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The Guardian en español

Éxito en las redes de un vídeo antifascista de 1947 sobre el peligro nazi

El orador xenófobo en el vídeo 'No seas estúpido'.

Adam Gabbatt

Una película de propaganda antifascista distribuida después de la Segunda Guerra Mundial se ha propagado en las redes en los días posteriores a la manifestación racista de Charlottesville que concluyó con una persona muerta y 20 heridas.

No seas estúpido fue difundida en 1947 por el Departamento de Guerra de EEUU. La película de 17 minutos muestra a un hombre lamentando que los afroamericanos y los “extranjeros” estén quedándose con los empleos, antes de dejar patente los paralelismos entre el nacionalismo blanco y el ascenso al poder del partido nazi en Alemania.

Un extracto del filme fue compartido por muchas personas en Twitter el domingo, lo que hizo que la gente relacionara la escena con el actual clima político de EEUU.

Michael Oman-Reagan, de la Universidad Memorial, de Canadá, fue uno de los primeros que compartió No seas estúpido. “El vídeo antifascista de 1947 hecho por los militares de EEUU que enseña a los ciudadanos a evitar ser engañados por gente como Trump es relevante de nuevo”, escribió en un tuit retuiteado más de 150.000 veces.

Keith Ellison, congresista demócrata de Minnesota y vicepresidente del Comité Nacional Demócrata, estuvo entre los que compartieron la película.

Es fácil comprobar por qué No seas estúpido tuvo tal impacto. La escena se inicia con un hombre subido a una caja que se presenta como un “americano americano” y que se lanza contra la gente “que se queda con los empleos que me pertenecen” ante una audiencia que parece apoyar sus palabras.

“He oído estas cosas antes, pero nunca esperaba escucharlas en América”, dice un hombre con acento europeo. Está junto a un hombre con sombrero gris que parece recibir bien el mensaje que escucha, hasta que el orador dice que EEUU también debe deshacerse de los masones.

“¿Qué hay de malo con los masones? Yo soy masón. Hey, este tipo está hablando de mí”, dice el hombre del sombrero.

“Y eso lo cambia todo, ¿no?”, responde el hombre del acento europeo. Explica que creció en Hungría antes de convertirse en profesor de universidad en Berlín. En Alemania, dice, “escuché las mismas palabras que estamos escuchando hoy”.

“Pero entonces fui un idiota. Pensé que los nazis estaban locos, que eran unos fanáticos estúpidos. Pero desgraciadamente no fue así”, continúa. “Mira, ellos sabían que no eran lo bastante fuertes para conquistar un país unido. Por eso, dividieron a los alemanes en grupos más pequeños. Utilizaron los prejuicios como arma para paralizar a una nación”.

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