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El encarcelamiento en Grecia de la 'nadadora heroína' siria devuelve a los refugiados al punto de mira

Sara Mardini, en Lesbos, días antes de ser detenida en el aeropuerto cuando se disponía a regresar a Alemania.

Helena Smith

Atenas —

La prisión de alta seguridad de Grecia Korydallos reconoce que Sara Mardini es una de sus reclusas más extrañas. Durante una semana, la refugiada siria, una heroína entre los defensores de derechos humanos, ha estado detenida en este ala de la cárcel para mujeres imputada por unos cargos tan graves que han provocado consternación.

La joven de 23 años, que salvó en 2015 a 18 refugiados llevándoles a nado hasta las costas de Lesbos junto a su hermana olímpica, está acusada de tráfico de personas, espionaje y pertenencia a organización criminal, delitos supuestamente cometidos cuando volvió a la isla para trabajar con una ONG. Bajo la legislación griega, Mardini puede estar en prisión preventiva hasta 18 meses.

“Está en un estado de incredulidad”, afirma su abogado, Haris Petsalnikos, quien ha solicitado su liberación. “El objetivo de estas acciones es criminalizar la acción humanitaria. Sara ni siquiera estaba aquí cuando se cometieron estos supuestos delitos. Son acusaciones graves, quizá las más graves a las que se ha enfrentado nunca un trabajador humanitario”.

La llegada de Mardini a Europa podría haber pasado desapercibida si no hubiese sido por la extraordinaria valentía que tanto ella como su hermana, Yusra, mostraron al guiar su barco hacia un lugar seguro cuando se rompió el motor en el peligroso cruce desde Turquía. Ambas son nadadoras de élite. Yusra compitió en los Juegos Olímpicos de Río de 2016.

A las hermanas, cuya historia ha inspirado una película dirigida por el británico Stephen Daldry que se estrenará próximamente, se les ha atribuido el mérito de salvar las vidas de sus compañeros de viaje. En Alemania, su patria adoptiva, la pareja ha recibido el estatus de estrella.

La inspiradora historia de Mardini hizo que la ONG Emergency Response Centre International (ERCI) de Lesbos se pusiese en contacto con ella. “Tras arriesgar su propia vida para salvar a 18 personas no solo ha vuelto a la zona cero, sino que está aquí para asegurarse de que no se pierden más vidas en este peligroso viaje”, señaló la organización después de que Mardini se uniese a sus filas en 2016.

Tras su primer periodo con ERCI, volvió a Lesbos en diciembre para hacer de voluntaria con un grupo de ayuda humanitaria. Hasta el 21 de agosto no había nada que sugiriese que la cosa no iba bien. Pero mientras Mardini esperaba en el aeropuerto de Mytilini para volver a Alemania, donde le esperaba una beca en el Bard College de Berlín, fue detenida. Poco después la policía también detuvo al director de campo de ERCI, Nassos Karakitsos, antiguo oficial naval de Grecia, y a Sean Binder, un alemán nacido en Irlanda que también es estudiante en Bard. Los tres se han declarado inocentes.

Los arrestos se producen en un contexto en el que aumentan los indicios de una campaña global contra las redes de solidaridad. Desde Rusia a España, los trabajadores europeos de derechos humanos han sido blanco de ataques en lo que los activistas califican de un oscuro intento por silenciar a la sociedad civil en nombre de la seguridad.

“Existe la preocupación de que este sea otro ejemplo de cómo el Estado clausura la sociedad civil”, afirma Jonathan Cooper, abogado internacional de derechos humanos radicado en Londres. “Lo que realmente estamos viendo es cómo las autoridades griegas utilizan a Sara para enviar un mensaje muy preocupante: si haces trabajo voluntario con refugiados, tendrás que asumir la responsabilidad”.

Pero entre las preocupaciones por las tácticas de mano dura a las que se enfrentan los trabajadores humanitarios, la policía griega señala que hay otros que ven el lado oscuro de la historia. El del tráfico de personas y el de los jóvenes engañados para participar en una red criminal sin darse cuenta. En ese escenario, las hermanas Maldini serían blancos principales.

Las autoridades griegas pasaron seis meses investigando el asunto. Se trasladaron agentes de Atenas y Tesalónica a Lesbos. En una declaración larga y detallada poco habitual, la policía de Mitilini afirmó la semana pasada que ERCI, haciéndose pasar por una organización sin ánimo de lucro, ha actuado con el único propósito de lucrarse metiendo a gente de forma ilegal en Grecia a través de las islas del Egeo del noreste.

La policía sostiene que los miembros de la organización habían interceptado la radio de los guardacostas griegos y europeos para obtener información privilegiada de la localización de los barcos de los traficantes y que 30 personas, la mayoría extranjeros, estaban a la espera de ser interrogados por las presuntas actividades delictivas. Otras “organizaciones similares” también han colaborado en lo que las autoridades describen como “un plan informal para enfrentarse a situaciones de emergencia”, añade la policía.

Las primeras sospechas emergieron, según la policía, cuando Mardini y Binder fueron interceptados conduciendo un antiguo 4x4 militar con matrículas falsas. El nombre de ERCI no se mencionó hasta la publicación de las acusaciones contra la pareja y contra Karakitsos.

Lesbos lleva tiempo en primera línea de la crisis de refugiados atrayendo a idealistas y trabajadores benéficos. La isla era el principal punto de entrada a Europa hasta que se produjo una drástica reducción en el número de migrantes en marzo de 2016 por la firma del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía.

Unas 114 ONG y 7.356 voluntarios tienen su base en Lesbos, según la información de las autoridades griegas, que hablan de la existencia de toda “una industria”. Con más de 10.000 refugiados y un ambiente en ebullición, se extienden las acusaciones de “efecto llamada” sobre las ONG.

“La motivación de Sara para volver este año era simplemente humanitaria”, afirma Oceanne Fry, una compañera de estudios que en junio trabajó con ella en una clínica de día en el centro de recepción de refugiados.

“En ningún momento había indicios de que el grupo estuviese cometiendo una ilegalidad, pero puedo atestiguar el hecho de que, aparte de nuestra reunión de admisión, ninguno de los voluntarios se reunió o interactuó nunca con los líderes de la organización”, añade.

“Algunas ONG han explotado la situación”

El alcalde de Lesbos, Spyros Galinos, dice que ha visto “lo bueno y lo malo” del movimiento humanitario desde el comienzo de la crisis de refugiados.

“Todo es posible, no hay duda de que algunas ONG han explotado la situación. El anuncio de la policía fue extraordinariamente duro. Durante mucho tiempo he dicho que no necesitamos todas esas ONG. Cuando la crisis estalló, sí, tristemente el Estado no estaba preparado, pero ahora ese no es el caso”.

Este medio no ha podido ponerse en contacto con ERCI. Ni el número de teléfono ni la dirección –en un descuidado edificio del centro de la ciudad indicado por el grupo en redes sociales– parecen tener relación con el grupo.

En un comunicado emitido más de una semana después del arresto de Mardini, ERCI niega las acusaciones y afirma que ha sido víctima de “afirmaciones, acusaciones y cargos infundados”. Pero no hizo ninguna mención a Mardini.

“No tiene ningún sentido”, señala Amed Khan, un filántropo que ha donado barcos para las operaciones de búsqueda y rescate de ERCI. “Acusar a cualquiera de ellos de tráfico de personas es un disparate”.

“En la fortaleza de Europa de hoy, uno se pregunta si Bruselas no está detrás, si esto no es un esfuerzo coordinado para frenar a los voluntarios de la sociedad civil que simplemente intentan ayudar. Después de todo, hablamos de una organización de base con valores globales que han ocupado el espacio dejado por las autoridades que no cumplen su cometido”, denuncia Khan.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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