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¿Saldrías del armario para contar que has abortado?

Manifestación contra el aborto en Dakota del Norte, EE.UU

Jessica Valenti

El aborto es uno de los procedimientos médicos más seguros y habituales que se practican en Estados Unidos. Una de cada tres mujeres estadounidenses detendrá un embarazo antes de los 45 años, y las probabilidades de que muera al dar a luz son inmensamente mayores que por complicaciones durante el aborto. 

A pesar de esto, los abortos siguen siendo tildados de peligrosos y considerados como casos excepcionales por muchos en Estados Unidos. Una nueva encuesta muestra que la mayoría de la gente infravalora a las mujeres que abortan en este país, mientras que a su vez exageran los riesgos que conlleva esta práctica.

Estas ideas equivocadas podrían refutarse si más mujeres contasen sus propias experiencias. El estudio también demuestra que si una persona conoce el testimonio de alguien que haya detenido el embarazo, será menos crítico con el índice global de abortos y es más probable que apoye el derecho de las mujeres ante esta situación. 

Pero en un país donde la organización Planned Parenthood está atemorizada por un hombre al grito de que “trocean a los bebés”, la descripción favorita de los conservadores para referirse al aborto, es difícil pedir a las mujeres que salgan del armario para hablar de ello. Es un círculo vicioso para los propios defensores del derecho a decidir: sabemos que las mujeres que hablan del aborto pueden eliminar el estigma, pero ese estigma es el que disuade a las mujeres de hablar del aborto.

La abogada activista de los derechos sexuales y reproductivos Renee Bracey Sherman me contó que no cree que todo el mundo pueda –o deba– compartir sus experiencias con el aborto. “Hay muchas razones por las que alguien guarda el secreto: por miedo a las reacciones violentas de su pareja o su comunidad, por temor a perder un trabajo o cualquier medio de estabilidad económica, o simplemente porque prefieren mantenerlo en privado”, considera.

La historia personal importa. Bracey Sherman, que ha escrito una guía sobre cómo deberían apoyar las organizaciones a las mujeres que deciden contarlo, dice que “al compartir nuestros testimonios sobre el aborto, manifestamos nuestro rechazo contra el estigma que nos silencia y evitamos que los políticos y activistas provida difundan sus mentiras y reproches sobre nosotros”.

“Ya no existen esas personas anónimas a las que se refieren, ahora los políticos están hablando de mí y de otras mujeres que los oyentes aprecian”. Gracias a esto estamos asistiendo a un repunte de mujeres que hablan públicamente de sus interrupciones voluntarias del embarazo. Desde la campaña 1 en 3 y el movimiento #ShoutYourAbortion hasta cargos electos que se pronuncian en público, más y más personas admiten haber abortado, o apoyan a otras que lo han hecho.

Ese impacto humanizador al difundir estas historias es también por lo que más de 100 mujeres han remitido sus experiencias al Tribunal Supremo, donde se está debatiendo el caso de la clínica Whole Woman's Health contra John Hellersted, del servicio sanitario estatal de Texas. Este proceso, el más importante sobre el derecho al aborto en años, investiga las duras restricciones en las clínicas de Texas. Un nuevo informe infiere que debido a estas medidas, el número de doctores que realizan abortos ha disminuido en un 42%.

Esta es la cuestión. Como escribió esta semana la presidenta de la organización NARAL Pro-Choice América, Ilyse Hogue, “su propósito es cerrar las clínicas para impedir el acceso al aborto, ya que no pueden derogar el caso Roe e ilegalizarlo”.

Ya sabemos que hablar del aborto transforma las mentes y abre corazones, pero queda esperar si puede influir también en la justicia o la política a gran escala. Sin embargo, algunos parlamentarios, como el congresista de Ohio Tim Ryan –un demócrata que antes era antiabortista–, han cambiado de parecer al escuchar los testimonios. Ryan proclamó su apoyo al derecho a decidir en una columna de opinión el año pasado, diciendo que se había sentado “a charlar con mujeres de Ohio y a lo largo del país para escuchar todo tipo de historias”. Y señalaba: “Cada una de esas mujeres han vivido situaciones personales muy complicadas sin seguridad sobre qué camino tomar”.

Pero no basta con defender la libertar de elección. Incluso aquellos que se revelan en favor del derecho al aborto en la encuesta de Vox piensan que el procedimiento es más peligroso de lo normal –el 67% de ellos asegura que la interrupción del embarazo conlleva los mismos riesgos que dar a luz–. Los estadounidenses necesitan más información, y más diálogo, sobre el aborto.

Es cierto, no podemos esperar que las mujeres hablen de sus experiencias por el bien de la causa, y menos en un ambiente tan hostil hacia los derechos reproductivos. Pero podemos esperar que las que puedan hablar lo hagan, y que esas conversaciones conlleven más cambios de este tipo.

Traducción de Mónica Zas

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