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Una curandera indígena quiere sanar México presentándose a presidenta

María de Jesús Patricio Martínez, Indígena nahua, médica tradicional y defensora de los derechos humanos mexicana // Wikipedia: PetrohsW

Duncan Tucker

Tuxpan —

María de Jesús Patricio Martínez ha tenido siempre un don para sanar las dolencias de la gente, una capacidad que ella misma atribuye a su estrecha conexión con la Tierra. Nacida y criada en Tuxpan, una tranquila ciudad en el oeste de México rodeada de colinas y campos de caña de azúcar y maíz, empezó a ofrecer remedios en base a hierbas medicinales cuando tenía 20 años, después de darse cuenta de que el gobierno local obviaba absolutamente los problemas de salud de sus vecinos.

“Por aquel entonces había una gran falta de médicos y medicinas –cuenta Patricio, una indígena nahua– pero teníamos muchas plantas y mucho conocimiento procedente de nuestros mayores. Mi abuela nos daba tés especiales para curar el estrés, la tos o la diarrea, y funcionaban. Así que pensé: ¿Por qué no dar remedios naturales a aquellos que no pueden permitirse remedios médicos?”

A Patricio, que ahora tiene 53 años y es madre de tres niños, se le conoce por preservar la medicina tradicional indígena. Sin embargo, ahora está a punto de embarcarse en una misión mucho más ambiciosa: sanar a todo un país afectado por la violencia rampante, por la corrupción política y por una gran desigualdad económica.

El Congreso Nacional Indígena de México –una organización de comunidades, naciones, pueblos, barrios y tribus mexicanas– y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) han nombrado a Patricio como representante para las elecciones presidenciales del año que viene. Si consiguen firmas suficientes para ratificar su nombramiento, se convertirá en la primera mujer indígena en optar a la presidencia de México.

Con un gallo cantando muy cerca e imágenes zapatistas colgadas en las paredes, parece imposible que en el modesto centro de salud que dirige Patricio en Tuxpan esté la mujer que se prepara para desafiar a la élite política de México –aunque ella misma admite que su campaña es más bien simbólica–.

“No lo hacemos por los votos”, cuenta a the Guardian en un estrecho patio lleno de plantas terapéuticas. “Nuestro objetivo es poner de relieve los problemas de aquellos que son como nosotros, de los que procedemos del estrato social más bajo”.

Con frecuencia, las comunidades indígenas se quejan de los desplazamientos que sufren y de la destrucción de sus tierras ancestrales para utilizarlas para la minería, el turismo y proyectos de infraestructuras. Además, estudios gubernamentales muestran que sufren una discriminación estructural, una pobreza desproporcionada y un precario acceso a la sanidad, a la educación y al empleo.

El presidente Enrique Peña Nieto asegura que su administración ha invertido una cifra récord de 914 millones de libras en infraestructura para las comunidades indígenas, proporcionándoles apoyo local y apoyo legal a 4.100 indígenas encarcelados indebidamente, además de conceder 8.000 certificados de nacimiento a niños que no estaban registrados.

“Al Gobierno no le interesamos”

Aun así Patricio sigue sin estar convencida. “Al Gobierno no le interesan los indígenas, nos ven como obstáculos en su camino”, asegura. “La clase política solo ve la tierra y los recursos naturales como una manera de hacer dinero, no como algo que pueda beneficiar a la comunidad y que se tenga que proteger”.

La candidatura de Patricio es un primer paso para resolver la escasa representación del pueblo indígena en política. Más de 25 millones de mexicanos (el 21,5% de la población) se identifica como indígena, pero desde la independencia, el país solo ha tenido un presidente indígena, Benito Juárez, que estuvo al frente del Gobierno en 1858.

Las elecciones presidenciales de julio de 2018 serán las primeras que permitan candidatos independientes, aunque todavía se enfrentan a importantes obstáculos. La ley electoral exige a este tipo de candidaturas que reúnan las firmas de un 1% simbólico del padrón electoral, incluyendo a habitantes de 17 de los 32 estados mexicanos, para ratificar su candidatura en 120 días. Patricio necesita unas 850.000 firmas.

El analista político Enrique Toussaint dijo que sería una “tarea titánica”, pero cree que ella tiene el apoyo suficiente en las áreas rurales y entre los habitantes de zonas urbanas que están desilusionados con los políticos mexicanos.

“Su gran potencial reside en ser capaz de sacar a muchos mexicanos de la abstención”, comenta el analista. La tasa de abstención en el país durante elecciones presidenciales suele ser del 40%. “He hablado con mucha gente que nunca vota porque está en contra del sistema, pero están muy interesados en este nuevo movimiento”.

Patricio espera que la campaña cree una red nacional que una a las comunidades indígenas con los mexicanos de la clase obrera. El objetivo, según cuenta, es destruir el sistema político de México y reconstruirlo desde abajo hacia arriba.

Inspirada en el movimiento zapatista

La indígena se ha inspirado en buena medida en los zapatistas, una milicia armada liderada por el carismático subcomandante Marcos, que hizo que los derechos de los indígenas volviesen a la agenda nacional al tomar varias ciudades al sur del estado de Chiapas el 1 de enero de 1994.

“Fue un golpe que benefició a muchas comunidades indígenas de todo México”, comenta Patricio. “Su lucha hizo que la gente tuviera noticias de nosotros. Los consideramos como nuestros sabios hermanos mayores porque fueron un ejemplo para todas las otras comunidades que también han sufrido”.

La corta sublevación terminó con el ejército mexicano conduciendo a los zapatistas a la profundidad de las montañas y de las selvas, donde todavía siguen viviendo en comunidades autogestionadas.

En los últimos año esta fuerza –ahora no violenta y mucho más aislada– se ha desvanecido de la consciencia política junto a Marcos, que una vez captó el apoyo global con sus ingeniosos y poéticos comunicados, pero que ahora asume un papel menos importante.

La problemática indígena ha sido eclipsada por una década de guerra contra las drogas que ha dejado a más de 200.000 muertos o desaparecidos en el país. Las comunidades indígenas tampoco han salido ilesas, con cárteles invadiendo sus tierras para cultivar opio y marihuana, y dedicándose también a la tala ilegal y a la minería. Este año, al menos seis activistas indígenas han sido asesinados.

Patricio ve poca diferencia entre el estado y el crimen organizado. “Es parte del mismo problema. El gobierno, el ejército, la policía, los narcos, todos ellos propician la explotación de nuestras riquezas naturales”, asegura. “Todos ellos quieren asustar a nuestro pueblo y hacer desaparecer a todos aquellos que se oponen a sus proyectos capitalistas”.

Con tantos desafíos a los que se enfrenta el país, la experiencia de Patricio con la medicina le dice que las cosas no mejorarán sin cambios drásticos. “Tenemos que arrancar de raíz lo que está dañando a México. Este país necesita que lo sanen”.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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