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The Guardian en español

La Ryder Cup se convierte en una sede diplomática de 'poder blando'

Trump en el hoyo 14 de un torneo de profesionales y aficionados en Bethesda, Maryland, en julio de 2017.

Angelique Chrisafis / David Smith

París / Washington —

Este fin de semana, la Ryder Cup se celebrará por primera vez en Francia. En un extenso campo de golf situado más allá del Palacio de Versalles, el torneo bianual tendrá un protagonismo especial como eje diplomático de 'poder blando' en la era de Donald Trump. El presidente de Estados Unidos no solo ama el golf sino que tiene un montón de campos de juego.

Después de los Juegos Olímpicos y del Mundial de Fútbol, este torneo que enfrenta a los mejores golfistas estadounidenses con los de Europa es el acontecimiento deportivo más visto del mundo y una de las últimas grandes competiciones donde solo participan las naciones occidentales de los dos lados del Atlántico.

Las relaciones entre Europa y Trump son cada vez más tensas después de que Estados Unidos se retirase del Acuerdo de París sobre el cambio climático, rechazase el acuerdo nuclear con Irán y levantase aranceles unilaterales contra el acero y el aluminio. Las fotos del campo de juego podrían estar cargadas de metáforas políticas.

Francia, un país donde el tenis, la equitación y el judo son más populares que el golf, alberga por primera vez la Ryder Cup y quiere mostrar sus instalaciones antes de la celebración en 2024 de los Juegos Olímpicos de París. La última vez que un equipo estadounidense ganó la Ryder Cup en Europa fue hace 25 años. Pero esta edición del torneo no es solo la que marca el regreso del gigante estadounidense del golf, Tiger Woods. También es la última Ryder antes de que Reino Unido abandone la Unión Europea.

Según el profesor de geopolítica y deporte residente en París Jean-Baptiste Guégan, “en medio de las negociaciones por el Brexit, un Brexit al que le está costando salir adelante, la Ryder Cup es una oportunidad de ver a los europeos juntos y unidos frente a EEUU, y esa es una buena imagen”: “Hoy en día, las imágenes deportivas son importantes para la gente, y en eso consiste el poder blando. Francia está usándolo mucho. Ver a los europeos unirse bajo una misma bandera deportiva es lo suficientemente raro como para que destaque. Es algo importante en este momento en que cobran importancia el Brexit y el populismo”.

Un barómetro entre continentes

De acuerdo con Guégan, la Ryder Cup también es una oportunidad para unir a los jerarcas de la diplomacia y los negocios: “La Ryder Cup es algo más que deporte, sirve como barómetro de la relación entre Europa y los EEUU, un evento con muchos patrocinadores que te permite ver cómo le va al mundo de los negocios”.

“Lo más probable es que, en algún momento, algo del nacionalismo entre en juego; este es uno de los pocos deportes que Donald Trump practica; va a seguir la competición, la va a usar”, dice Guégan.

Trump tiene un interés extraordinario en el golf. Según un recuento de la cadena NBC News, ha pasado 156 días de la presidencia en sus propiedades con campos de golf, aunque no se sabe si jugó en todas las ocasiones. En sus ocho años como presidente, Barack Obama jugó un total de 333 veces.

Trump también ha jugado con profesionales como Tiger Woods y Rory McIlroy, deportistas clave en esta Copa Ryder, sobre la que el presidente ya comenzó a tuitear.

Hace un mes le preguntaron a Woods su opinión sobre la polémica posición del presidente en inmigración. Respondió de forma muy prudente: “Bueno, es el presidente de los Estados Unidos. Hay que respetar el cargo. No importa quién ocupe la presidencia, puede que te guste, o no te guste la persona o sus políticas, pero todos debemos respetar el cargo”.

Trump reaccionó con un tuit: “Los medios de noticias falsas trabajaron duramente para que Tiger Woods dijera lo que él no quería decir. Tiger no les siguió el juego, es muy inteligente. Y lo que es más importante, ¡está jugando un golf genial otra vez!”

De los últimos 19 presidentes de Estados Unidos, Trump es el número 16 entre los que jugaban al golf, de acuerdo con una crónica publicada en enero de 2017 por la revista Golg Digest. Su handicap de 2,8 lo hace el mejor de todos, seguido por John F. Kennedy, en segundo lugar, y por Dwight Eisenhower, en tercero. El difunto presidente socialista francés François Mitterrand también era golfista. De centro y con cuarenta años, Emmanuel Macron es más conocido por el tenis pero ha apoyado y seguido de cerca la organización de esta Ryder Cup.

A Trump le interesa la diplomacia del golf. Jugó algunos partidos con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, al que le faltó tiempo para aparecer en la Trump Tower con un palo de golf de oro valorado en 3.800 dólares como regalo cuando el republicano ganó las elecciones de 2016.

Dueño de 12 campos

Trump tiene 12 campos de golf en Estados Unidos. Uno de ellos en Bedminster (Nueva Jersey), donde está su residencia de veraneo habitual. También tiene uno en su finca privada Mar-a-Lago, rebautizada como la “Casa Blanca de invierno”, en West Palm Beach (Florida).

En el resto del mundo tiene cinco campos: dos en Dubai, dos en Escocia y uno en Irlanda. En julio, después de esquivar a los manifestantes de Londres y encontrarse con Theresa May y con la Reina, parecía aliviado de poder relajarse durante un fin de semana en el Trump Turnberry de Escocia. Hasta que un parapente se le acercó con una pancarta que decía: “Trump: muy por debajo del par”.

Entre sus compañeros de golf de fin de semana figuran los senadores republicanos Bob Corker, Lindsey Graham y Rand Paul. “La verdad, fue agradable; en persona aprendes mucho sobre él”, dijo a la revista Politico Corker, un correligionario que se ha convirtiendo en un crítico cada vez más público del presidente.

El diplomático estadounidense Richard Haas escribió una vez sobre la “teoría de la historia vista a través de los fairways (calles, en el campo de golf)”. Según esa teoría, escrita en 2009, los países con más campos de golf tienden a tener mejores relaciones con Estados Unidos.

Pero Pascal Boniface, director del Instituto de Asuntos Internacionales y Estratégicos de París, no cree que la idea siga siendo válida: “Ahora mismo las relaciones entre Kim Jung-un y Donald Trump son muy buenas. No creo que haya muchos campos de golf en Corea del Norte”.

Boniface no cree que se le deba dar demasiada importancia a la metáfora política en la Ryder Cup: “Algunos pueden ver en el torneo una especie de combate entre Bruselas y Washington, entre los multilateralistas europeos y los unilateralistas estadounidenses de Donald Trump, pero no creo que ese antagonismo lo tengan los diferentes jugadores, que se conocen y pasan tiempo juntos en el circuito mundial del golf”.

¿Y el golf como un puente que reducirá la actual distancia entre Europa y Estados Unidos? Según Boniface, “el golf tiene muchas virtudes, pero no la de cambiar la forma de pensar de Donald Trump, y eso es lo que realmente está importando en la relación con Europa”.

Traducido por Francisco de Zárate

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