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The Guardian en español

“Vivo con miedo a ser violada”: de Brasil a Dinamarca, ser mujer en un mundo desigual

Un grupo de chicas muestra el símbolo de por los derechos de las mujeres / EFE

The Guardian

Sarah Mars —

Tras el Día Internacional de la Mujer, las lectoras de The Guardian escriben los principales retos que afrontan en sus países y qué podemos hacer para erradicar el machismo. Estas son algunas de las historias que nos han llegado.

Reino Unido

Mary, 57: “Las víctimas de violencia de género necesitan más apoyo”

Soy madre de una joven que ha sufrido violencia doméstica. Se siente impotente y defraudada por la falta de apoyo jurídico (el Gobierno ha retirado la ayuda legal a los casos de violencia doméstica y la financiación para las agencias de ayuda a las víctimas), y la ausencia de policías que sepan hacerse cargo de estos casos y ofrecer la información adecuada. Mi hija no cree que nadie esté a su lado o que tenga algún poder. La inclusión de los abusos y conductas coercitivas dentro de ámbito legal ha sido un gran paso, pero las mujeres necesitan más ayuda para ganar en los juzgados. Necesitan sentirse protegidas y saber que estamos de su parte.

Chardine, 30: “El acoso racista en las calles es diario”

El acoso en las calles, la misoginia y el racismo son el pan de cada día para las mujeres negras del Reino Unido. Si no somos el blanco de los ataques, nos consideran invisibles. Podría relatar varias ocasiones en las que he sido completamente ignorada y, al rato, un hombre blanco repetía mis palabras exactas y se llevaba todos los elogios. Y cuando te enfrentas a esos comportamientos, tienes que aguantar insultos como “negra cabreada” o que te digan que eres “demasiado orgullosa”. Todos necesitamos aprender a escuchar y no ponernos a la defensiva cuando alguien desafía las conductas que oprimen a los demás.

Evelyn, 26: “Siempre se usan las mismas excusas ante los abusos sexuales”

La violencia sexual y la cultura de la violación crean barreras a la hora de vivir una vida plena a todos los niveles, y el número de mujeres agredidas ha alcanzado cuotas epidémicas.

Soy una superviviente de violaciones y abusos. Me hicieron creer que lo que me pasaba era normal. Recuerdo las crisis nerviosas, el miedo y esa sensación enfermiza en la boca del estómago cada vez que mi abusador me mandaba un mensaje. Aunque logré escapar, todavía me siento avergonzada por 'dejar' que me hiciese daño. Ahora trabajo por la prevención de las agresiones sexuales y la violencia doméstica. Me reúno con supervivientes todos los días. Somos más fuertes de lo que pensamos, y estoy orgullosa de poder contarme entre todas esas maravillosas mujeres que no dejamos que la violencia defina nuestras vidas.

Pero podemos hacerlo mejor. Podemos crear un mundo donde no sintamos una amenaza sobre nosotras cada día. Donde nos sintamos seguras porque en verdad lo estamos. Vivo en un pueblo universitario. Después de las recientes noticias de violaciones en los campus, el presidente de la universidad dijo: “No toleraremos este tipo de actos aquí”. Si queremos transformar el sistema y convertir el mundo en un lugar seguro para las mujeres y chicas (y todos los demás), tenemos que empezar por reconocer que, lamentablemente, toleramos por completo este tipo de comportamiento. Eso es por lo que sigue ocurriendo. Debemos asumir como comunidad el problema de la cultura de las violaciones y la misoginia. Hay que reconocer que hemos sido cómplices en la perpetuación de ambos y que provocar un cambio significa cambiar también nosotros, no solo los que creemos que son el problema.

Estonia

Rebeka, 26: “Existe una importante brecha salarial”

Hay una diferencia aproximada del 30% entre los salarios de las mujeres y de los hombres en Estona, debido en parte a que los trabajos están muy segregados. Los hombres se dedican a la construcción y ocupan los puestos de liderazgo en los negocios (ganando más), mientras que las mujeres trabajan en educación u otros empleos públicos.

Soy restauradora de arte y trabajo rodeada de mujeres, por lo que no noto esta brecha salarial en mi sector. Sin embargo, es evidente que los artistas están mejor pagados y venden más obras. Por ejemplo, Marko Mäetamm y Kaido Ole venden más y por un precio más alto que cualquiera de las mujeres de su generación. Siempre he sido muy consciente de este problema en mi país, desde que era más joven, así que cuando empecé a trabajar me aseguré de negociar mi sueldo.

El machismo es también evidente en la política y en televisión. En 2014, el ministro de Finanzas, Jürgen Ligi, dijo en directo a Kaja Kallas, eurodiputada e hija de Siim Kallas, que los ojos bonitos y grandes suelen ir acompañados de una boca cerrada. ¿Por qué no pidió disculpas o se retractó? Además, solo tenemos dos ministras en el Gobierno y algunas personas creen que la forma de solucionarlo es estableciendo una cuota, pero otros piensan que es ridículo. Lo que yo creo que es ridículo es que haya tantos ministros cuando hay miles de mujeres expertas en esas áreas.

Irak

Noor, 25: “Las mujeres con discapacidad tenemos graves problemas”

Ser mujer con discapacidad en Irak implica afrontar mucha más discriminación que los hombres. Me caí de espaldas cuando tenía dos años y no pude volver a caminar. Allá donde voy, los desconocidos se me quedan mirando y pronuncian una palabra árabe que significa “pobrecita”. Es muy humillante. Recuerdo una vez que un policía paró mi coche en la universidad y me pidió que saliese. Cuando le dije que no podía caminar, me respondió que si estaba “lisiada” no debería salir de casa.

Si las mujeres con discapacidad de mi país no tenemos familias con mentes abiertas, seríamos prisioneras en nuestras propias casas. A pesar del apoyo de mis familiares, no puedo conseguir un trabajo porque las compañías no me quieren contratar. Y no seré capaz de casarme si las familias no quieren que su hijo salga con una persona como yo. En Irak, por lo genera, se les da a las mujeres un trato desigual y son consideradas como la propiedad de los hombres. No pueden tomar decisiones sin la aprobación de los hombres de su familia. Tenemos que educar a los jóvenes en el respeto de las mujeres y establecer leyes que protejan sus derechos.

Dinamarca

Joëlle, 26: “El número de mujeres en puestos de responsabilidad es patético”

El mayor desafío feminista consiste en acabar con la desigualdad estructural del trabajo, respecto a la brecha salarial y al ridículo número de mujeres que ocupan altos cargos. 

La desigualdad salarial es muy común y, aunque las investigaciones indiquen que ha disminuido, la media se mantiene en un 7%. Por otra parte, que yo creo incluso más problemática, a casi el 38% de los hombres entrevistados les subieron el sueldo en los últimos dos años, comparado con solo el 28% de las mujeres.

Soy estudiante y, por suerte para mí, no he sufrido la desigualdad hasta ahora. Sin embargo, en mi máster en administración y negocios había una falta total de profesoras y de ejemplos femeninos de éxito en el ámbito de los negocios. Y, aunque existen, la cuota de mujeres en los puestos de responsabilidad apenas alcanza el 10%. Creo que muchas estudiantes jóvenes permiten esta situación porque no reconocen el mundo de oportunidades que tienen por delante. Carecen tanto de convicción como de modelos de referencia. 

Irlanda

Hannah, 24: “Hay un estigma sobre el aborto porque es ilegal”

La prohibición constitucional sobre el aborto es la principal cuestión de género al que se enfrenta Irlanda en este momento. Es ilegal que una mujer aborte, incluso en caso de violación, incesto o si su vida está en peligro. Está penado con hasta 14 años de prisión.

Nunca me he quedado embarazada cuando no quería, pero tengo amigas que tuvieron que ir al Reino Unido, a Holanda y a otros países donde es legal el proceso de interrupción del embarazo. Normalmente hay que pagar grandes cantidades sumadas a los gastos del viaje. Muchas de ellas se avergüenzan o sufren el estigma porque la intervención es ilegal en Irlanda. Por lo menos tendríamos que regular los casos donde la vida de la mujer corra peligro o cuando el embarazo sea fruto de una violación o incesto. Pero más importante, necesitamos confiar en las mujeres y respetar su derecho a decidir sobre su propio cuerpo.

Holanda

Katya, 26: “La industria del sexo en mi país es peligrosa”

El negocio del sexo es uno de los grandes problemas en Holanda a raíz de que la prostitución sea legal. Es considerada como cualquier otro oficio, pero no lo es. Sé que puede generar un trauma. Caí en la prostitución después de quedarme en la calle a los 21 años, cuando no tenía trabajo ni casa y tenía que salir como fuese de esa situación.

La experiencia me generaró estrés postraumático, que se manifestaba en ataques de pánico. Cuando trabajé en la industria del sexo me sentía usada y violada. Siempre comparo mis experiencias con haber sufrido abusos, porque no existe un consentimiento real. Es sexo no consentido y tú no das el consentimiento ante eso, solo aceptas el dinero que necesitas para sobrevivir. Los hombres suelen ser bastante violentos. Muchos de ellos son consumidores de porno y se dejan inspirar por cómo son tratadas las mujeres en la ficción. Me usaban para representar sus fantasías más bruscas.

Hablar de la mujer en un sentido más amplio en mi país, por supuesto, puede ser mucho peor. Tenemos oportunidades de trabajo y libertad, pero el predominio de la industria del sexo es terrible. Para reducir su control, necesitamos cambiar la idea de que la prostitución es un trabajo normal y admitir que puede ser dañino para la mujer. Si los servicios sociales se centrasen en combatir las razones por las que las mujeres se prostituyen (pobreza, adicción, trastornos de la salud o tráfico de blancas) serían de una gran ayuda.

Brasil

Luana, 19: “Vivo con miedo a ser violada”

El aborto representa un gran tabú aquí porque es ilegal y las mujeres pueden ingresar hasta tres años en la cárcel si son descubiertas. Así que, en definitiva, las brasileñas no tienen el derecho a decidir sobre sus cuerpos, y muchas de ellas mueren cada año al intentar acceder al aborto de manera clandestina. Aparte del peligro que esto representa, cada año tienen lugar un gran número de violaciones, en las que las víctimas son consideradas culpables. 

Las leyes en contra de la interrupción del embarazo no me han afectado, pero he visto a muchas mujeres enfrentarse a este conflicto de forma cotidiana, y es imposible no pensar que algún día podría ocurrirte a ti. También vivo en un miedo constante a ser violada, debido a la frecuencia de los ataques.

Brasil es un país binario en el que las mujeres no son consideradas como iguales, y esto afecta tanto a las decisiones personales (no querer casarse o tener al menos dos hijos es una razón para sentirnos avergonzadas), como a las profesionales (existe una gran brecha salarial).

India

Kathakali, 35: “Los abusos sexuales a plena luz del día son rutinarios”

La estrecha mentalidad de este país es el mayor problema del feminismo. Es esta actitud la que ha generado un ambiente continuo de abusos a menores, violaciones por parte de miembros de la familia, asesinatos por la dote matrimonial, ataques con ácido, etc. Aunque el país ha evolucionado mucho y está trabajando por proyectar una imagen donde la mujer está segura y hay igualdad de género, la realidad cotidiana es bastante diferente. Incluso ahora, las mujeres no se sienten protegidas al volver solas a casa desde el trabajo cuando los abusos sexuales tienen lugar a plena luz del día.

Un ambiente de trabajo desfavorable, unas normas familiares convencionales y un dogma social muy conservador han afectado a mis decisiones y actos también. Existen ciertas normas en casi todas las familias indias que se consideran parte de nuestra tradición. La vestimenta de las mujeres, el lenguaje corporal, su oficio, la manera de comunicarse, las horas que le dedica al trabajo; todos esos factores son estudiados de cerca para juzgarla. En la oficina, las trabajadoras se enfrentan también a varias formas de discriminación y, en ocasiones, al acoso de sus compañeros o del mismo jefe.

Indonesia

April, 21: “Se cree que la mujer es débil y necesita protección”

Mucha gente piensa que eres lesbiana en Indonesia si te consideras feminista. Existe también una creencia tradicional de que las mujeres son débiles y necesitan protección (así que no deben llegar a casa tarde o trabajar muy duro). Cuando salgo con mis amigos, siempre se sienten con la obligación de vigilar a las chicas. En resumen, la opinión más extendida es que las mujeres deberían quedarse en casa. 

Normalmente, son las personas mayores con una mentalidad más tradicional las que mantienen esas creencias (mi abuela y tías lo hacen), mientras que las nuevas generaciones son más liberales. Mi madre solía defender que las mujeres no deberían ser independientes, pero ahora piensa que deben tener sus propias vidas y estudiar una carrera. Algunas de mis primas dejaron sus trabajos cuando se casaron, pensando que debían ser madres a tiempo completo. Aunque están algo tristes, siguen sometidas y lo consideran como una consecuencia inevitable del matrimonio. Dicen que no tienen otra alternativa que cuidar de sus hijos y del hogar. Me gustaría ver que la educación puede transformar esta cultura pasada de moda.

Traducción de Mónica Zas

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