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The Guardian en español

La oposición siria muere lentamente ante la pérdida de apoyos internacionales

En Turquía ya predomina la opinión de que la guerra que apoyaron más que ningún otro país no se puede ganar.

Martin Chulov

En los últimos meses, mientras veían cómo se reducía la ayuda, el dinero y las armas, los opositores sirios aún mantenían la esperanza de que el constante apoyo político internacional evitaría una victoria rotunda de Bashar al Asad y sus partidarios. Ya no.

Jordania, uno de los principales defensores de la oposición, comunicó a principios de la semana pasada que “los lazos bilaterales con Damasco van en la dirección correcta”. Para muchos, el anuncio fue el anuncio del fin de la causa opositora.

Entre las filas de la oposición política y de los aliados regionales, el comunicado fue el comienzo de algo que todos temían: la normalización de un enemigo irreconciliable.

El portavoz del Gobierno jordano, Mohammad al Momani, recalcó: “Este es un mensaje muy importante que todo el mundo debería escuchar”. Ciertamente, el cambio radical de Amán, la capital de Jordania, se notó rápidamente en Ankara, en Doha y en Riad, donde tras siete años y medio de conflicto los Estados hasta ahora comprometidos en terminar con el líder sirio deberán resignarse a dejarlo en el poder.

Al regreso de una cumbre en la capital saudí la semana pasada, los líderes de la oposición siria dijeron que fue el propio ministro de Asuntos Exteriores saudí, Adel al Jubeir, quien les informó que Riad se retiraba. Según un experimentado diplomático occidental, “a los saudíes ya no les importa Siria, lo único que les importa es Qatar. Siria está perdida”.

En Reino Unido ocurre algo similar. El discurso oficial que antes pedía a al Asad abandonar el palacio presidencial como primera medida para la paz ha sido reemplazado por lo que Whitehall (las oficinas del Gobierno británico) llama “realismo pragmático”. La semana pasada, el ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, dijo que la salida de al Asad “no era un requisito previo, sino parte de la transición”.

Rex Tillerson, ministro de Exteriores de EEUU, ha delegado abiertamente en Rusia la responsabilidad de encontrar una solución para Siria. Mientras tanto, Donald Trump prometía cerrar un programa dirigido por la CIA durante los últimos cuatro años mediante el que se enviaban armas desde Jordania y Turquía a grupos rebeldes autorizados en Siria. Washington ha adoptado un rol secundario en los renqueantes procesos paralelos de paz de Ginebra y de Astaná para concentrar toda su energía en luchar contra ISIS. No contra al Asad.

Al Qaeda, líder de la oposición

La pregunta con la que ahora está lidiando gran parte de los 6 millones de refugiados que han huido de la guerra hacia Jordania, Turquía y Europa es en qué les afectará este cambio. Muchos de ellos, como Ghassan Moussa, dicen que haber llegado a una derrota casi inevitable tiene más que ver con el cansancio del resto de países, que con errores de la oposición.

“Escapé de Bashar porque, si me quedaba, él me hubiera matado a mí y a todos mis seres queridos”, dijo Moussa, que escapó del suburbio de Ghouta en Damasco a mediados de 2013. “Todos los que vinieron conmigo lo hicieron porque creíamos (sic) que los países que apoyaban a la oposición estarían de nuestro lado”.

Según Robert Ford, exembajador de EEUU en Damasco y miembro emérito del Middle East Institute, “los que apoyaban a la oposición la abandonaron por diferentes motivos”. “Primero, las constantes discusiones, la mezquindad y la incapacidad de ponerse de acuerdo en un liderazgo y estrategia común provocaron todo el tiempo que los donantes desconfiaran de los rebeldes y de su brazo político. Además, el trabajo coordinado y su final integración (de los rebeldes) con un grupo afiliado a Al-Qaeda incomodaron a los estadounidenses y a los jordanos”.

Según Ford, “Jordania no está dispuesta a aceptar más refugiados, quiere que la lucha en el sur se detenga y solo acepta operaciones continuas si son contra ISIS, tal y como prefieren los estadounidenses”.

Las consecuencias de que al Asad haya recuperado el control, ayudado por el férreo apoyo de Rusia y de Irán, también se sienten cada vez más en zonas opositoras dentro de Siria, donde los donantes internacionales empiezan a tener dudas.

El Gobierno británico está estudiando si debe cumplir o no con los más de 215 millones de euros en ayuda para las poblaciones locales de la ciudad de Idlib y para las comunidades exiliadas en otras partes de Siria.

Los altos cargos del Gobierno temen que el grupo vinculado a Al-Qaeda, Jabhat al Nusra, se haya impuesto en la organización de las instituciones locales. Eso significaría que los envíos de ayuda no pueden ser mantenidos fuera del alcance del grupo terrorista. Alemania también está evaluando suspender su programa de ayuda en la provincia de Idlib. Si los dos países se retiran, se cree que EEUU hará lo mismo.

Una victoria de Irán

“El hecho de que esto se haya convertido en una profecía autocumplida ha sido particularmente preocupante”, explica un diplomático. “No tenía por qué haber ocurrido así”.

Según otro diplomático con mucha experiencia en la región, “las consecuencias para los millones de IDP [personas desplazadas internamente] y exiliados son tremendas, así como para las familias que buscan justicia. ¿Cómo se llega a una reconciliación después de esto? Esto alimentará la impunidad y la venganza. El cansancio no es excusa para lo que vendrá”.

Otros tres diplomáticos con los que se puso en contacto the Guardian se negaron a dar sus nombres al opinar sobre la próxima etapa del conflicto. Todos creen que estará marcada por la continua reimposición de la autoridad de Damasco, con una gran participación de Irán y de Rusia, que compiten por un rol decisivo en la Siria de posguerra.

Según uno de esos diplomáticos, “una vez que los rusos se den cuenta de que Irán, y no Siria, es el que realmente ha ganado, discutirán el tema de Asad”. Ese es su as en la manga: poder decirle a la comunidad internacional que han cumplido lo que ellos querían. También es su estrategia de salida. “Pero nos dijeron que no van a dispararle cuando salga del palacio. Será un exilio agradable”.

En Turquía ya predomina la opinión de que la guerra que apoyaron más que ningún otro país no se puede ganar. Turquía fue uno de los primeros donantes de la oposición en pasar del objetivo compartido de armar a la oposición anti-Asad hacia un objetivo más específico de frenar las ambiciones de los kurdos sirios.

Según Haji Saud, líder famoso de una facción rebelde siria ahora exiliado en Turquía, “eso empezó hace un año aproximadamente”. Los rusos les dijeron que impedirían que los kurdos controlaran la frontera en abril de 2016. Después de eso, se hizo difícil llegar hasta allí. “Ahora, Siria seguirá hundiéndose en territorios controlados por caudillos. Cuando todos miren para otro lado, será un infierno. Nunca pensamos que podría ser peor que esto”.

Traducido por Francisco de Zárate

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