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The Guardian en español

Pensaba que solo temía a Trump, pero es su país lo que me aterroriza

Donald Trump

Jessica Valenti

Con las elecciones presidenciales a menos de una semana, mi optimismo sereno ha derivado en pánico. Un pánico que revuelve el estómago. Hasta ahora de algún modo me había esforzado en no permitirme imaginar lo inimaginable: la victoria de Donald Trump. Pero con las elecciones acercándose y el racismo y sexismo que infectan la campaña de Trump intensificándose, es difícil no estar aterrada.

La semana pasada, un periódico del Ku Klux Klan mostró su apoyo a Trump y los supremacistas blancos anunciaron su plan de intimidación generalizada contra los votantes; los asiduos a los mítines de Trump lanzaron improperios antisemitas a los periodistas; y se incendió una iglesia negra histórica de Mississippi, donde se garabateó en uno de sus costados: “Vota a Trump”. Otra mujer se presentó ante la policía para acusar a Trump de abuso sexual y un cargo del gobierno de Texas llamó “puta [cunt]” a Hillary Clinton.

Esto no es una cuestión de derecha o izquierda, demócratas o republicanos; es una brecha moral inconmensurable. Por eso entiendo por qué para muchos que se sienten horrorizados por Trump lo más fácil ha sido hacer como si fuera imposible que ganase la presidencia. Es demasiado duro el imaginar el odio subyacente en su campaña y las políticas que promoverá.

Si gana Trump —una posibilidad real, aunque poco probable—, ¿qué será de nuestro país? ¿Qué pasará con los derechos de las mujeres, no solo a nivel de políticas, sino también en escuelas y hogares? ¿Cuánto más miedo tendrán que soportar los inmigrantes y la gente de color de que les expulsen de sus casas o de que sean asesinados en la calle por las personas que deben protegerles? Parte del problema es que ya sabemos las respuestas a estas preguntas: las hemos estado viviendo.

Estas elecciones han destapado algo nauseabundo de Estados Unidos. Que tanta gente apoyara a un candidato despreciable no es nada nuevo para aquellos golpeados cada día por el racismo, el sexismo y la xenofobia; sabemos que están vivos y coleando. Hemos estado tratando con ello durante toda la vida. Pero ver este odio exhibido de forma tan flagrante y sin remordimientos es otra cosa muy diferente.

Incluso si Trump pierde, esto no es solo un mal sueño del que nos despertaremos el 9 de noviembre. Una constante que he escuchado en los votantes de Clinton es que somos mejor que todo esto: el odio, el acoso. Pero si esta campaña nos ha demostrado algo, es que no somos mejor que esto. El fanatismo y la misoginia: eso es lo que somos. Eso es sobre lo que se construyó este país. Incluso si Clinton gana la semana que viene, seguiremos siendo los mismos.

Por maravilloso que sea ver a la primera mujer ganar las elecciones presidenciales, no puede cambiar la verdad de lo que somos. Los despreciables que sienten que ya no tienen que esconder su odio no van a ir a ninguna parte después de las elecciones, no importa el resultado.

Después de todo, supongo que mi pánico no era por la posibilidad de una victoria de Trump. Es por la realidad en la que estamos inmersos, gane o pierda. Es por el lodo que llega hasta el techo, por la peste que no podremos limpiar con unas elecciones o un presidente. No es necesario tener miedo al futuro porque el presente ya tiene más horror del que podemos manejar.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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