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The Guardian en español

Irán termina el año con una posición consolidada y Arabia Saudí pierde fuerza

El presidente de EE.UU., Donald J. Trump conversa con el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman

Martin Chulov

Beirut —

Si la primera parte de 2018 fue el momento de Mohamed bin Salmán, el año que viene podría ser todo lo contrario. Hace menos de doce meses, al joven heredero saudí las cosas le iban de maravilla: la sociedad aceptaba su ambicioso paquete de reformas domésticas, contaba con el apoyo internacional para su agenda belicosa en la región y mantenía su idilio con otro poderoso treintañero, Jared Kushner, yerno del presidente que estaba consagrando Arabia Saudí como la principal potencia de Oriente Medio.

Hasta que todo aquel empuje se vino abajo en exactamente siete minutos, el tiempo que hizo falta para matar a un disidente en el consulado saudí de Estambul. El escandaloso asesinato de octubre puso bajo escrutinio casi todo el programa de Bin Salmán, cuyas líneas maestras empezaron a ser cuestionadas por aliados y escépticos que en un principio se habían mostrado favorables al príncipe heredero.

Ahora que comienza un nuevo año, el Senado de Estados Unidos ha retirado su apoyo a la guerra que Riad libra en Yemen y responsabilizado abiertamente al príncipe de ordenar el asesinato de Jamal Khashoggi. La acusación dificultará un camino hacia el trono que Bin Salmán parecía tener asegurado hace solo tres meses.

El bloqueo contra Qatar, otro de los proyectos del príncipe, también parece estar menos garantizado. Así como las reformas culturales y económicas que parecían presagiar un nuevo contrato social entre el ciudadano y el Estado saudí. A esto se añadeN también las tensiones con Canadá

La guerra de Yemen parece especialmente problemática para el príncipe. El empeño de Bin Salmán en evitar que Teherán se afiance en el flanco oriental de Arabia Saudí ha vaciado las arcas de su país. Sin mejorar prácticamente en nada la posición contra el archienemigo iraní, ha condenado a la desnutrición y a la enfermedad a muchos yemeníes que ya eran pobres antes de la guerra. Si el alto al fuego en Al Hudayda se mantiene, aumentarán las presiones para que haya un acuerdo permanente.

Irán sigue haciendo sentir su presencia en el este del reino, igual que en Irak y en el Líbano, que en mayo celebraron elecciones y aún no han terminado de resolverlas. En los dos países, el proceso democrático ha sido absorbido por una pelea política que está más relacionada con las agendas regionales que con asuntos domésticos. En Beirut, Hezbolá se ha resistido a consentir la formación de un gobierno que no otorgue mayor representación a sus aliados; y en Irak, las cruciales carteras de Interior y Defensa siguen sin ministro. Un juego de poder que, en los dos casos, podría alargarse por tiempo indefinido.

Irán ha consolidado su influencia en la región y se lo debe, en parte, a la ayuda prestada a Bashar al Asad para asegurarle el poder en Siria. La intención es seguir creciendo desde ahí el próximo año. Preocupado por el ascenso iraní, Estados Unidos quiere que 2019 sea el año en que le paró los pies a Teherán, reimponiendo y endureciendo sanciones eliminadas durante la Administración Obama como parte del acuerdo nuclear.

En el punto de mira de las presiones estadounidenses están ahora los aliados de Irán, incluidos Líbano, Irak y Siria, donde el dinero y la influencia iraníes han fluido libremente en campañas anteriores dirigidas contra Irán.

Ya ha pasado lo peor de la guerra en Siria, iniciada hace ocho años, pero Damasco enfrenta ahora un estrangulamiento económico cuyo principal objetivo es frenar a sus mecenas y aliados. Las advertencias de Washington a los países vecinos sobre el comercio con Siria han sido claras y continuadas, algo poco común en una Administración Trump que, por lo general, ha preferido mantener las manos fuera de la región. Las excepciones han sido el acotado interés de Washington por sostener al príncipe Mohamed bin Salmán, por defender a Israel y por combatir contra lo que queda del ISIS en la frontera de Irak y Siria.

Pero la retirada estadounidense de Siria pone fin a la alianza de Washington con los kurdos en la lucha contra el ISIS. La anunció Donald Trump en contra del jefe del Pentágono, Jim Mattis, que en señal de protesta comunicó después su dimisión. A Ankara nunca le gustó esa alianza por la posibilidad de colaboraciones entre los militantes kurdos dentro de sus fronteras y los grupos afines de Siria.

Se espera que Recep Tayyip Erdoğan ordene en poco tiempo una operación militar que cruce el Éufrates para alejar a los kurdos de su frontera oriental. También en este caso, la sombra de Irán es determinante. Rojava, la región del noreste de Siria, sigue siendo terreno fértil para la influencia iraní en la era pos-ISIS. Más al norte, Ankara se mantiene relativamente bien dispuesta hacia Teherán, lo que la convierte en un posible punto débil para el programa de sanciones.

Conceder a Turquía lo que pide en Rojava a cambio de su apoyo contra Irán es la pieza central del programado reajuste en las relaciones entre Estados Unidos y Turquía, que llevan tensas tres años. Una distensión con Ankara a expensas de Teherán también sería bien recibida por Tel Aviv, donde el gobierno de Israel sigue con preocupación el constante avance iraní en Siria.

Lo que aún no se sabe es cómo afectará eso a los más de 2,5 millones de desplazados sirios en Idlib, al otro lado de la frontera con Turquía. La provincia sigue fuera del control del régimen de Asad y los intentos de recuperarla producirán baños de sangre y desplazamientos masivos casi con toda seguridad.

Asad y el Gobierno ruso, otro de sus protectores clave, han intentado proyectar Siria como un lugar estable y listo para los negocios, pero no parece probable que fluya el dinero para la reconstrucción antes de un acuerdo político. La mitad de los ciudadanos huyeron o siguen lejos de su hogar, desplazados dentro de Siria. Ante la relativa calma a la que se ha llegado, solo unos pocos se han mostrado dispuestos a regresar. Naciones Unidas y los defensores de los refugiados ven poco probable que eso cambie. Por lo menos, no en la primera mitad de 2019.

Traducido por Francisco de Zárate

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