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The Guardian en español

“Un clan de hienas” ayudó a Harvey Weinstein a extender su red de abusos

La Academia de Hollywood expulsa a Weinstein por escándalo de abusos sexuales

Rory Carroll / Sam Levin

Fue la producción de Harvey Weinstein más ambiciosa. Una trama que se extendió durante 20 años, con un reparto que fue cambiando, muchas localizaciones en diferentes puntos de Estados Unidos y Europa, un equipo de disciplinados asistentes, productores y técnicos, negociaciones complejas y una maquinaria publicitaria única.

Pero no era El paciente inglés, ni Pulp Fiction, ni Shakespeare enamorado, ni El discurso del Rey, ni ninguna de esas películas que lograron más de 300 nominaciones a los premios Oscar.

Era una producción en la sombra, una versión invertida de Hollywood que utilizaba el poder de la industria cinematográfica para cometer todo tipo de supuestos acosos y agresiones sexuales, incluidas violaciones, manteniendo todo oculto mediante un sistema de pagos, amenazas y acuerdos extrajudiciales.

Los facilitadores eran colegas y socios que concertaban reuniones por motivos falsos, y despachos de abogados y publicistas que hacían desaparecer las denuncias.

Era un sistema de abusos en el que participaban algunas de las personas más famosas del mundo, en el que el éxito se medía no en premios, fama o números de taquilla, sino en silencio.

Weinstein, de 65 años, estaba en cada detalle de sus películas pero perdió el control de su producción en la sombra cuando The New York Times publicó los testimonios de las víctimas de sus acosos y agresiones sexuales, provocando un torrente de nuevos testimonios que causaron la caída en desgracia del productor, que perdió su empleo y posiblemente acabe en prisión. Tanto la policía de Londres como la de Nueva York han iniciado sendas investigaciones.

Weinstein se ha disculpado por su comportamiento en términos vagos pero niega las acusaciones de sexo no consentido. Es un paria: lo han despedido de su empresa, su esposa lo abandonó, y lo han criticado públicamente estrellas de cine y políticos de primera línea que antes lo buscaban para conseguir trabajo o donaciones.

Ha sido una caída vertiginosa. Pero ahora el foco se ha puesto sobre los cómplices, los que hicieron la vista gorda, los que podrían o deberían haber sabido lo que estaba sucediendo: asistentes, productores, técnicos, publicistas y abogados que eran parte del entorno del cofundador de Miramax y the Weinstein Company.

“Juntos, son como un clan de hienas”

“Estamos acostumbradas a depredadores que actúan solos, pero cuando se juntan son como un clan de hienas, y la cosa cambia mucho”, dice Zoë Brock, modelo y escritora que acusó a Weinstein de acosarla sexualmente.

“Hay facilitadores por todos lados”, asegura Jeff Herman, un abogado que representa a víctimas de abuso sexual y que está investigando las opciones judiciales que tienen algunas de las presuntas víctimas de Weinstein. Las empresas en las que trabajan los depredadores a menudo facilitan encuentros que disfrazan de reuniones de trabajo, dice. “Envían limusinas para recoger a la víctima, compran billetes de avión. Este tipo de hombres no hacen las reservas ellos mismos”.

Otras personas de la industria cinematográfica están de acuerdo y afirman que cosas muy oscuras pueden suceder bajo el sol, entre palmeras y sonrisas deslumbrantes.

La actriz francesa Florence Darel dijo a Le Parisien que en varias ocasiones se negó a reunirse a solas con Weinstein pero que su representante le insistía en que fuera. “¿Por qué los representantes envían a actrices jóvenes a reunirse solas con depredadores?”, se pregunta. “¿Por qué se espera que nos reunamos con productores en habitaciones de hotel?”

El abuso sexual en Hollywood necesita de mayor complicidad que el abuso en la Iglesia católica, según Lorien Haynes, una escritora que vive en Los Ángeles y trabajó en Un secreto a voces (An Open Secret),An Open Secret un documental sobre el abuso sexual a menores de edad en Hollywood. “Es un poco más insidioso en Hollywood porque están involucrados tanto hombres como mujeres”.

Peter Biskind, autor de Down and Dirty Pictures: Miramax, Sundance and the Rise of Independent Film, un libro publicado en 2004 sobre el éxito de Weinstein en los años 90, dice que los facilitadores aseguran que el supuesto abuso sexual se lleve a cabo sin complicaciones. “Eso parece. Han refinado los mecanismos”.

Los empleados de Miramax debían soportar los métodos y la intimidación de Weinstein –que tenía un bate de béisbol en la oficina– porque la productora hacía buenas películas y les mejoraba el currículum, afirma. “La mayoría de los empleados tiene sentimientos encontrados y han hecho un pacto con el diablo por lo que pueden sacar de provecho. No los justifico, pero son seres humanos. Cualquier persona que trabaje en esa industria es un potencial facilitador”.

En un ensayo del año pasado, titulado Por qué los gilipollas están ganando, Jeffrey Pfeffer, profesor de Stanford, escribió que encontrarse cerca del poder y la riqueza podía hacer que una persona racionalice la moralidad y haga un proceso de desconexión moral. “El éxito y los grandes resultados generan su propia realidad,” señala.

Weinstein fue durante muchos años el Rey Midas de Hollywood, un productor que alimentó el talento de personas como Quentin Tarantino y que hizo que películas poco convencionales y de bajo presupuesto como Juego de lágrimas se convirtieran en éxitos de taquilla. Weinstein convertía ideas en películas y las vendía como el mejor, enamorando a los medios de comunicación y a los miembros de la Academia con encanto, fanfarronadas y astucia.

Él decía qué películas se convertían en realidad

“A todo el mundo le conviene llevarse bien con él: a actores, escritores, creativos… Weinstein es un intermediario que hace que las cosas sucedan”, dice Paul Feig, director de La boda de mi mejor amiga. “Él es el portero que decide qué proyectos se llevan a cabo, que pone tu cara en la pantalla, que logra que ganes un Oscar”.

Cuando alguien con tanto poder, abusa de él, la gente “se queda callada”, afirma el director, que asegura que no había oído las historias de abuso sexual hasta que se hicieron públicas la semana pasada, con testimonios de Ashley Judd y Rose McGowan, entre otras actrices.

Hollywood tiene una larga tradición de abuso sexual en las audiciones, que data de la época del cine mudo hasta la edad de oro de Hollywood. Las víctimas podían ser desde Judy Garland hasta Marilyn Monroe. Roman Polanksi y Woody Allen todavía son venerados, a pesar de estar uno condenado por violación y el otro denunciado por abuso sexual, respectivamente.

Cuando se mudó a Los Ángeles, Haynes que es británica, se escandalizó con la audacia de los agresores. Incluso recibió una propuesta de un director de un estudio cinematográfico. “Le dije ‘Tú estás casado. ¿Tu esposa sabe que haces esto?’ Cuando le dije que no, me colgó el teléfono. La gente hace cosas increíbles para obtener dinero y poder, y también hacen concesiones sorprendentes”. “La gente cree que hay ciertas personas que son intocables”.

En el caso de Weinstein, había un abanico de personas que, a sabiendas o no, facilitó el modus operandi del productor de invitar a una mujer joven –generalmente, una actriz o una modelo– a una habitación de hotel o a una oficina privada con el pretexto de hablar de trabajo, y luego pedirle un masaje o tener relaciones sexuales.

The New Yorker citó a tres mujeres que lo acusaron de violación, algo que el productor ha negado categóricamente. El artículo también cita a 16 ejecutivas y asistentes de las empresas de Weinstein, tanto actuales como del pasado, que aseguraron haber presenciado o tener conocimiento de los abusos.

Una exasistente, que se dio a conocer sólo como Karen, dijo a ITV que el clima en la oficina hacía imposible que alguien hablara del tema. “Creo que Weinstein es una persona multifacética. Es increíblemente brillante e inteligente, y creo que muchas personas le tenían un temor reverencial”.

Michael Reiss, de 47 años, que trabajó brevemente como asistente de marketing en Miramax en los años 90, recuerda un clima en que los empleados, tanto los jóvenes como los de mayor antigüedad, tenían miedo a Weinstein.

“La fuerza que movía todo era el miedo, pero al mismo tiempo era una empresa muy prestigiosa, especialmente después de Pulp Fiction. Nadie quería rebelarse contra el sistema. Algunos empleados planeaban escapar, pero querían quedarse el tiempo suficiente como para que les sirva en el currículum. La cultura del silencio, en esa época, no sólo existía para no perder el empleo, sino que había una noción de que estos actores y productores podían hacer lo que les viniera en gana”.

Weinstein era amigo de periodistas que escribían artículos elogiosos de los actores que él quería favorecer, y artículos negativos de las personas que lo hacían enfadar o lo desafiaban. Aún así, al menos ocho mujeres lo denunciaron, según el New York Times. Ningún caso se conoció públicamente.

Las demandantes aceptaron dinero y firmaron acuerdos extrajudiciales con cláusulas de confidencialidad, algo típico en casos de abuso sexual, según Haynes. “Los abogados presionan a la gente para que denuncie y firme acuerdos extrajudiciales. Hay toda una industria que hace dinero de estas denuncias”.

La junta directiva de the Weinstein Company sabía de al menos tres acuerdos extrajudiciales, según David Boies, un abogado que representaba al cofundador de la empresa. Nunca lo sancionaron.

De todas formas, los rumores corrían. “Felicitaciones”, les dijo el comediante Seth MacFarlane a las cinco nominadas a Mejor Actriz de Reparto en los Oscar de 2013. “Ninguna de vosotras tiene que seguir fingiendo sentirse atraída por Harvey Weinstein”.

Emily Best, una productora de cine que vive en Los Ángeles, dijo que muchas mujeres compartieron información en varias redes privadas sobre abusadores potenciales. “Es un círculo de susurros’. Nos vemos obligadas a hacer eso. No tenemos la ley de nuestro lado. No tenemos la cultura de nuestro lado. Entonces lo que hacemos es decir 'me pasó esto. No trabajéis con tal persona'”.

“Ya no se puede hacer la vista gorda”

Expertos en la industria cinematográfica dicen que el menor éxito de the Weinstein Company en los últimos años –el flujo ininterrumpido de éxitos se convirtió en un goteo– dejó a su cofundador en una situación de mayor vulnerabilidad.

También han influido las acusaciones de violación contra Bill Cosby y el audio de Donald Trump hablando de “agarrar por el coño” a las mujeres.

“Ya no se puede hacer la vista gorda. Estamos en 2017”, dice Feig, el director. “Se supone que en Hollywood somos progresistas. Tenemos que luchar contra el abuso sin importar quién lo cometa”.

Ante la pregunta de si la carrera de Weinstein había terminado, Feig lo puso en duda. “¿Quién sabe? Yo pensé que Mel Gibson no volvería a trabajar” [después de su escándalo por comentarios antisemitas en 2006].

Algunas personas creen que esto será un punto de inflexión, que la caída de Weinstein fue tan repentina y abrupta que pondrá nerviosos a otros abusadores.

Biskind, uno de los más importantes cronistas de Hollywood, no está tan seguro. “La conmoción de lo que sucedió con Harvey quedará en el aire durante un tiempo. Pero siempre que haya hombres con mucho dinero y mucho poder, esto va a seguir pasando. Quizás tomarán más precauciones, pero el problema no desaparecerá para siempre”.

Traducido por Lucía Balducci

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