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The Guardian en español

El mejor aliado del virus del zika es la intransigencia humana

Simon Jenkins

La venganza de los virus está en marcha. Después de la gripe aviar y del ébola llega el zika, y con él la posibilidad de que se extiendan las malformaciones de niños en zonas del mundo infestadas de mosquitos. El impacto de la enfermedad es impredecible por el momento, pero su propagación está siendo intensa e imparable y la enfermedad es incurable. Aunque no se ha demostrado una relación causal precisa entre el zika y la microcefalia, es imprescindible afrontarla con todas las precauciones.

Dos inmensas burocracias conservadoras se interponen ante la respuesta al virus: la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Iglesia católica. La OMS, a la que la crisis del ébola pilló desprevenida, está intentando desesperadamente no repetir el fiasco. Pero su mensaje es poco útil: que las mujeres tienen que ponerse repelente de insectos y no quedarse embarazadas. Teniendo en cuenta que más de la mitad de los embarazos en América Latina son no deseados y que los mosquitos son endémicos, es como contener un tsunami con una cuchara.

La Iglesia católica tampoco ayuda mucho. Se opone al control de la natalidad y a los programas públicos de anticonceptivos y prohíbe el aborto. En El Salvador, una mujer infectada que quiera abortar va a la cárcel. El sentimiento humanitario pide acabar con esto. La virulencia del zika es tan alta que una proporción considerable de la generación actual de niños latinoamericanos podría nacer con discapacidades graves.

En el caso del ébola, el contagio se evitaba con aislamiento absoluto y, en algunos casos, medicamentos. En el del zika no hay una solución así hasta la fecha. La erradicación masiva de los mosquitos es claramente la clave, para el zika y para muchas otras enfermedades transmitidas por los insectos, pero así ha sido durante décadas. Durante mucho tiempo el mosquito ha dominado a la humanidad al ser la más perfecta, adaptable y vengativa de las criaturas. Hasta el momento el zika está confinado en América Latina, ¿pero qué pasaría si llegara a África?

Existe la esperanza de que se pueda desarrollar nuevas cepas de insectos masculinos modificados genéticamente como clave para luchar contra la enfermedad. Los primeros ensayos en Brasil son alentadores en cuanto a la posibilidad de reducir la población de mosquitos, pero esta es una solución parcial y ya hay informaciones sobre barreras burocráticas que provocarán el retraso habitual.

Las mujeres de esos países necesitan apoyo y ayuda de emergencia. Puesto que el peligro actual radica en la concepción, la respuesta debe centrarse en el acceso a los anticonceptivos y en garantizar los derechos reproductivos. Los repelentes de insectos y los experimentos de laboratorio son inútiles para una mujer embarazada, llena de miedo, cuyo gobierno y cuya iglesia no le ofrecen nada más que la cárcel y ninguna esperanza.

Traducción de: Jaime Sevilla

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