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Trump y la mayor exención fiscal de la historia a una empresa extranjera

Donald Trump (3-i), Scott Walker (2-i) y Paul Ryan (d) inauguran el terreno donde se construirá la fábrica de Foxconn.

Dominic Rushe

Wisconsin —

Los habitantes de Wisconsin suelen hacer la broma de que sólo existen dos estaciones en su Estado: el invierno y la construcción. Mientras el tráfico se arrastra por la Interestatal 94, apretado entre infinitas columnas de conos naranjas, la construcción está en todo su esplendor.

Mount Pleasant, un tranquilo pueblo de unos 26.000 habitantes en el condado de Racine, a mitad de camino entre Milwaukee y Chicago, se está convirtiendo en una enorme obra en construcción. El pueblo se prepara para la inauguración de una planta de 10.000 millones de dólares que fabricará pantallas planas de última generación para Foxconn, la empresa de electrónica taiwanesa más conocida por ser la fabricante de los iPhones de Apple en China.

El presidente Trump estuvo presente en el inicio de la obra el 28 de junio. Se espera que la fábrica se inaugure en 2019. En este trayecto de la I-94 ya hay tanto naranja que parece una instalación especialmente hosca del artista ambiental Christo.

El acuerdo con Foxconn, que ha supuesto el mayor beneficio fiscal otorgado por el Gobierno de Trump hasta el momento, fue anunciado el año pasado en un rueda de prensa con primeras figuras de la Casa Blanca. Donald Trump estuvo acompañado por el gobernador de Wisconsin, Scott Walker; el presidente de Foxconn, Terry Gou; y el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan.

Como es habitual, Trump se atribuyó todo el mérito. “Todos querían tener a Foxconn”, aseguró. “La verdad es que no iban a instalarse en nuestro país. Odio decirlo, pero si yo no hubiera ganado las elecciones, no estarían aquí. No habrían llegado a un acuerdo con nuestro país. Creo que eso lo sabéis muy bien”.

Probablemente lo que acabó de convencer a Foxconn para instalarse en Mount Pleasant fue la inmensa exención tributaria que le ofreció Wisconsin para cerrar el acuerdo, exención que le acabará costando al Estado 4.800 millones de dólares si el proyecto cumple todos sus objetivos. Es el mayor beneficio otorgado dentro de una serie de beneficios a empresas tecnológicas de alta rentabilidad y el mayor que ha recibido una empresa extranjera en toda la historia de Estados Unidos.

Estos llamados mega-acuerdos, definidos por el grupo de presión Good Jobs First como subsidios de 50 millones de dólares o más, se están volviendo cada vez más comunes en Estados Unidos, donde los estados hacen cola para otorgar dinero a grandes corporaciones, especialmente aquellas del atractivo sector tecnológico, a cambio de la promesa de nuevos empleos. Según Good Jobs First, hasta 2007 se solían firmar menos de una docena de mega-acuerdos anuales. Desde 2008, el número se ha ido multiplicando hasta llegar a un promedio de 25.

Los expertos se cuestionan cada vez más hasta qué punto estos acuerdos representan un beneficio para los contribuyentes, especialmente en una economía con baja tasa de paro.

El acuerdo con Foxconn ha sido especialmente polémico. Una encuesta reciente realizada por la Facultad de Derecho de la Universidad Marquette concluyó que el 49% de los habitantes de Wisconsin cree que el Estado está pagando más de lo que recibirá, mientras que el 38% cree que el Estado al menos no perderá dinero.

Para que eso suceda, se deberá cumplir la promesa que hizo Walker de que Foxconn ayudará a crear 13.000 nuevos empleos en la región y que transformará una zona donde todavía sopla el viento frío que llegó tras la sequía de la industria estadounidense.

La propia Foxconn ha sido más cautelosa a la hora de hablar de la cantidad de empleos que generará, declarando en un comunicado de prensa que “creará 3.000 nuevos puestos de trabajo con un potencial de crecimiento de hasta 13.000 nuevos empleos”.

Incluso si se crearan 13.000 nuevos empleos, Wisconsin estaría pagando 346.153 dólares por cada empleo, calculado sobre un subsidio de 4.500 millones. Una cifra astronómica, pero insignificante comparada con el coste de 1,5 millones de dólares por empleo si el acuerdo acaba generando sólo 3.000 nuevos puestos de trabajo.

Aunque parezca que los números no cuadran, algunos habitantes de Mount Pleasant (no todos) están encantados.

El proyecto de Foxconn es de gran escala. Carreteras rurales de dos carriles se transformarán en un sistema de carreteras de seis carriles con carril bici y acera (en este momento no se ve ningún peatón). Se está construyendo un “corredor inteligente” para camiones robots para el momento en que se extienda su uso. En este momento, en la zona de la obra hay un sólo semáforo. cuando se acabe la obra, habrá doce. Se están añadiendo unos 68 kilómetros de cañerías, junto con unos 45 kilómetros de tuberías de gas y 45 kilómetros de cables de telecomunicaciones.

“Es como construir una ciudad,” afirma Brett Wallace, director del proyecto de Foxconn en el Departamento de Transporte Wisconsin.

El doble de grande que el Pentágono

Cuando acabe la obra, Foxconn ocupará aproximadamente unos dos millones de metros cuadrados, más del doble del área del Pentágono, el mayor complejo de oficinas del mundo, convirtiéndose no sólo en el mayor proyecto del Estado sino en una de las mayores instalaciones industriales del mundo.

“Wisconsin es muy bueno en fabricar cosas”, dice Dave DeGroot, alcalde del pueblo de Mount Pleasant. Sentado en el vestíbulo del Ayuntamiento, DeGroot y su equipo parecen ganadores de la lotería que acaban de cobrar el cheque. DeGroot, residente del pueblo de toda la vida, está visiblemente emocionado por los cambios que llegarán.

“Francamente, llevábamos generaciones de pérdidas”, señala con un tono 'trumpiano'. “Durante mucho tiempo la gente sentía que debía marcharse de aquí para hacer su vida. Lo mejor de este proyecto es que vamos a detener la fuga de cerebros”.

“Cuando acabé la universidad en 1980, estábamos en recesión. La mayoría de mis compañeros se marcharon para no volver. Ahora tienen algo por lo que quedarse”, afirma. “Esto no es solamente una fábrica. Es un sistema económico. Es algo diferente a todo lo que conoce este país”.

DeGroot piensa que en el futuro, los proveedores de Foxconn y otras empresas tecnológicas se sentirán atraídas por la zona y la región se convertirá en un “Wisconsin Valley”, disputando a California el predominio tecnológico y encarnando la promesa de un futuro de alta tecnología para la región del Medio Oeste del país.

El impacto ya se siente. Los precios de las propiedades se han ido por las nubes en algunas partes del condado de Racine. El precio de una casa familiar se ha elevado en un 59%, porque los inversores ya han desembarcado, anticipando un boom de alquileres y ventas de propiedades.

“Esto es exactamente lo que necesitaba Racine”, señala John Crimmings, vicepresidente de la inmobiliaria First Weber y residente desde hace muchos años en la zona. “La recesión golpeó mucho en el Medio Oeste. Mucha gente lo ha pasado muy mal. Si esta vez hay una burbuja, que sea de creación de empleo. Eso parece más sostenible”.

“Tendremos hora punta y atascos. Las cosas cambiarán mucho y no se puede hacer feliz a todo el mundo”, explica Crimmings.

En eso tiene razón. Los ánimos están exacerbados. El año pasado, DeGroot tuvo que disculparse tras negarse a escuchar a una mujer que se oponía al proyecto en una reunión y de decir que si seguía hablando la echaría “de una patada”.

Algunos residentes de la zona han sido desahuciados y Foxconn se ha quedado con su propiedad. Walker y Scott Pruitt, el discutido director de la Agencia de Protección Medioambiental de Trump, han modificado los límites permitidos de contaminación atmosférica perjudicial para los pulmones en esta región y en la vecina Illinois, una medida que probablemente agrave los problemas de contaminación del aire en una zona con altos niveles de asma y enfermedades cardíacas a causa de la contaminación.

Los grupos ecologistas están furiosos porque a Foxconn se le ha dado acceso a 26,5 millones de litros de agua por día del Lago Michigan, afirmando que es una “traición sin precedentes” al Pacto de los Grandes Lagos, un acuerdo de 2008 que tenía la finalidad de preservar la cuenca de los Grandes Lagos, que contiene una quinta parte del agua dulce de superficie del mundo.

Hace mucho tiempo que la región del Medio Oeste de Estados Unidos está acostumbrada al intercambio entre empleos y medio ambiente. El cambio radical que promete Foxconn es demasiado bueno para desaprovecharlo, dice DeGroot.

¿Pero beneficiará a los residentes locales? Randy Bryce, el demócrata trabajador del hierro que quiere ocupar el escaño en el Congreso de Paul Ryan cuando éste se retire, se muestra escéptico. Su oficina está a unos kilómetros de distancia de la planta en la capital del condado de Racine.

“Las personas que están impulsando este proyecto –el gobernador Walker y los republicanos– son las mismas personas que han hecho casi imposible que los residentes de Wisconsin se beneficien con él”, afirma Bryce.

Empleos no garantizados

Durante el gobierno de Walker, Wisconsin ha dado marcha atrás en muchas protecciones laborales y leyes de contratación que buscaban asegurar que los grupos más vulnerables accedieran a los empleos en la planta de Foxconn.

El paro, de poco más del 3%, ya es bajo en la región. Wisconsin ha lanzado un programa para atraer trabajadores al Estado y se espera que muchos lleguen de la vecina Illinois. Bryce dice que es muy poco probable que los residentes locales, especialmente los más vulnerables, se beneficien de este acuerdo.

Tampoco es que los empleos estén garantizados. Foxconn ha hecho promesas similares de gran creación de empleo en Brasil y Pensilvania, y luego no las ha cumplido.

En el Centro Integrado de Tecnología de Ingeniería y de Manufacturación SC Johnson (iMet), en la cercana Sturtevant, la gente es más positiva. El centro de estudios se está preparando para el mayor reclutamiento de su historia. El personal ya está siendo bombardeado con llamadas de empresas que buscan graduados con conocimientos en tecnología para cubrir empleos en las industrias de alta tecnología.

Tomando un café en el iMet, Jenny Trick, directora ejecutiva de la Corporación de Desarrollo Económico del Condado de Racine, nos muestra su larga lista de cosas por hacer. En este momento está evaluando servicios locales, escuelas y centros médicos para ver cómo se enfrentarán a la llegada de personas. “Es mucho”, dice. “Es como comerse el elefante del proverbio de un bocado”. Pero ella cree que vale la pena. Tras el anuncio del acuerdo, durante la primera feria laboral, aparecieron 500 contratistas. La llegada de Foxconn está generando un movimiento sin precedentes en la zona.

Trick espera que el acuerdo y lo que venga después transforme la base tributaria de Racine. Foxconn invertirá 1.400 millones de dólares en la zona, dice. Restaurantes, contratistas locales, comercios, todos se beneficiarán. “Si logramos que esto salga adelante, será un gran éxito”, afirma.

Pero incluso tras nueve años de crecimiento del empleo, algunos habitantes de Racine se sienten relegados. La pobreza estructural y el mal estado de la educación han no han ayudado a aquellos en los peldaños más bajos de la sociedad.

En Madison, la capital del Estado, el congresista demócrata Mark Pocan se muestra “muy escéptico” respecto de un acuerdo “sospechoso” que cree que no beneficiará a la zona local, y mucho menos a Wisconsin. “Es un subsidio enorme para una empresa, especialmente teniendo en cuenta el tamaño del Estado de Wisconsin”, asegura. “La mayoría de la gente de Wisconsin cree que estarán 25 años o más pagando por esto”.

“Si preguntas a la gente cómo estimularían la economía de Wisconsin, estoy seguro de que darían muchas ideas, pero no creo que ninguna sea ‘demos 4.500 millones de dólares a una empresa extranjera para que se instale en un rincón del Estado donde vendrán a trabajar muchas personas de otros estados’”, denuncia.

“Tenemos algunas de las peores carreteras del país, tenemos muchos recortes en educación. No creo que este proyecto esté entre las prioridades de la población”, añade Pocan.

El congresista argumenta que, en primer lugar, el Estado no tenía esta cantidad de dinero para gastar, y que si lo hubiera tenido, habría sido mejor invertirlo en crecimiento del empleo al nivel más básico, en formación profesional, en desarrollo de pequeñas empresas y en reparación de infraestructuras.

Bryce afirma que este acuerdo está diseñado para beneficiar a las grandes empresas, no a Wisconsin. “Es todo para los donantes del Partido Republicano”, dice. “Esto demuestra que lo único que les importa es ayudar a sus donantes y no a la población del Estado”.

En las últimas elecciones, Trump ganó en Wisconsin por un pequeño margen gracias a sus promesas de empleos y prosperidad. El acuerdo con Foxconn es una prueba de esas promesas. Ahora él y Walker tienen que luchar por retener el Estado. Ryan ha anunciado que se retira, lo cual ha impulsado considerablemente la campaña del demócrata de izquierdas Bryce.

En Mount Pleasant se ponen en juego grandes fortunas políticas y económicas. Walker ya ha hecho promesas sobre creación de empleo y no las ha podido cumplir. Si Foxconn resulta un fiasco, este acuerdo puede representar el fin de su carrera política, dice Pocan.

El tiempo lo dirá. El año pasado, DeGroot y su equipo visitaron la planta de Foxconn cerca de Osaka, en Japón, y quedaron impactados por el tamaño de los robots gigantes que cargaban paneles de cristal de 2,7 x 3 metros. Esa planta de casi un millón de metros cuadrados de superficie parecerá pequeña al lado de la de Wisconsin. Pero a pesar de su tamaño, ¿podrá la planta de Wisconsin cumplir con la promesa de los empleos? DeGroot confía en que sí. “Hemos visto el futuro y eso es lo que tendremos en Mount Pleasant,” asegura.

Traducido por Lucía Balducci

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