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The Guardian en español

Trumpwashing: el peligro de convertir a la resistencia republicana contra Trump en héroes progresistas

Jay Smith (d) toca la gaita durante un servicio conmemorativo por el senador republicano de Arizona John McCain el pasado 30 de agosto en la Iglesia Bautista del Norte de Phoenix (Arizona).

David Smith

El imperio contraataca. A principios de mes, en el funeral del senador John McCain, los Clinton, los Bush y los Obama se sentaron junto al exvicepresidente Dick Cheney y su esposa, Lynne, y el exvicepresidente Al Gore. Unas imágenes de George W. Bush pasando un caramelo a Michelle Obama se hicieron virales.

Henry Kissinger, que se ha convertido en un venerable anciano de 95 años, fue una de las personalidades que hablaron en la Washington National Cathedral. Una de las citas más repetidas ha sido la pronunciada por la hija de McCain, Meghan, de 33 años: “America was always great” (Estados Unidos siempre ha sido un gran país). El funeral se convirtió en una reprimenda del establishment político de Estados Unidos a un ausente Donald Trump. Sin lugar a dudas, a McCain le hubiera encantado. También estuvieron encantados muchos integrantes de la izquierda más progresista.

No hace mucho, era impensable que los progresistas pudiesen evocar con nostalgia a Bush, aferrarse a las palabras de Kissinger o a la afirmación triunfalista de que Estados Unidos es un país excepcional. También lo era apoyar al fiscal general de derechas Jeff Sessions, al exdirector del FBI y republicano Robert Mueller y a otros miembros del llamado “Estado profundo”. Sin embargo, la inusual presidencia de Trump ha sacudido las viejas creencias, ha invertido los papeles y ha dado lugar a lealtades contradictorias.

Según Dan Kovalik, abogado experto en derecho laboral y derechos humanos y profesor adjunto en la Universidad de Pittsburg, la izquierda más progresista ya estaba confundida y Trump no ha hecho más que acelerar el proceso. “Resumiendo la situación, los progresistas han decidido que los enemigos de mi enemigo son mis amigos, en especial cuando mi enemigo es Donald Trump”, ha explicado por correo electrónico.

Y es así cuando, sorprendentemente, han decidido que el FBI y la CIA, a pesar de su más que conocida trayectoria como opresores de los derechos y las libertades civiles en Estados Unidos y en el extranjero, se han convertido a sus ojos en instituciones nobles que deben ser respetadas y merecen credibilidad. Esto es así porque en ambos casos se han opuesto a Trump.

Kovalik, autor del libro The Plot to Scapegoat Russia and The Plot to Attack Iran [El complot para que Rusia sea el chivo expiatorio y El complot para atacar Irán], también ha indicado que “incluso George W. Bush, odiado por los progresistas por haber auspiciado la guerra de Irak durante su presidencia (con el apoyo, por cierto, de las mentiras de la CIA) es percibido ahora como un abuelo dulce y venerable que merece el afecto de los progresistas, especialmente cuando bromea con Michelle Obama”.

“Esto se debe, en parte, al hecho de que políticos como Bush, McCain o incluso el vicepresidente Mike Pence, que al menos es un político convencional, en resumen, políticos razonables, parecen ahora tipos fantásticos si los comparas con Trump, el rey loco”. Y debido a que Trump prometió que “Estados Unidos volvería a ser un gran país”, los progresistas han decidido que, de algún modo, incluso durante el mandato de Bush o de otros presidentes que le precedieron, siempre nos fue bien. Obviamente, esto es un pensamiento infantil que no obedece a argumentos históricos y es muy poco sofisticado políticamente“, afirma Kovalik.

Bush engañó a los estadounidenses y los empujó a una guerra en Irak con el falso pretexto de que el país tenía armas de destrucción masiva. La guerra supuso la pérdida de cientos de miles vidas y allanó el camino para la consolidación del Estado islámico. La CIA torturó a detenidos en centros secretos y muchos pidieron que Bush fuera juzgado por crímenes de guerra. Bajo su mandato también tuvo lugar la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión y no supo dar una respuesta adecuada al huracán Katrina, en el que murieron 1.800 personas.

En la época en que dejó la Casa Blanca en 2009, una encuesta de la CNN puso de manifiesto que solo el 34% de los ciudadanos tenía una opinión favorable a Bush, mientras que el 62% tenía una opinión negativa. Sin embargo, dos encuestas publicadas hace once meses revelan que ahora hay más demócratas que recuerdan a Bush en términos favorables que desfavorables. Obama lo elogia con frecuencia. La llegada de Trump ha permitido su redención.

En cuanto a Kissinger, exasesor de seguridad nacional y secretario de Estado, apoyó la campaña de bombardeos encubiertos en Laos y Camboya entre 1969 y 1970. Hillary Clinton lo ha elogiado, mientras que su principal rival demócrata, Bernie Sanders, lo ha descrito como “uno de los secretarios de Estado más destructivos de la historia moderna de este país”.

El funeral de McCain ha recibido elogios por considerarse que ha sido un gesto en defensa de una era de civismo, honor y cooperación entre los políticos de distintos partidos en Estados Unidos. Un titular del Washington Post afirmó que “el funeral de McCain ha sido el último hurra melancólico por todas las pérdidas sufridas durante la era Trump”. Sin embargo, Glenn Greenwald, un periodista de izquierdas, exabogado y analista político, mandó el siguiente tuit a sus casi un millón de seguidores: “Solo alguien instalado en los pasillos del poder de Washington durante décadas, o ahogado en la patriotería, podría declarar que una ceremonia con Henry Kissinger, George W Bush, Dick Cheney, Joe Lieberman y varios otros belicistas es un homenaje inspirador y promotor de la decencia”.

El recelo que los progresistas solían mostrar ante las acciones del FBI, la CIA o la Agencia de Seguridad Nacional también se ha visto afectado. El director de la CIA durante la presidencia de Obama, John Brennan, que aprobó 542 ataques con drones que han matado a 3.797 personas en zonas no bélicas donde las fuerzas estadounidenses no estaban directamente involucradas, incluyendo Pakistán, Yemen y Somalia, se ha convertido también en un imprevisto héroe de la resistencia. Bill Maher, del programa Real Time de HBO, entrevistó recientemente a Brennan y a diferencia de lo que es habitual en este cómico iconoclasta y mordaz, presentó a su entrevistado como “un auténtico patriota estadounidense” y no dudó en añadir: “Soy consciente de lo duro que trabajan los profesionales de las agencias de inteligencia para que el país esté seguro”.

“Han olvidado su escepticismo con la seguridad”

Brennan es un crítico acérrimo de Trump que no ha dudado en vengarse de él y le ha revocado su autorización de seguridad. En respuesta, Sam Husseini, analista principal del Institute for Public Accuracy, escribió en el sitio web de Counterpunch: “NPR me dice que esto es un intento de 'silenciar a un crítico'. No obstante, Brennan ha publicado hoy una columna de opinión en The New York Times y aparece con frecuencia en los principales medios de comunicación. Durante la administración de Obama supervisó acciones criminales, incluyendo los ataques con aviones no tripulados. La venganza de Trump lo único que ha hecho es aumentar el interés mediático en torno a Brennan. Aquellos que han sido realmente silenciados en la era Trump son los que han criticado la perpetua maquinaria de guerra del Gobierno de los Estados Unidos desde la invasión de Irak”.

El FBI, que es un blanco de ataque frecuente del presidente a raíz de la investigación de Mueller, se presenta ahora como el último bastión del país y los abusos del exdirector J Edgar Hoover ya son parte del pasado.

Sessions, a cuya nominación como fiscal general se opusieron el congresista John Lewis y otros por considerar que era una grave amenaza a los derechos civiles, ahora merece todo el respeto y comprensión porque le ha plantado cara a Trump. Su segundo, Rod Rosenstein, también republicano, ha sido elogiado por sus críticas al sistema y por su lucha contra el caos.

“Lo que hemos visto es un Trumpwashing masivo [un lavado de imagen de muchos altos cargos y políticos después de que se hayan mostrado críticos con Trump] que ha reposicionado a muchos miembros del establishment, entre ellos, altos cargos de la administración Bush cuyas opiniones no tienen ningún valor. Trump ataca a Sessions y los autoproclamados progresistas lo defienden a pesar de que ha impulsado medidas en contra de la inmigración que son una barbaridad”, señala Husseini.

La guerra de Vietnam hizo que millones de personas cuestionaran la autoridad del presidente y del Gobierno como nunca lo habían hecho antes. Jackson Lears fue un oficial de la marina durante la guerra y, sin embargo, se mostró crítico con el conflicto. “La edad de oro del escepticismo hacia las agencias de inteligencia comenzó su declive a finales de los años 70”, señala. “En Washington parece haber consenso en torno a la noción de que la seguridad es más importante que el derecho de los ciudadanos a estar informados”.

“Personas que se consideran progresistas parecen haber olvidado su escepticismo en torno a un estado de seguridad nacional. Me preocupa que esta transformación de los progresistas y su falta de espíritu crítico frente al Estado profundo y Mueller no sea más que un fracaso de la imaginación o la incapacidad para encontrar una alternativa”, cuenta Lears.

Lears, que ahora es profesor de historia en la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, y editor de la revista Raritan Quarterly, rechaza los esfuerzos del establishment político por distanciarse de Trump. “No cedo ante nadie en mi odio y miedo a Trump, pero no creo que sea el único. Bush y Cheney cometieron tantos crímenes y revocaron tantos precedentes legales como Trump”.

“La redención de Bush es un acto deliberado de amnesia política. El hecho de que los Bush, los Clinton y los Obama se sienten juntos es muy revelador del consenso que hay en Washington. No creo que la solución pase por deshacerse de Trump”, afirma.

Asimismo, Lears señala que “muchos de los altos cargos de la CIA y el FBI que son elogiados y presentados como modelos de integridad han tolerado los programas de vigilancia masiva y han contribuido a legitimar la tortura. Estos altos cargos son responsables de los actos y crímenes que han cometido las agencias de inteligencia en los últimos años. Es perturbador que ahora los presenten como portavoces de la verdad”.

En cambio, Kurt Bardella, un columnista que el año pasado pasó de apoyar al Partido Republicano a mostrar sus simpatías hacia el Partido Demócrata, señala que estos dirigentes pueden desempeñar un papel legítimo en el movimiento de resistencia contra Trump. “Este presidente no dudará en mentirle a cualquiera y se ha aliado con Vladimir Putin en contra de las agencias de inteligencia de su país. Adversarios como Putin impulsan campañas contra nuestro país. Las agencias de inteligencia son la última barrera para protegernos contra estas amenazas globales y el presidente las desprecia. La necesidad de velar por el bien de este país está por encima de las diferencias políticas que existían hasta ahora”.

Es precisamente este punto de vista el que une a personas de tendencias políticas diversas en torno a un grupo de asesores especiales. Jeremy Varon, profesor de historia de la New School University de Nueva York y uno de los responsables de Witness Against Torture, un grupo que intenta cerrar la prisión de Guantánamo, cree que el trabajo de Mueller es vital para la rendición de cuentas y el Estado de derecho.

“Trump ha conseguido que grupos de ideologías muy distintas se unan en torno a un interés compartido por el respeto del sistema democrático”, indica Varon. “El hecho de que instituciones con muchos defectos se hayan convertido ahora en los promotores de esta rendición de cuentas no quita valor a sus acciones”, añade.

Otros expertos coinciden en afirmar que otorgar a Bush y a las agencias de inteligencia la etiqueta de “héroes” o de “demonios” es simplista e innecesario. Lawrence Lessig, escritor y profesor en la facultad de Derecho de Harvard, que en 2015 hizo el gesto, fallido, de presentarse como candidato a la presidencia, indica por correo electrónico que: “Evidentemente, la izquierda quiere que la derecha más moderada también se defienda contra la derecha más radical. Esto no es incongruente. Esto es pragmantismo político. Estoy seguro de que ningún progresista apoyaría a las personas (conservadoras) que ahora elogian en detrimento de un político parecido que fuera de izquierdas. No hay un equivalente; así que tienen que entenderse con los políticos que existen”.

“Sin duda nadie debería cruzar estas líneas. Y sin duda, los elogios deberían ser merecidos. Sin embargo, es un defecto de nuestros tiempos insistir en el hecho (totalmente alejado de la realidad) de que una persona es buena o mala. Creo que el hecho de que hagamos un juicio moral menos simplista es positivo”, explica Lessing.

Neil Sroka, responsable de comunicación de Democracy for America, un comité de acción política progresista, también aboga por el pragmatismo. “Una amplia mayoría de la izquierda entiende que tenemos que ser capaces de hacer un ejercicio de equilibrio”, indica. “Por un lado tenemos que apoyar a las instituciones que quieren que la Administración Trump rinda cuentas por sus incontables delitos y de la otra no podemos aplaudir las medidas impulsadas a lo largo de la historia por el FBI, las agencias de inteligencia o por el ejército que van en contra de nuestros valores progresistas”.

“No es fácil hacer este tipo de matices en tiempos de Twitter, solo tienen que seguir el pequeño pero ruidoso grupo que escribe mentiras sobre James Comey y gasta dinero en un fondo de defensa de Michael Cohen, pero debemos avanzar en esta dirección aunque sea complicado”, añade Sroka.

Sroka también señala que “las declaraciones y las acciones de aquellos que no reconocen la necesidad de matizar tendrán cada vez menos valor pero, en general, creo que el corazón del movimiento de resistencia contra Trump, es decir, la gente que participa en las manifestaciones o en actos en los aeropuertos o que llama al Senado para preguntar por Kavanaugh, o que se plantea presentarse a las elecciones de 2018, ha entendido cuál debe ser la estrategia a seguir”.

Traducido por Emma Reverter

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