiento y de haber sido torturado.

Odinga, de 72 años, cree que los piratas informáticos pudieron entrar en los servidores de la comisión electoral con el nombre y el código de Msando.

La misión de observación de la Unión Europea declinó hacer comentarios sobre la acusación de Odinga, que será investigada. “Vamos a determinar cuál es la mejor metodología para estudiar estas acusaciones de piratería”, ha indicado Waguma Chebukati, presidente de la comisión electoral: “Por ahora, no puedo decir si el sistema ha sido hackeado o no”.

La comisión de derechos humanos de Kenia, una conocida organización no gubernamental, ha explicado que ha detectado algunas discrepancias al comparar los resultados provisionales anunciados por la comisión electoral y los documentos firmados en los centros de votación por los representantes de los partidos.

En los próximos días, los funcionarios electorales presentarán más documentos, con el objetivo de que se puedan confirmar los resultados.

La mayoría de los kenianos cree que es improbable que Kenia vuelva a vivir la violencia registrada en 2007 ya que el país aprendió de esta experiencia traumática. Un votante que habló con the Guardian tras depositar su voto afirmó que los jóvenes solo quieren “paz, paz y paz”.

En 2013, Odinga tampoco aceptó los resultados. Presentó un recurso judicial y perdió.

Los luo y los kikuyu

Los seguidores de Odinga que en los últimos días han hecho declaraciones a los medios han afirmado que si la derrota fuera justa no se manifestarían. Han insistido en el hecho de que en las dos últimas elecciones a su líder le han “robado” la presidencia.

“Si el proceso es justo y transparente no habrá ningún problema, pero si el resultado ha sido amañado, entonces la situación será caótica”, indicó Paul Ouma, responsable de una compañía de autobuses, antes de que se dieran a conocer los resultados provisionales.

Algunos jóvenes de Mathare llegaron a avanzar que si el principal líder de la oposición perdía las elecciones “la vida ya no sería igual”. “La gente luchará si su voluntad no ha sido escuchada”, explicaba Brian Aswani.

En Kibera, otro suburbio pobre donde Odinga tiene muchos seguidores, algunos jóvenes indicaron que no harían nada hasta ver qué decisión tomaba su líder. “Si perdemos, esperaremos a que nuestro líder Raila [Odinga] hable. Si acepta el resultado, entonces nosotros también lo aceptamos. Si hace un llamado a la lucha, entonces lucharemos”, afirmaba Abraham Ashidiva, de 24 años.

Odinga, de 72 años, es el hijo del primer vicepresidente de Kenia. Pertenece a la etnia luo, oriunda del oeste del país, una área que durante mucho tiempo se ha sentido descuidada por el gobierno central y excluida del poder.

Kenyatta, de 55 años, es el hijo del primer presidente, Jomo Kenyatta, y es un miembro de la etnia kikuyu; el grupo étnico al que han pertenecido tres de los cuatro presidentes de Kenia desde que el país se independizó del Reino Unido en 1963.

El martes, Kenyatta hizo un llamamiento para pedir que quien perdiera aceptara la derrota. “En el caso de que pierdan, deben aceptar la voluntad del pueblo. Yo estoy dispuesto a aceptar la voluntad del pueblo y ellos deberían hacer lo mismo”, afirmó. Hizo estas declaraciones al depositar su voto en una escuela de primaria de Gatundu, situada a unos 30 kilómetros al norte de la capital.

En declaraciones a la televisión pública alemana, Deutsche Welle, Odinga afirmó que aceptaría la derrota “si era justa”.

Para ganar las elecciones se necesita superar el 50% de los votos y obtener al menos el 25% de los votos en 24 de 47 condados del país.

Además de elegir al presidente, los kenianos también eligen a nuevos representantes regionales, ya que la constitución de 2010 devolvió competencias y dinero a los condados.

Los expertos señalan que estas elecciones son una nueva muestra de la rivalidad de dos dinastías enfrentadas desde hace medio siglo: las familias de Kenyatta y de Odinga. Los padres de los dos candidatos presidenciales, Jomo Kenyatta y Jaramogi Odinga, pasaron de ser aliados que lucharon conjuntamente para conseguir la independencia del Reino Unido a ser enemigos acérrimos.

Traducción de Emma Reverter

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