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The Guardian en español

La política está matando a muchas madres en Texas

Jessica Valenti

Cuando se trata del progreso de la mujer, Estados Unidos no se lleva precisamente la medalla de oro. Ocupamos la posición 72 en el ranking de participación política de las mujeres, con un Parlamento en el que las diputadas y senadoras ocupan menos del 20% de los escaños. ¿Baja por maternidad pagada? Estados Unidos es el último de ls lista. Pero hay algo en lo que sí somos número uno: Texas tiene el mayor índice de mortalidad materna entre los países desarrollados.

Este dudoso honor es reciente. Un estudio muestra que el índice de mujeres que mueren por complicaciones en el embarazo se duplicó de 2010 a 2014. No es casual, por supuesto, que en esos años ocurriera otro hecho importante para la salud de las mujeres en Texas: el cierre deliberado de clínicas que practican abortos y una reducción drástica del presupuesto del estado para la planificación familiar.

Como señala mi compañera Molly Redden, Texas redujo ese presupuesto en más de 73 millones de dólares en 2011, lo que obligó a muchas clínicas a cerrar y limitó drásticamente el número de mujeres a las que pueden dar servicio. Hasta 2014, 600 mujeres murieron por complicaciones relacionadas con el embarazo.

Es casi como si fuera cierto lo que las feministas llevan años diciendo: restringir los derechos reproductivos daña a las mujeres por todas partes. El acceso a la salud reproductiva es necesario no solo para prevenir o interrumpir embarazos, sino para garantizar un resultado sano para las que eligen llevar a término sus embarazos.

Sarah Wheat, de la organización Planned Parenthood of Greater Texas, explica en el periódico Dallas Morning News que esas clínicas eran “un punto de entrada al sistema sanitario” para muchas mujeres, especialmente las que tienen menos recursos. “Es probable que tengan más dificultades para encontrar adónde ir para esa primera consulta”.

Es un giro irónico pero revelador para los activistas y diputados de Texas que insistieron en que las leyes que cerraron las clínicas de abortos trataban de proteger la salud de las mujeres, una afirmación que el Tribunal Supremo desacreditó por completo.

La sentencia que anuló la extrema ley de Texas contra el derecho a decidir dice: “Cuando se les preguntó directamente si Texas sabía de un solo caso en el que el nuevo requisito habría ayudado a una sola mujer a obtener un mejor tratamiento, Texas admitió que no había ninguna evidencia de eso”.

En lugar de ayudar a las mujeres, la ley les hacía daño. Pero para los políticos y activistas que quieren evitar a toda costa que estas accedan a su derecho al aborto, la salud de las mujeres nunca ha sido lo importante.

Si Texas quiere acabar con este horror, las autoridades tienen que empezar a apoyar las decisiones de las mujeres, abandonar su cruel y evidente guerra contra los derechos reproductivos y dejar de rechazar la ampliación de Medicaid (el programa estadounidense de salud para las personas con menos recursos), que podría proporcionar una ayuda muy necesitada y dar cuidados a las comunidades vulnerables del estado. Y con el aumento del peligro del zika para los estadounidenses, estos pasos tienen que llegar más pronto que tarde.

La salud de las mujeres no es una ficha política que jugar, no es una ocurrencia. Nuestra salud y nuestras vidas –decidamos tener hijos o no– son primordiales para la salud de nuestro país y nuestras comunidades. Las mujeres de Texas, las mujeres de Estados Unidos, merecen más que esto.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo

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