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The Guardian en español

Turquía paga el precio de la ceguera premeditada de Erdoğan hacia la amenaza del Estado Islámico

Simon Tisdall

El primer ministro Binali Yildirim y varios funcionarios turcos han atribuido el atentado en el aeropuerto de Estambul al Estado Islámico (EI). Es cierto que este último atroz acto de terrorismo se parece, en gran medida, al ataque realizado por el EI en octubre durante una marcha de paz en Ankara, que dejó un saldo de 103 personas muertas, el peor de la historia reciente de Turquía.

Si las declaraciones oficiales se confirman, una vez más vuelve la pregunta sobre la actitud del Gobierno turco hacia los militantes del EI, que controlan o luchan por tomar el control en grandes porciones del territorio lindante con la frontera sur de Turquía en Siria y en Irak. Según se dice, los militantes del EI también mantienen redes partidarias dentro de la nación turca.  

El problema principal es que el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, cree que la población kurda en esas zonas y en el sudeste turco representa una mayor amenaza que el propio EI. Esta ambivalencia palpable ha derivado en numerosas acusaciones contra Turquía de respaldo tácito al EI o, peor aún, de complicidad en las actividades terroristas desde que en el año 2014 el grupo creció en importancia. Erdoğan y sus ministros niegan rotundamente tales acusaciones.

La mayor parte de las acusaciones contra Turquía no tienen pruebas. Fueron enumeradas en un artículo publicado por la Universidad de Columbia de Nueva York. En él se dice que la Turquía suní ha apoyado, financiado, entrenado y abastecido de forma encubierta a los soldados suníes del EI para sus enfrentamientos con los kurdos, con el Gobierno chií de Irak y con el Gobierno de Siria, al que Turquía se opone. 

Algunas de las acusaciones, como que el gobierno provee armas directamente al EI, parecen inverosímiles. Pero otras tienen mayor sustento, como las que sugieren que hay intermediarios turcos en el lucrativo negocio de contrabando de petróleo desde Irak hacia Turquía. 

Tráfico de armas

En 2014, Kemal Kiliçdaroglu, líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP), principal oposición del actual gobierno, presentó documentación y transcripciones que demostraban cómo Turquía había suministrado armas a terroristas en Siria. En aquel momento, se alegó que las armas no habían quedado en manos del EI sino de soldados de etnia turca opositores al líder sirio, Bashar al-Assad. 

También acusan al Gobierno de Erdoğan de apoyar (no queda claro de qué manera) a Jabhat al-Nusra, el grupo rebelde sirio afiliado a Al-Qaeda que, según se dice, financia Arabia Saudí (aliada de Turquía). El grupo ha sido incluido en el listado de organizaciones terroristas por parte de EEUU y Reino Unido, también aliados de Ankara.   

En mayo de 2015, el periódico Cumhuriyet publicó material y secuencias de vídeo para contar que los agentes de la Inteligencia turca (MIT) habían sido interceptados por guardias fronterizos mientras contrabandeaban armas a Siria. El editor de Cumhuriyet, Can Dündar, fue arrestado y acusado de delitos contra la seguridad nacional. Los guardias fueron apartados de sus cargos. Estas tácticas de presión del gobierno han evitado nuevas investigaciones independientes.

Dejando de lado las acusaciones específicas, la oposición critica a Erdoğan por ayudar indirectamente al EI, desbaratando y negándose a apoyar la campaña de las milicias kurdas, y de sus partidarios del oeste, en el combate contra los yihadistas de Siria y de Irak. Una y otra vez, Erdoğan ha desestimado al Partido de la Unión Democrática kurdo sirio y a los peshmergas iraquíes, acusándolos de no ser más que unos grupos terroristas en connivencia con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán de Turquía (PKK).

El conflicto con el PKK

El verano pasado, Erdoğan reavivó el largo conflicto existente entre el Estado turco y el PKK, después de que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), ahora en el poder, perdiera inesperadamente la mayoría parlamentaria, en gran parte gracias al éxito electoral del pro-kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP). Desde entonces, Erdoğan busca prohibir de manera efectiva el ingreso de la mayoría de los diputados del partido pro-kurdo al parlamento, al mismo tiempo que sigue buscando una manera de incrementar sus poderes presidenciales.

Las severas medidas y los toques de queda implementados a gran escala en las ciudades al sudeste de la región de Kurdistán han provocado una gran cantidad de muertes en ambos lados y migraciones masivas de civiles. La violencia dio lugar a un aluvión de ataques terroristas en blancos no protegidos de Estambul y de Ankara, ejecutado por los Halcones de la Libertad del Kurdistán (TAK), una rama violenta del PKK.

Según el gobierno turco, las atrocidades cometidas por el TAK confirman su afirmación de que el PKK es puramente una organización terrorista sin causa legítima y que, por lo tanto, debe ser eliminada sin piedad. Siguiendo esta creencia, en principio los ataques de los últimos meses dirigidos por el EI han sido siempre adjudicados oficialmente a los kurdos. Una actuación que provoca desconcierto en el panorama general y complica la respuesta antiterrorista hacia el EI.

Pero ya hay pruebas irrefutables de que fueron agentes del EI los que planearon el ataque en Ankara de octubre. Según el fiscal de Ankara, a los 36 sospechosos les esperan un total de 11.750 años en prisión. Es probable que el ataque del martes a la noche en Estambul haya sido la respuesta del EI a la reciente ola de arrestos y de bombardeos de artillería contra el grupo terrorista en Turquía y en la frontera con Siria. Aunque tal vez no lo haya pensado al principio, el EI parece estar cada vez más convencido de que Turquía es un miembro hostil en la “alianza de cruzados” encabezada por Estados Unidos. Por eso está castigando al país.

Hasta el momento, los ministros han negado las sugerencias que indican que el EI maneja células y redes dentro de Turquía. Una posición difícil de sostener, teniendo en cuenta los arrestos. El gobierno también se niega a aceptar que la seguridad del país y los planes de recopilación de información antiterrorista tienen fallos. O que, aunque cada vez sea más difícil de negar, Turquía se ha ido sumergiendo poco a poco en la guerra civil de Siria.

La estrategia de Erdoğan de echar la culpa a los kurdos de todo lo malo que pasa claramente ya no funciona. Es evidente que los civiles turcos están pagando un precio muy alto por la ceguera premeditada del presidente hacia la amenaza yihadista, y que los líderes turcos deben eliminar toda indecisión que les quede y enfrentar completamente la amenaza del EI.

Esta semana, Ankara enmendó su relación con Rusia e Israel, dos fuertes actores en contra del EI, y aumentó la colaboración fronteriza con las patrullas aéreas de la OTAN, lo que indica que podría estar cambiando la actitud. La consecuencia lógica de semejante cambio sería que Erdoğan diera por terminada su guerra particular contra el PKK, que restableciera el cese de hostilidades vigente el año pasado, y que aceptara que un acuerdo total con los kurdos es el precio a pagar por un frente unido capaz de acabar con el terror del EI y de poner fin a la matanza en Siria.

Traducción de Francisco de Zárate

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