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The Guardian en español

El resultado del impeachment contra Trump es previsible y suena a otra batalla más entre partidos

Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes.

David Smith

Washington —

Como ha reconocido la exsecretaria de Estado Hillary Clinton a principios de este mes, tras escuchar el discurso de toma de posesión de Donald Trump, George W. Bush se volvió hacia ella y le espetó: “Bueno, eso ha sido una mierda extraña”.

Durante los casi tres años que han pasado desde ese frío día de invierno en el Capitolio de Estados Unidos en Washington, los demócratas (y otros) han acusado a Trump de golpear al país como si se tratara de su saco de boxeo. Este miércoles, esa parte de Estados Unidos [que está en contra del presidente] le devolvió el golpe con la votación del impeachment en la Cámara de Representantes.

Como es lógico, el proceso de destitución satisface a los enemigos del presidente, como cuando uno ve que a un matón le sangra la nariz. Sin embargo, no es seguro que el matón deje de hacer de las suyas o que el proceso haga mella en él.

Los republicanos en la Cámara de Representantes cerraron filas con el presidente, como auténticos escudos humanos, para defender lo indefendible. Y no cabe la menor duda de que sus colegas en el Senado harán lo mismo el próximo mes para que el proceso de destitución no prospere.

Aunque ninguna bola de cristal puede prever en este momento si este proceso de destitución beneficiará o perjudicará a Trump en las elecciones presidenciales de 2020, la decisión de la Cámara puede ser interpretada como una batalla más en la fría guerra civil de Estados Unidos. Es por este motivo que es uno de los votos más importantes, y al mismo tiempo con menos impacto, de la historia del Congreso de Estados Unidos.

Tiene una gran importancia por muchos motivos. El hecho de que Trump se haya comportado como un rey loco desde que asumió el cargo ha sido una prueba de fuego para la salud democrática de Estados Unidos.

Las elecciones legislativas de 2018 dieron a los demócratas la mayoría en la Cámara de los Representantes y esto permitió que se empezara a corregir el rumbo. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, que durante mucho tiempo se mostró reacia a iniciar un proceso de destitución, lo hizo después de que Trump presionara a Ucrania para obtener favores políticos.

“Si no actuamos ahora, estaríamos incumpliendo nuestro deber”, señaló Pelosi, quien para la ocasión se vistió de negro y lució un pin con forma similar a la maza de la república (que representa la autoridad del Gobierno). Ese mediodía, en declaraciones ante los miembros de la Cámara de Representantes afirmó que Trump “no les había dejado otra opción”.

Con innumerables alusiones a la Constitución de Estados Unidos, a los valores democráticos y a los padres fundadores, los demócratas sellaron el destino de Trump, que se ha convertido en el tercer presidente del país que se enfrenta a un proceso de destitución. Las diferencias con el proceso iniciado contra Clinton (para castigarlo por el hecho de haber afirmado tras prestar juramento que no había mantenido relaciones sexuales con Monica Lewinski) hace prácticamente 21 años exactos, sirven para saber qué nos depara el futuro.

Como los republicanos han señalado una y otra vez ante la Cámara de Representantes, esta vez el proceso de destitución no cuenta con el apoyo de ambos partidos. Por otra parte, en esta fase del proceso Clinton ya había mostrado arrepentimiento y aquellos que lo apoyaban estaban dispuestos a admitir que Clinton se había equivocado y no había actuado correctamente, sí bien siguieron afirmando que el presidente no se merecía ser destituido por sus palabras.

En cambio, en la víspera de la apertura del proceso, Trump lanzó un grito primitivo en forma de una carta de seis páginas dirigida a Pelosi, en la que resonaban su furia y algunas afirmaciones trastornadas como que “se concedieron más garantías procesales a los acusados en los juicios de las brujas de Salem”. Y sus aliados republicanos actuaron de forma parecida, sin mostrar ninguna intención de escuchar la versión de los demócratas o de encontrar un improbable terreno común.

En declaraciones ante la Cámara, el congresista de Georgia Barry Loudermilk afirmó que “cuando Jesús fue falsamente acusado de traición, Poncio Pilato le dio la oportunidad de defenderse ante sus acusadores. Durante ese simulacro de juicio, Poncio Pilato le dio más derechos a Jesús de los que los demócratas le han dado al presidente en este proceso”.

En resumen, como los Beatles, Trump es ahora más grande que Jesús a los ojos de aquellos que lo veneran. Para ellos, lo que no lo mata, lo hace más fuerte. Es por este motivo que es difícil saber qué consecuencias tendrá el proceso de destitución. Es cierto que en las elecciones presidenciales de 2020 Trump tendrá que hacer campaña con esta pesada carga a sus espaldas. Es probable que el candidato demócrata advierta a los electores de las consecuencias de volver a votar a un hombre que, como a partir de ahora se estudiará en los libros de texto, abusó de sus competencias, obstruyó la labor del Congreso y parece dispuesto a volverlo a hacer.

Lo cierto es que incluso entre los movimientos más progresistas, los tejemanejes de Trump con Ucrania generan una menor indignación que sus habituales muestras de racismo o de misoginia, las detenciones de menores inmigrantes o sus políticas nocivas para el medioambiente y la economía.

De hecho, en el momento de la apertura del proceso de impeachment este miércoles había pocos manifestantes concentrados ante el Capitolio. Un hombre de negro, con casco de motorista y con una bandera de Estados Unidos daba vueltas al edificio en un patín eléctrico. En el interior del edificio los turistas se paseaban de un lado a otro, observando las estatuas de políticos que hace tiempo que fallecieron y se hacían selfies como si fuera otro día cualquiera.

En la Cámara, la mayoría de los asientos para el público estuvieron vacíos, a diferencia de lo que ocurrió tras la primera audiencia para el proceso de destitución. Todo parece indicar que los ciudadanos se han cansado de la cobertura informativa que se le ha dado a este proceso; en contraste con el interés mostrado por los ciudadanos durante el culebrón Lewinsky, que mantuvo a todo el país en vilo durante meses.

El hecho de que la decisión final sea tan previsible tampoco ha ayudado a fomentar el interés. Cuando le proceso llegue al Senado en enero, la decisión será igual de previsible; con los mismos spoilers.

El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, ya ha prometido que se coordinará con la Casa Blanca. Por su parte, el senador por Carolina del Sur Lindsey Graham ya ha anunciado que no será imparcial. Si bien es cierto que algunos republicanos se podrían rebelar, o al menos causar algún quebradero de cabeza al presidente, lo más previsible es que el presidente reciba todo tipo de elogios.

En una columna publicada en el diario The Washington Post, Marc Thiessen, fellow del American Enterprise Institute (un centro de estudios conservador con sede en Washington) y que en su día escribió discursos para el presidente George W Bush, ha afirmado que “cuando el Senado absuelva a Trump, y es inevitable que esto pase, la ”resistencia“ se vendrá abajo mientras que a los seguidores de Trump esta victoria les dará un subidón y pedirán venganza.

Thiessen ha recordado algunas buenas noticias para la economía de Estados Unidos, como una baja tasa de desempleo, los avances en el acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá y la buena marcha de las negociaciones para un acuerdo comercial con China. En este sentido, ha señalado que “estas últimas semanas han sido, sin lugar a dudas, lo mejor de la presidencia Trump”.

Todo parece indicar que estos indicadores han terminado con las esperanzas de los demócratas de que el proceso contra Trump haría que la opinión pública se volviese en su contra. De hecho, su índice de aprobación se mantiene estable. Una encuesta publicada por la CNN esta semana muestra que el 32% de los estadounidenses cree que el proceso de destitución favorecerá a Trump en las siguientes elecciones, el 25% cree que le perjudicará y el 37% cree que no marcará ninguna diferencia.

Y en cuanto a Trump, de su carta se desprende que quedará herido y sediento de venganza. El día de su victoria electoral, The New York Times destacó la capacidad del presidente para hacer “un movimiento de judo” y vencer al establishment complaciente que estaba en su contra. Y ahora intentará hacer lo mismo con sus adversarios en el proceso de destitución.

Desde hace semanas, su campaña preelectoral ha pagado anuncios y ha estado captando fondos para defender al presidente del proceso de destitución. El miércoles, envió un correo electrónico para pedir donaciones para “el fondo preelectoral de defensa contra el impeachment”.

El debate en la Cámara de Representantes permitió vislumbrar que el impeachment será un arma política. Tal vez nunca tanto como cuando el congresista Clay Higgins de Louisiana presenta a los demócratas como una fuerza perniciosa que amenaza al país“.

“Tienen miedo de la verdadera voluntad de nosotros, el pueblo”, vociferó: “Son la élite política en estado puro. Tienen miedo, no conocen a los estados republicanos porque solo los han visto desde el avión (todo el territorio situado entre la Costa Este y Oeste de Estados Unidos). Afirman que somos despreciables”.

“Tienen miedo de nuestra fortaleza, de nuestra fe, de nuestra unidad, le tienen miedo a nuestro voto y le tienen miedo a nuestro presidente. Nunca entregaremos nuestro país a unos políticos y a unos burócratas elitistas. Nuestra república sobrevivirá a esta amenaza interna. Los patriotas de este país ganarán”, añadió. Casi podría haber sido el primer borrador del discurso pronunciado por Trump en la Convención Nacional Republicana de 2020.

Traducido por Emma Reverter

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