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The Guardian en español

La batalla por las casas abandonadas de Ciudad Juárez

Un proyecto busca que los jóvenes participen en la recuperación de casas abandonadas para generar espacios de encuentro en Ciudad Juárez.

Irene Caselli

Ciudad Juárez —

Con solo 14 años, Alan ya tiene apodo. El Botellas, lo llaman los amigos. El adolescente dejó la escuela. Ahora bebe demasiado y la mayor parte de su tiempo la pasa en una casa en ruinas en las afueras de Ciudad Juárez, en la frontera de México con Estados Unidos. 

En una tarde de sábado particularmente calurosa, el expandillero convertido en activista comunitario Israel Ríos llega a esa casa. “¡Eres demasiado joven para esto!”, le dice al Botellas. Él insiste en que no quiere aprender, pero el activista promete a los jóvenes allí reunidos que les va a enseñar inglés.

Gracias a su trabajo en las casas abandonadas, Ríos se ha convertido en lo más cercano a una figura paterna para los jóvenes de Parajes de San José, un duro barrio limítrofe con el desierto. De hecho, en una ciudad con tan pocos espacios para el entretenimiento, las “tapias” (como llaman allí a las casas abandonadas) se han convertido en el centro de una nueva forma de trabajo comunitario que busca recuperar estos lugares, a menudo peligrosos y violentos, para transformarlos y ponerlos en manos de los jóvenes.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía de México, una de cada cuatro casas en Ciudad Juárez ha quedado vacía, lo que equivale a 115.000 propiedades en una ciudad de 1,3 millones de habitantes. Junto a los altos índices de homicidios de la zona y a su importancia como lugar de tránsito en el tráfico de drogas y de trata de personas, eso ha provocado que en muchas de esas casas abandonadas hoy se consuman drogas, se escondan los delincuentes o estén ocupadas ilegalmente.

La casa abandonada en la que Ríos se reúne con El Botellas se ha vuelto clave para el nuevo programa de prevención de la violencia Del barrio a la comunidad. El proyecto se inspira en Curar la violencia, un proyecto similar de la ciudad de Chicago que pedía a los exmiembros de bandas que no se fueran de sus barrios para ayudar a detectar los peligros (desde pequeñas peleas hasta guerras entre bandas) y, de forma preventiva, intervenir.

Cuando el programa Del barrio a la comunidad se hace cargo de una casa, la transforma en un lugar donde los jóvenes pueden reunirse sin riesgos, participar en talleres de grafiti o aprender música. Además, el grupo ayuda a limpiar, decorar y encontrar muebles viejos para hacer de la casa un lugar más agradable.

Para Ríos, tomar posesión de este tipo de zonas abandonadas ayuda a que los jóvenes se relacionen con el resto de la comunidad. “Es imposible eliminar completamente a las bandas, porque formar parte de una es necesario si vives en un barrio como este”, dice. “Pero lo que sí se puede hacer es mostrar a la gente lo que pueden hacer estos chicos. Por ejemplo, estos jóvenes limpian estas zonas por su propia voluntad y las mantienen en buen estado”.

Las “tapias” y las maquilas

Las “tapias” reflejan el ascenso y caída de Ciudad Juárez. Después del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA en sus siglas en inglés) de 1994, ahora amenazado por el presidente estadounidense Donald Trump, hubo un auge de las maquilas, como se conoce a las fábricas que reciben sus materias primas de empresas estadounidenses, ensamblan productos a bajo costo y luego los exportan, libres de impuestos, hacia el vecino del norte.

Como resultado, hubo un gran movimiento migratorio hacia Juárez en busca de trabajo desde el resto de México y de Centroamérica. Algunos promotores inmobiliarios vieron la oportunidad y la ciudad se expandió hacia el desierto. Las casas prefabricadas comenzaron a proliferar en barrios nuevos sin acceso a hospitales, escuelas y, a veces, tampoco a los servicios básicos. Los obreros de las fábricas tuvieron acceso a créditos hipotecarios asequibles. Según un estudio basado en el último censo, entre 2005 y 2010 el espacio urbano creció un 16,4%, mientras que el índice de habitantes lo hizo sólo en un 1,4%.

Pero la aparente prosperidad duró poco. La crisis financiera de 2008 provocó muchos despidos y los trabajadores abandonaron la ciudad o dejaron de pagar las hipotecas. Entre 2008 y 2011, cerca de 10.000 personas fueron asesinadas. Muchas personas huyeron despavoridas. 

El cambio afectó duramente a los jóvenes de la ciudad, la mayor parte de la población. “Los jóvenes no tienen muchas oportunidades en este lugar, ni siquiera para divertirse”, dice Armando Cabada, alcalde de Juárez. “No hay ningún espacio público para que puedan hacer deportes o para encontrarse con amigos en un entorno saludable. Es nuestro gran déficit”.

Casa Promoción Juvenil, otro organismo que trabaja con jóvenes, se centra exclusivamente en recuperar “tapias” en un barrio cercano a Parajes de San Juan, para organizar grupos de trabajo con los jóvenes y sus padres, que toman té y charlan mientras sus hijos juegan o miran películas en las casas recuperadas.    

No siempre es fácil. Los habitantes de las “tapias” dicen que son blanco constante de la policía, que a menudo cierra las casas recuperadas porque las considera antros donde se venden drogas. Ríos y su grupo dicen que cada vez que ven una patrulla policial se escapan porque se sienten amenazados.

Para Fernando Sandoval, de Casa Promoción Juvenil, la lucha más importante es lograr que los jóvenes no sean vistos como una amenaza y hacer que los reconozcan por su valía. “Se persigue a los jóvenes por el simple hecho de ser jóvenes y venir de barrios pobres. Se los ve como una amenaza en potencia y se los vincula con narcotraficantes o delincuentes”, dice. “Proyectos de este tipo son de mucha ayuda porque los jóvenes logran tener una voz, pueden expresar su opinión y la gente se detiene a escuchar lo que tienen para decir. Al final, son la mayoría pero muy pocas veces se les presta atención”.

*Irene Caselli estuvo en Ciudad Juárez gracias a una beca de la International Women’s Media Foundation.

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