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The Guardian en español

¿Qué plan tiene Trump para Siria? Cinco estrategias distintas en solo dos semanas

Donald Trump cambia su estrategia en Siria

Spencer Ackerman

Nueva York —

¿Te confunde la estrategia de Trump para Siria? Eso solo quiere decir que has estado atento a los comunicados que ha emitido su Gobierno en los últimos días.

El secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, voló a Moscú el martes. En la capital rusa este diplomático novato negoció el destino de Bachar Al Asad. Al mismo tiempo, el mundo está intentando comprender qué objetivo persigue el recién formado Gobierno respecto a Siria.

Durante años, Trump se ha posicionado en contra de que Estados Unidos intervenga en la guerra de Siria, excepto en lo relativo a los ataques contra el Estado Islámico, que es un conflicto relacionado con el anterior pero separado. Esta estrategia parece que terminó el jueves, cuando el Gobierno estadounidense reaccionó contra el ataque con armas químicas en Jan Shijún del 4 de abril. Tan pronto como Trump dio la orden de que se iniciara un ataque de represalia contra una base aérea siria desde donde, según Estados Unidos, se lanzaron las armas químicas, su equipo indicó que con este ataque se daba por cumplido su objetivo.

Hasta que se volvieron a contradecir.

Puede que la estrategia respecto a Siria todavía sea confusa, incluso para algunos políticos de alto rango que han emitido comunicados contradictorios. A continuación resumimos sus reacciones.

Estrategia 1. Asad puede quedarse: de 2013 a 30 de marzo de 2017

Durante años, como ciudadano privado con una cuenta de Twitter y como candidato presidencial, Trump expresó que le parecía bien que Asad permaneciera en el poder ya que, en su opinión, Estados Unidos no debía ser rehén de otro conflicto en Oriente Medio, especialmente para enfrentarse a un presidente que tiene el apoyo de Rusia. En declaraciones a The Wall Street Journal tras su victoria electoral, Trump indicó que pensaba que no tenía sentido luchar contra un líder que está luchando contra el Estado Islámico: “Nosotros queremos acabar con el Estado Islámico”. Asad se apresuró a afirmar que Trump era un aliado natural.

El 30 de marzo, los consejeros diplomáticos de Trump expresaron esta opinión sin tapujos. Nikki Haley, la embajadora de Estados Unidos en la ONU, indicó que Estados Unidos debe “elegir y seleccionar muy bien sus batallas”, a pesar de los abusos de derechos humanos cometidos por Asad. “Nuestra prioridad ya no es quedarnos sentados y pensar en cómo podemos expulsar a Asad”.

Ese mismo día, en Turquía, Tillerson afirmó que “será el pueblo sirio el que decida el estatus a largo plazo de Asad”.

Debido a que el pueblo sirio vive en una de las zonas de conflicto más sangrientas del planeta, sitiados por las fuerzas de Asad y otros, los expertos entendieron que lo que Tillerson y Haley estaban diciendo es que Estados Unidos daba por terminado el discurso de Barack Obama relativo al compromiso de Estados Unidos de seguir trabajando para lograr que Asad sea derrocado.

El senador John McCain, un halcón sobre Siria, afirmó que la opinión de Tillerson y de Haley le preocupaba profundamente.

“Los comunicados emitidos por la Administración de Trump podrían hacer que nuestros aliados en la lucha contra el Estado Islámico se teman lo peor: un pacto fáustico con Asad y Putin sellado con la promesa vacía de una cooperación en la lucha contra el terrorismo”, indicó McCain.

Cinco días más tarde, Asad mató al menos a 70 personas en Jan Shijún, incluidos niños, con el agente neurotóxico sarín.

Estrategia 2. Asad debe irse tras el ataque químico. 5-6 abril

El miércoles, tras difundirse las imágenes de la masacre en Jan Shijún, Trump expresó su consternación y afirmó que Asad había cruzado demasiadas líneas rojas. De hecho, ya estaban preparando un ataque de represalia. ¿Cuál era el objetivo? El jueves, horas antes de que los destructores lanzaran 59 misiles Tomahawk, Tillerson indicó que Trump había cambiado completamente de opinión. Al menos, es seguro que Tillerson lo había hecho.

“No sabemos qué papel desempeñará Asad en el futuro. Con su acción, todo parece indicar que no desempeñará el papel de líder del pueblo sirio”, indicó.

Al ser preguntado si Estados Unidos estaba preparado para liderar una coalición internacional para derrocar a Asad, a través de lo que Tillerson denominó “un proceso político”, el secretario de Estado estadounidense indicó que “estos pasos se están dando”.

Los misiles que poco después atacaron la base aérea de Shayrat parecían ser el primer paso para derrocar a Asad.

Estrategia 3. El problema no es Asad sino las armas químicas. 6-10 abril

Unas horas después del ataque con misiles, el nuevo consejero de Seguridad Nacional, Herbert Raymond McMaster, que labró su carrera en una guerra en Oriente Medio completamente diferente, definió el ataque estadounidense de forma minimalista: “Ha sido un ataque contra su capacidad de utilizar armas químicas para cometer una masacre, pero no tenía un alcance o una escala suficientes para terminar con todas esas instalaciones”. A su lado, Tillerson indicó que el ataque con armas químicas fue especialmente atroz, y que superaba la brutalidad de Asad cuando ataca a la población con armamento convencional.

McMaster no indicó si el objetivo final del ataque era derrocar a Asad. El ataque en sí no tenía la capacidad de derrocar a Asad pero si este era el objetivo final podría haber sido el primero de muchos otros. En cambio, McMaster sí afirmó que el ataque obligaría a Asad a cambiar radicalmente de estrategia y dejar de usar armas químicas. Sin embargo, la estrategia de Asad no debería ser relevante si la intención final es derrocarlo.

El 10 de abril, el secretario de Defensa estadounidense, James Mattis, emitió un comunicado en la misma línea que McMaster: “El gobierno sirio debería abstenerse a partir de ahora de usar armas químicas”. Sin embargo, este comunicado se emitió después de muchas otras declaraciones que hacían referencia a este ataque con misiles y enumeraba otras implicaciones políticas.

Estrategia 4: Atacar primero al ISIS. Luego Asad puede quedarse o irse, en función de lo que quiera Rusia. 9 de abril

En su primera aparición en los programas televisivos de política de los domingos, Tillerson habló en la línea de lo que había dicho el 30 de marzo, pero no el 6 de abril.

“Nuestra prioridad es acabar con el Estado Islámico”. Una vez alcanzado este objetivo, Estados Unidos intentaría dialogar con las partes en conflicto para conseguir un alto el fuego; si bien lo cierto es que Asad, con el apoyo de Rusia, ha incumplido este tipo de acuerdos en el pasado.

Tillerson afirmó que esperaba poder trabajar codo a codo con Rusia y “utilizar su influencia para lograr la estabilidad en zonas situadas en todo Siria y crear las condiciones necesarias para iniciar un diálogo político que permita que las partes avancen hacia una solución pacífica”.

A través de ese proceso, que por lo visto todavía no se ha iniciado a pesar del comunicado emitido por Tillerson el 6 de abril, la comunidad internacional decidiría “el futuro” de Asad.

Las palabras de Tillerson no implicaban en ningún momento que este futuro conllevara la salida de Asad del Gobierno. Las “zonas de estabilización” que Rusia ha propiciado no han hecho más que reforzar la posición de Asad y en ningún momento Rusia ha dado señales de querer dar la espalda a su aliado. Tillerson tampoco especificó cuándo terminaría la guerra contra el Estado Islámico.

Además, Tilleron también insinuó que derrocar a Asad podría tener consecuencias desastrosas y no dudó en hacer referencia a la aventura de Obama en Libia, que terminó con Gaddafi: “Cada vez que intervienes y se produce un cambio violento de liderazgo, es difícil crear las condiciones apropiadas para garantizar la estabilidad a largo plazo”. Mientras Tillerson daba prioridad a la estabilidad en detrimento de un cambio de régimen, Nikki Haley hacía todo lo contrario.

La embajadora en la ONU, en un sentido completamente contrario a su declaración del 30 de marzo, indicó que, Estado Islámico al margen, Estados Unidos podía tener “muchas otras prioridades” en Siria. Coincidió con Tillerson en la importancia de abogar por una “solución política” pero, a diferencia del secretario de Estado, precisó qué desenlace quería Estados Unidos: “Bajo ningún concepto creemos que puede haber paz en la región mientras Asad siga al frente del Gobierno sirio. La población siria necesita una solución política”.

En declaraciones a NBC, Haley lanzó un mensaje a Rusia: “No vamos a permitir que sigan encubriendo a este régimen”.

En una entrevista de Fox News, McMaster parecía compartir esta opinión y ponía en Rusia la responsabilidad final sobre la suerte de Asad.

“Es difícil imaginar que pueda darse una solución política mientras Asad siga en el poder. Con eso no estamos diciendo que nosotros debamos propiciar el cambio”, añadió, e indicó que Rusia tenía que “hacerse preguntas difíciles” y plantearse si debería seguir apoyando “a un régimen que asesina a su población y que utiliza el armamento más atroz para masacrarla”.

Cuando se le preguntó por qué Estados Unidos decidió que había llegado el momento de actuar tras el ataque con armas químicas pero en cambio se había quedado de brazos cruzados cuando anteriormente Asad había atacado a la población con bombas de barril, con las que las fuerzas de Asad han matado a incontables civiles, Haley indicó que “esa es una decisión que debe tomar el presidente”. Cuando le hicieron la misma pregunta a McMaster señaló que “el presidente tomará la decisión que juzgue más conveniente para el pueblo estadounidense”.

Estrategia 5: EEUU dará una respuesta militar a las bombas de barril. 10 de abril

El lunes, Sean Spicer, el portavoz de la Casa Blanca, dio a entender que Trump había tomado una decisión en la línea de lo que Haley y McMaster habían sugerido. Estados Unidos situaba las bombas de barril al mismo nivel que las armas químicas. La respuesta de Estados Unidos al ataque con armas químicas había sido lanzar misiles Tomahawk, así que el comentario de Spicer parecía indicar que Estados Unidos podía iniciar otras acciones militares tras ataques a la población con armamento no químico, a pesar de que McMaster había descrito el ataque de forma que sugería que EEUU sólo pretendía establecer un elemento disuasorio contra el futuro uso de armas químicas. 

“La visión de civiles gaseados o masacrados con bombas de barril nos hace llegar a la conclusión de que si volvemos a ver acciones de este tipo nos plantearemos actuar”, indicó Spicer, leyendo de unas notas presumiblemente preparadas de antemano.

Tras algunas críticas, Spicer aclaró que solo se refería a bombas de barril con cloro u otros productos químicos industriales, pero incluso esto supondría una ampliación de las normas de intervención de Estados Unidos en Siria. Se sospecha que el régimen ha utilizado gas de cloro en al menos 16 ocasiones desde 2013.

En cuestión de horas, Mattis emitió un comunicado en el que volvía a definir los objetivos de Estados Unidos de forma simple y con una claridad que resulta atípica en la Administración de Trump.

“El ataque militar de Estados Unidos contra la base aérea de Shayrat del pasado 6 de abril fue una respuesta ponderada al uso de armas químicas contra la población por parte del Gobierno sirio”, indicó Mattis, un veterano de las guerras de Irak y en Afganistán.

“Con esta acción el presidente quiere evitar que se vuelvan a utilizar armas químicas en el futuro y mostrar que Estados Unidos no se quedará de brazos cruzados si Asad mata a civiles inocentes con armas químicas, que están prohibidas por la legislación internacional y que se supone que fueron destruidas por el gobierno”.

Mattis no hizo mención a las bombas de barril, lo cual parece indicar que tiene una opinión menos contundente que Spicer.

Traducido por Emma Reverter

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