Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

The Guardian en español

Los millonarios apuestan por convertir el desierto chino en una nueva Burdeos

El mercado interno chino de los vinos no para de crecer.

Tom Phillips 

Comarca de Helan (Ningxia)  —

“La route des chateaux”, dice Emma Gao mientras atraviesa en un polvoriento Nissan Livina la campiña chamuscada por el sol del noroeste de China. 

“Hay casi 40 empresarios distintos, tal vez más; cambian todos los días”, explica la viticultora china, pasando del francés al inglés y al chino mandarín mientras recorre su viñedo: 70 hectáreas en el corazón de la región que las autoridades del país llaman la Burdeos de China. 

Gao, de 40 años, estudió en el Instituto de Enología de la Universidad de Burdeos, y fue una de las primeras viticultoras en instalarse en este árido rincón de la región autónoma de Ningxia Hui, más de 950 kilómetros al oeste de Pekín. Con los 300.000 yuanes (40.000 euros) que le prestaron sus padres, Gao fundó hace ya 10 años Silver Heights, su galardonada vinoteca boutique.

En 2012 inauguró un viñedo en las rocosas laderas orientales de la montaña Helan, apostando a que la tierra seca produciría vinos de clase mundial. “No había nada”, recuerda mientras camina entre lotes recién plantados de Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Marcelan y Petit Verdot. 

Cuatro años después, se está librando una auténtica pelea por las tierras entre gigantes del vino internacionales y locales, y los multimillonarios aspirantes a viticultores que siguen el ejemplo de Gao: hacer trabajar sus fortunas en las bodegas de Ningxia. 

Según la directora de la consultora viticola de Pekín Dragon Phoenix, Fongyee Walker, lo que está ocurriendo “es como una fiebre del oro”. Ella aprendió el oficio como la máxima responsable de la Sociedad de Cata de Vino a Ciegas de la Universidad de Cambridge y ha hecho numerosos viajes a la provincia de Ningxia. 

Napa Valley se dice Helan

Los que visitan la comarca de Helan, que para las autoridades es tan importante como el Valle de Napa en California, no dudan de que ahí está el corazón de los viñedos de China. 

Una autopista que atraviesa de norte a sur la región está completamente señalizada con indicadores para guiar a los conductores por la gran variedad de bodegas con características chinas: Chateau Lanyi, Chateau Xunniu, Chateau Yu Fang, Chateau Ge Liqi, Chateau Flower Red y el Chateau Zhi Hui Yuan Shi. Más adelante,, la Domaine Pu Shang, la Domaine Cheng y, por último, la Domaine Heyu Xinqin Zhong. 

A finales de mayo, decenas de excavadoras araban nuevos viñedos en el terreno pedregoso de la región mientras grupos de trabajadores migrantes desenterraban las vides, sepultadas para protegerlas de las severas heladas del invierno en Ningxia, donde la temperatura baja hasta 25 grados bajo cero. 

Hace casi 60 años, una de las peores hambrunas de la historia azotó China con el plan de Mao Zedong para impulsar la industrialización. El que se llamó “El Gran Salto Adelante” devastó a la economía y provocó la muerte de hasta 45 millones de personas. Desde entonces, las posteriores décadas de intenso crecimiento económico han transformado a China en el país con la segunda economía más grande del mundo y en uno de los mayores productores de vino: hoy tiene más viñedos que Francia. 

En China se consumieron 1.860 millones de botellas de vino tinto en el 2013, convirtiéndolo en el mercado más importante del mundo para los tintos. 

A medida que el romance se intensificó, los millonarios chinos fanáticos del vino se han lanzado a comprar compulsivamente bodegas a escala global. Aparentemente, más de 100 de los aproximadamente 7.000 chateaux de Burdeos son propiedad de magnates chinos. Solo en 2016, el fundador de Alibaba, Jack Ma, ya compró dos de esas bodegas: Chateau de Sours y Chateau Pérenne. 

Los chateaux también están surgiendo en China. Ningxia, una región empobrecida al sur del desierto de Gobi en la que predominaba la minería del carbón, es la zona de arranque para los incipientes viticultores. Según Gao Lin (72), padre y socio de Emma Gao, las bodegas registradas pasaron de una, en 1983, a 207 hoy. 

Los productores de vino extranjeros también se están sumando a la fiebre. En 2013, Moët Hennessy abrió el Domaine Chandon, una bodega de 6.300 metros cuadrados que produce vino espumante, cerca de Silver Heights. 

Según Fongyee Walker, con tiempo y experiencia China podría llegar a producir vino de alta calidad. “Creo firmemente que se puede hacer buen vino en cualquier lugar si se hace con el amor, la energía y el esfuerzo necesario. No creo que las rocas del Médoc o el esquisto del Mosel tengan cualidades sagradas”. 

Pero comparar Ningxia con Burdeos o Napa es una campaña del Partido Comunista para ensalzar la región. Según Gao, “es como comparar un cuadro de un niño dotado artísticamente... y un cuadro hecho por un artista”. 

El cambio climático puede ayudar al negocio

 

El esposo de Gao, el enólogo Thierry Courtade, no es tan modesto sobre el potencial de Ningxia: “Mi sueño es que sea tan buena como Burdeos”. Antes de mudarse a la comarca de Helan hace tres años, Courtade trabajaba en el corazón de la industria del vino francés, en el Chateau Calon-Ségur. “Estamos a punto de lograrlo”, dice. 

Ahora que los expertos advierten por los riesgos que el cambio climático introduce en las principales regiones vitícolas del mundo, Gao cree que Ningxia podría ofrecer una alternativa a California, a Burdeos y a la Provincia Occidental del Cabo, en Sudáfrica. “Podría ser el nuevo mundo del Nuevo Mundo”, dice en el pequeño viñedo familiar de su padre en Yinchuan, la capital de la región. “No prometemos nada. Simplemente lo intentamos. Tenemos fe”. 

Los vinos chinos han recibido críticas muy variadas desde su llegada a la escena internacional. Desde las que dicen haber detectado “aroma a ratón asado” o un toque de “calcetines sucios y sudorosos mezclado con detergente líquido y un sabor químico nauseabundo” hasta las que consideran a los vinos chinos como “completamente respetables” y “hechos con eficiencia”, a pesar de carecer de cualidades distintivas. 

Las reservas de Gao han tenido mejor suerte. No han pasado ni diez años desde que importaron de Italia su primera prensa de uvas y en Silver Heights ya producen unas 60.000 botellas por año. Se venden mayoritariamente en restaurantes y hoteles sofisticados de Pekín y Shanghái. Para Walker, sus vinos son “lo mejor de lo mejor”, dentro de China. 

Otros productores regionales también han cosechado elogios con sus Merlot, Rosé y Syrah de Ningxia. En los premios Decanter Asia Wine Awards del año pasado, se llevaron más medallas que nunca. 

Los abuelos de Gao eran soldados del Ejército Popular de Liberación. Preferían el licor chino baiju, que quemaba la garganta, antes que una botella de borgoña. Gao cree que la llegada de una nueva generación de amantes del vino en China es señal de que su industria, duramente golpeada por la campaña anticorrupción del presidente Xi Jinping, tiene un gran futuro por delante. 

Pero los viticultores necesitan urgentemente acabar con los prejuicios hacia los vinos de China. “La gente no tiene confianza en los productos fabricados en China”, admite Gao. “Incluso los inodoros que compramos son de Japón. La leche en polvo para nuestros bebés proviene de Hong Kong, de Francia… La pasta de dientes que compro es australiana”. 

No es el único obstáculo. Los expertos temen que la llegada de muchos productores de vino a Ningxia sea incompatible con la región, por la cantidad de agua que necesita la industria. Como explica Walker, “la viticultura requiere un promedio de seis a siete litros de agua por cada litro de vino”: “¿De dónde vamos a sacar tanta agua?”. 

Para pequeños productores como Gao, los elevados precios de las tierras también son motivo de preocupación: “Antes no costaban nada, y ahora son demasiado caras; hasta diez veces más”. 

Mientras toma una fresca copa de su chardonnay Ningxia 2014, Gao admite que la comparación con Burdeos puede haber sido prematura. “Tal vez dentro de mil años”, dice entre risas. Aunque de alguna manera, su hogar en las duras condiciones del interior de China le recuerda a Francia: “Tenemos la luz del sol, igual que en Aviñón”.

Traducción de Francisco de Zárate

Etiquetas
stats