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“No escapará ninguno”: los estudiantes temen las represalias por las protestas en Bangladesh

Protestas contra el ataque a periodistas frente al Club de Prensa Jatiya, en Dhaka (Bangladesh)

Michael Safi / Shaikh Azizur Rahman

La lista comenzó a difundirse de móvil a móvil el sábado, justo cuando la policía estaba comenzando a lanzar gases lacrimógenos y balas de goma contra los manifestantes en una protesta en Dhaka por unas carreteras más seguras.

“Por favor, enviadle estas direcciones a personas de vuestra confianza, por Messenger o mensaje de texto”, decía. El mensaje contenía una lista de nombres, números de móvil y direcciones: una salvación para los estudiantes que estaban huyendo de la policía.

“Si alguien necesita refugio cerca de Jigatola o Dhanmondi, ofrezco mi casa”, escribió un estudiante. “Por favor, escondeos. La situación está empeorando,” decía otro.

Al día siguiente, cuando hombres armados –supuestamente seguidores del partido gobernante de Bangladesh– arremetieron en las protestas para golpear a manifestantes y periodistas, más vecinos de Dhaka decidieron sumar su nombre y dirección a la lista. Luego, la policía comenzó a realizar redadas en las casas.

Wazir, un joven recién graduado en el instituto que también participó de las protestas, escribió su dirección junto a las de otros jóvenes en una conversación de Facebook. Poco después de la medianoche del domingo, uno de ellos, Mahmoud, salió abruptamente de la conversación. Comenzaron a desaparecer las fotos y las publicaciones de su muro de Facebook. El grupo comenzó a llenarse de mensajes de pánico. ¿Por qué había desaparecido? “Él está haciendo lo correcto”, escribió uno de los jóvenes. “Nos está salvando a nosotros”.

Desde fines de julio, la capital de Bangladesh estuvo paralizada durante nueve días por protestas en las que participaron decenas de miles de estudiantes. Las manifestaciones, que llegaron al punto álgido cuando una furgoneta mató a dos niños que iban a la escuela, comenzaron reclamando más seguridad en las carreteras, pero luego crecieron para expresar la frustración de los jóvenes ante la corrupción e impunidad del gobierno.

“Llamaron a mi padre y le dijeron cosas horrorosas”

Si bien en los últimos días las protestas se han sofocado, muchos estudiantes ahora temen las represalias del Gobierno. Los colectivos en defensa de los Derechos Humanos critican que este sea cada vez más intolerante con la oposición.

Las mismas publicaciones en redes sociales que se utilizaron para organizar y promover las protestas sirven como pruebas para arrestar a docenas de personas, aplicando las duras leyes de comunicación digital implantadas en Bangladesh.

“Estamos en proceso de identificar a aquellos que difundieron rumores en las redes sociales e incitaron a la violencia”, dijo el miércoles el ministro de Asuntos Interiores de Bangladesh, Asaduzzaman Khan Kamal. “No escapará ninguno, ya sean estudiantes, maestros o líderes políticos”.

Mohammad Najmul Islam, funcionario en la división de crímenes informáticos de la policía metropolitana de Dhaka, contó a The Guardian que ya habían identificado más de 1.200 cuentas de redes sociales que, según su versión, fueron utilizadas para difundir rumores que incitaban a la violencia y la agitación social.

“Nos llevará algunos días terminar de identificar a todos los usuarios”, afirmó, a lo que añadió: “Ya hemos arrestado a 10 o 12 personas que grabaron en directo en Facebook durante las protestas para difundir rumores. Y pronto realizaremos más arrestos”.

Tal y como temían sus amigos, la policía realizó una redada en la casa de Mahmoud el domingo por la noche. Él intentó borrar todo lo que pudo de su cuenta en Facebook antes de que la policía accediera a ella. El estudiante, que asiste a una universidad privada de Nueva York, fue interrogado pero no arrestado.

En las horas posteriores al comienzo de las redadas, que comenzaron el sábado, las cuentas de redes sociales que habían celebrado activamente las protestas se fueron silenciando. Una estudiante que había participado en las protestas desde el principio borró todas sus publicaciones abruptamente y luego escribió: “Lo siento. Difundí información falsa. Estaba desequilibrada emocionalmente”.

Después, la estudiante desactivó su cuenta y envió un mensaje a sus amigos diciendo que se marchaba de Dhaka por su seguridad. The Guardian ha tenido acceso a ese mensaje. “Llamaron a mi padre y le dijeron cosas horrorosas”, escribió la joven. “‘Le haremos esto y aquello a tu hija delante tuyo’. Mi madre está aterrorizada y me está llevando fuera de la ciudad”.

Wazir escuchó que a primera hora del lunes también habían entrado a la casa de otro estudiante que había publicado denuncias contra el gobierno. El joven había borrado fotos y mensajes de su cuenta de Facebook. “Hermano, ¿estás bien?” le escribió Wazir a través de esta plataformas. “Sí”, respondió, incluyendo un emoticono sonriendo: “¿Qué tal tu vida?”. Fue entonces cuando sospechó. “Le dije que estaba bien. Me respondió ‘Muy bien’, y eso fue todo”. Wazir cree que la cuenta estaba siendo monitoreada.

Durante las protestas, los jóvenes no fueron los únicos que utilizaron las redes sociales. Los miembros de un movimiento estudiantil a favor del gobierno, la Liga Chatra, les pidieron a sus seguidores que enviaran ejemplos de gente que estuviera difundiendo rumores falsos.

Así, elaboraron una lista con nombres y fotos de supuestos activistas que difundieron por Facebook e Instagram. Una publicación mostraba las fotos y nombres de cuatro mujeres. “Estas personas están difundiendo rumores e incitaron a niños pequeños a la violencia”, decía la publicación.

Los líderes de la Liga Chatra también emitieron un vídeo en directo en Facebook junto a personas que afirmaban ser estudiantes, agachaban la cabeza y “confesaban” haber difundido mentiras contra el gobierno y la policía.

Dhaka es la segunda ciudad con mayor número de cuentas de Facebook per cápita del mundo. Como en otros lugares, las redes sociales ofrecen un canal de comunicación para los movimientos de disidencia que, de otro modo, tendrían que reunirse en una casa o un salón de té. Los colectivos en defensa de los Derechos Humanos critican que el gobierno de Bangladesh está respondiendo de forma desproporcionada a las protestas.

La polémica ley de comunicación digital

En 2013 se aprobó una ley de comunicación digital en el país que facilita a la policía arrestar a aquellos sospechosos de “delitos leves”, como publicar material que “tienda a la depravación o a la corrupción”, o que “cause o pueda causar daño a las creencias religiosas”.

Desde entonces, se han multiplicado los arrestos y los procesamientos, según Human Rights Watch, con más de 1.270 páginas de acusaciones realizadas en los últimos cinco años. El propio gobierno reconoce que la ley se está utilizando mal, pero aún no la ha derogado.

El domingo por la noche, la policía también arrestó a uno de los fotógrafos más reconocidos del país, Shahidul Alam, acusándolo de violar esta ley, y asegurando que dio una entrevista a la cadena Al Jazeera y realizó publicaciones en Facebook durante las protestas.

“La ley es tan vaga que se puede utilizar para castigar cualquier cosa que no le guste al gobierno”, dijo Omar Waraich, director de Amnistía Internacional para el Sudeste Asiático, a lo que añadió: “Se puede utilizar contra alguien con el perfil de Shahidul Alam. El temor es que también se puede utilizar contra jóvenes que se expresen pacíficamente en las redes sociales”.

Muchos estudiantes en Dhaka han dejado de publicar sobre las protestas en las redes sociales. Uno de ellos, Mahmudun Snabi, relató que muchos de los que salieron a las calles la semana pasada, ahora están aterrorizados.

“La policía está rastreando a la gente y arrestando a personas por haber compartido las noticias”, explicó. “Este es un momento terrorífico para nosotros. Nunca nadie había visto algo así a tan gran escala”.

Traducido por Lucía Balducci

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